El desafío de aprender y enseñar

No hay planes educativos si no hay consensos, capacitaciones y políticas públicas que trasciendan los cuatro años de mandato

El futuro de la educación en Argentina. (EFE)

Pensar en educación y asignarle un lugar prioritario en la agenda es fundamental para construir el futuro. Estamos hablando de un sistema educativo que involucra a millones de niños, niñas y adolescentes a lo largo de muchos años, y son ellos quienes forjarán el porvenir de nuestro país.

En las extensas campañas políticas de 2023, el tema educativo no emergió con propuestas concretas ni una visión a largo plazo. Es necesario considerar que un estudiante que ingresa al sistema educativo a los tres años experimentará tres o cuatro cambios presidenciales durante su formación, sin conocer la dirección que tomarán dichos cambios.

La confianza en la transformación social y en el cambio individual está intacta. Sin embargo, resulta desalentador que el tema no esté presente en el debate de aquellos responsables de idear el futuro del país. Cuando abordamos la cuestión de la agenda, debemos abocarnos a dos interrogantes: identificar las carencias y determinar cómo subsanarlas. Desafortunadamente, en la actualidad, estas respuestas no están claras.

Algunos temas que necesitan atención inmediata en esa agenda incluyen políticas para reducir la brecha de acceso en la educación, fomentar la permanencia de los alumnos en el sistema y garantizar que lo completen. No es suficiente enumerar los días del ciclo lectivo; es crucial que lo que ocurra durante las clases sea significativo. Además, el acceso a la tecnología como método de aprendizaje también constituye parte de la brecha de acceso.

En Argentina, la educación se considera un derecho, pero parece que la mera asistencia a la escuela se interpreta como suficiente. La falta de planificación o proyectos educativos a largo plazo se debe, en parte, a la urgencia de abordar problemas inmediatos como el hambre, la inseguridad y la falta de empleo. No obstante, la educación también es urgente y crucial para el desarrollo a largo plazo.

A menudo, se percibe la educación como un gasto, cuando en realidad debería considerarse una inversión en las personas y la sociedad. Las decisiones tomadas en materia de educación tendrán un impacto significativo en el tipo de país que tendremos en las próximas décadas, aunque este impacto no sea inmediato. Y debemos encararlo no desde una perspectiva de reformas, sino de transformación , es decir cambios que impactan a la vez en todos los actores y niveles del sistema de manera espiralada y sostenida con eje en modelos y prácticas innovadoras

Observando experiencias exitosas en otros países, donde cambios radicales en la educación resultaron en estándares educativos superiores, se evidencia que estas transformaciones no ocurren de la noche a la mañana ni con un cambio de gobierno. Requieren políticas de Estado respaldadas por partidos, líderes y la sociedad civil, cuyos efectos se manifiestan a lo largo de varias décadas. Es imperativo empezar, pero también es esencial asegurar la continuidad de estas medidas.

Sin embargo, en nuestro país, surge un desafío previo a la mejora de la calidad educativa: la asistencia a clases. No solo hay quienes no asisten, sino que entre los presentes, no todos acceden al mismo nivel de aprendizaje.

Numerosos niños y niñas deben satisfacer sus necesidades básicas en la escuela, lo cual es válido, pero no se debería optar entre proporcionar alimentación o educación. Ambas son esenciales. En este contexto, los maestros deben asistir diariamente, las escuelas no deben inundarse y todos deben poder acceder a dispositivos tecnológicos.

Imagen de archivo de estudiantes que hacen uso de las instalaciones de una Biblioteca EFE/Emilio Naranjo

Otro aspecto crucial que no puede relegarse en la agenda es la capacitación docente. Es fundamental para una educación eficiente, no solo en términos de resultados, sino también en cuanto a la significatividad del aprendizaje. Los maestros deben adquirir nuevas herramientas aplicables al proceso educativo, comprendiendo, por ejemplo, el funcionamiento del cerebro para entender cómo aprenden sus alumnos. Además, deben adaptarse a nuevos conceptos sociales, de crianza, familia, género y vínculos, que han evolucionado desde generaciones pasadas.

Promover el aprendizaje permanente, incluso para los adultos, es esencial. La educación busca dotar a niños y adolescentes de herramientas, habilidades y competencias para desenvolverse en futuros inciertos. La escuela enfrenta el desafío de enseñar a vivir en la incertidumbre, preparando a los estudiantes con habilidades que les permitan ser autónomos, vivir en comunidad y adaptarse a cambios en sus modos de trabajo.

La educación es tan primordial que requiere de un trabajo sostenido entre especialistas de muy diferentes áreas, sectores y especialidades además de la educativas, como también inspirarse en modelos que ya han dado resultados positivos en otros países. Además, es importante divulgar experiencias positivas que suceden en algunas aulas y escuelas de nuestro país y generar datos y procesos de investigación que respalden y evidencien procesos de mejora en el sistema para construir a partir de bases sólidas sosteniendo las buenas prácticas o modificando las otras. No hay futuro posible sin planes educativos. Y no hay planes educativos si no hay consensos, capacitaciones y políticas públicas que trasciendan los cuatro años de mandato.