Todo parece indicar que Javier Milei está concentrado en terminar con las Leliq y Pases del Banco Central que suman en conjunto $23 billones porque son una bomba de tiempo.
Es que, si se libera el cepo, condición necesaria para poder poner en funcionamiento la economía, el salto del tipo de cambio, que con una brecha del 166% podría derivar en una corrida contra el pesos que se traslade al sistema bancario.
Si la sociedad ve dispararse el precio libre del dólar, irá a los bancos a retirar los pesos para comprar la divisa, potenciando la suba y la caída de depósitos. Como los bancos tienen gran parte de esos fondos distribuidos entre préstamos y colocaciones en instrumentos de regulación monetaria del BCRA ese movimiento llevaría a una llamarada de emisión de pesos con perspectiva de hiperinflación, o bien a una confiscación de los ahorros privados.
Todos estos problemas son consecuencia de un Estado intervencionista, regulador, gastador en exceso, con políticos que dicen tener el monopolio de la solidaridad porque considera al resto como miserables que disfruta ver morir de hambre a la gente.
Todos estos problemas son consecuencia de un Estado intervencionista, regulador, gastador en exceso, con políticos que dicen tener el monopolio de la solidaridad
La realidad es que todo este lío del cepo cambiario, las Leliq, el riesgo de hiperinflación, con que finaliza la presidencia de Alberto Fernández son consecuencia del Estado presente, intervencionista e ineficiente que potenció el estado de pobreza.
La decadencia económica argentina comenzó hace décadas. Y es bastante claro que en los 16 años de gobierno kirchnerista de los últimos 20, no fue la destrucción económica lo peor que hizo, sino destruir la mentalidad de millones de argentinos, en particular de jóvenes, llevándolos al extremo de hacerles creer a muchos de ellos que tienen derecho a vivir del trabajo ajeno, y formar una legión de piqueteros.
Una forma de ver cómo el kirchnerismo incentivó la cultura de la dádiva, es analizar cómo se duplicaron los planes sociales desde 2008 hasta 2021, según un informe de la Oficina de Presupuesto del Congreso.
Un dato a tener en cuenta es que durante el gobierno de Cambiemos los beneficiarios de planes sociales aumentaron en casi 3 millones de personas.
Sumado a esto, el kircherismo inventó el relato por el cual tener tarifas de los servicios públicos artificialmente bajas impulsaban el consumo porque la gente gastaba menos en luz, gas, transporte público, etc. y le quedaba plata para aumentar su consumo, como si los USD 270.856 millones que se llevan gastados desde 2006 en subsidios económicos surgieran de la multiplicación de los panes.
En 2007 había, en números redondos, 3 millones de beneficiarios de jubilaciones y pensiones y, haciendo gala del populismo más exacerbado, el kirchnerismo duplicó la cantidad de beneficiarios, perjudicando a los que habían aportado durante su vida laboral y beneficiando a los que nunca habían aportado.
Cito solamente estos tres ejemplos para mostrar que la bola creciente de las Leliq que hoy quieren desarmarse no surgió por generación espontánea. Es consecuencia del déficit fiscal que potenció el kirchnerismo a pesar de haber aumentado fenomenalmente la presión impositiva.
El kircherismo inventó el relato por el cual tener tarifas de los servicios públicos artificialmente bajas impulsaban el consumo
Las Leliq son hijas de la emisión monetaria para financiar el déficit fiscal y el déficit fiscal es consecuencia de un descomunal aumento del gasto público fruto de políticas expansivas (populismo). Por eso, el problema de fondo a resolver es el recorte del gasto público.
Para eso se requiere recuperan en varios ámbitos la cultura del trabajo, corregir el atraso de las tarifas de los servicios públicos, a terminar con el empleo público como una forma de esconder la desocupación -en particular en provincias y municipios-, darle un conchabo a los que militaron al gobierno de turno y todo tipo de gasto que no hace a las funciones del Estado.
En síntesis, el problema económico argentino es la destrucción de los valores alberdianos que regían en la Constitución Nacional de 1853/60 a través de la pérdida de valores fundamentales con la cultura del populismo.