La historia argentina no ha conocido nada parecido. En muy poco tiempo, la figura y la propuesta de Javier Milei configuró un fenómeno inusitado –distraída esta vez la esfera de los analistas- que desfiguró el gobierno en una retirada en tono de “sálvese quien pueda”. Cerca de la delgada línea roja de la acefalía, no sin amenazar con calles ensangrentadas. La nueva “resistencia”: el liberal entendió que el desencanto era desesperación y la corrupción un proceso de lepra general. La mitad de los habitantes son pobres, la indigencia clama, el regreso del analfabetismo y el desprecio por una realidad terrible que fueron dirigidos hacia los políticos, a quienes denominó como la “casta”. Chivo expiatorio del desvarío de la trama mafiosa presentada como épica de una revolución.
El tiempo con sus mudanzas es abundancia en ciclos largos de poder que se echan a perder, a oler mal, sin brújula y sin que los protagonistas lo adviertan. La palabra liberal o neoliberal era procaz y peligrosa. Sin demora, se hizo natural por primera vez y con resultados victoriosos. Asombroso. Pero detrás de las cortinas o las ventanas empañadas se encuentra una fornida tradición liberal que llega desde Las Cortes de Cádiz, asamblea constituyente que dieron manija y encendió a los procesos de Independencia de Hispanoamérica (Ignacio Zuleta me lo comenta al pasar). Una tradición hostil y explícita por parte de la Iglesia. Eso es claro.
La campaña del miedo se convirtió en un bumerán para Sergio Massa. Puso toda la carne en el asador, la carta de su vida con unos resultados desastrosos en la economía -aunque algo siempre gana en la mar menstruante (copio de Hemingway en poema perdido descaradamente)-, se quedó en situación de pasmo y aflicción. Las facturas se exigen, uno no es peronista pero un poco peronólogo sí. Un hombre joven que tiene rollo, sin embargo, veré qué rumbo tomarán las cosas. Ahora, le llegó el tiempo de su propio exilio.
El setentismo entra en el ocaso de mala manera. Los mejores son mediocres y avariciosos. Los huérfanos del mito de la revolución se dedican a ver el Canal Gourmet para sorprender con un soufflé o un besugo a la vasca con su cebolla, su tomate, su pimiento, medio vaso de vino blanco bueno y al horno con la parte de arriba dada vuelta. Como quiera que sea, hasta ahora, la transición presenta buenos modales.
Milei está en el pleno ejercicio de la política; lo juzgó un intelectual aunque puede parecer incomprensible. Es que la izquierda siempre ha puesto agua bendita a los intelectuales. Hasta Picasso se afilió al Partido Comunista para cerrar un trámite: le importaba un carajo pero tenía que cumplir el peaje, tanto que viajó a Moscú y pudo saludar a los burócratas con aquellos sombreros y sus besos en la boca, más un frio que el malagueño ha de haber sufrido un poco.
Pero hay, desde luego, intelectuales de derecha. Se puede hacer una lista generosa. Lo pongo en ella sin dudar con tranquila observación de lo que ocurre, que viene a ser la paga por estos oficios y sudores. ¿Y ahora? Ahora vendrán los dolores del parto: la Argentina parece estar en agonía. Sin reservas, sin dólares, sin inversiones, muchos con zozobra por el trabajo, el techo, junto con los privilegios, una enredadora que trepa sobre un lugar cerrado, donde la izquierda es atribuida a los vencidos en la elección a menudo -y a mi juicio- sin asidero real pero muy efectivo como mecanismo de seducción y relato.
Habrá -lo ha anunciado-un shock fiscal en busca del orden, un gran ajuste que intentará que pague la política, según lo expuesto desde su mirada. Ni gradualismo ni tibieza.
Veo una conferencia del presidente electo en directa exposición ideológica firme hacia un conservadurismo -duro, muy- y una economía de mercado, donde los negocios y las iniciativas serán por medio de gestiones directas. Allí escuché que la economía chilena, boyante, exportadora impulsada por Büchi y Pinochet se mantuvo como un acuerdo tácito por la democracia hasta derrumbarse. ¿Por qué? Porque se perdió -según Milei- la batalla cultural con el resultado de impregnar las percepciones de colectivismo ideológico paso a paso, sin excepción en la vida social completa como propuso Antonio Gramsci.
A uno le viene a una fuente de derecha pura, Carrefour de L´horloge”, el cruce o la encrucijada llamada así por un think tank francés formado con la idea de formar una nueva derecha, liberal, nacionalista, fundada, entre otros, por Henry de Lesquen desde 1975 hasta por lo menos el 2015 que se mantuvo en movimiento constante y celebraba reuniones cada jueves. No es lo mismo, pero tiene parentesco.
Mauricio Macri y Patricia Bullrich acudieron en apoyo al presidente electo, cuyo triunfo ha suscitado la atención del mundo. Un aire de aflicción y desconcierto entre los votantes de Massa. La transversalidad del resultado morigera las amenazas apocalípticas. Surgirán de todos modos. Hay mucho que perder en la política como el negocio más rentable.
Los dolores del parto se avecinan. Contracciones. La madeja es difícil de deshacer porque la descomposición es completa, los precios no dan tregua –aumentos de un cuarenta o cuarenta y cinco de un día para otro- y la inflación se hará mayor en la largada. Por supuesto, es un nervio extremadamente sensible, pero parece expresarse que los recién llegados por el voto apabullante del balotaje ponen en un rango principal a la batalla cultural, al crujido de las ideas.
Caminos largos que piden hechos y conceptos veloces.
Un desafío.