En los días posteriores a la victoria de Javier Milei en las elecciones en la Argentina, se escucharon alertas y críticas de mandatarios de la región sobre el peligro de que ganase alguien de su supuesto perfil ideológico de supuesta ultraderecha. Ya en las semanas previas, dirigentes políticos, académicos y gente ligada a los temas culturales de diversos países venían desarrollando documentos y videos en el mismo sentido. En muchos de esos casos, la preocupación por la democracia Argentina no era acompañada por las mismas luces rojas sobre dictaduras crudas y duras como Cuba, Venezuela, Nicaragua y otras. Una visión sesgada o malintencionada. Una caricatura que ponía a Milei, a Trump y a Bolsonaro en la misma bolsa. Pero cuidándose de no agregar a figuras como Putin y Erdogan.
El nacionalismo económico de Trump poco tiene que ver con las ideas liberales del presidente electo de la Argentina. El propio Bolsonaro, antes de ser presidente, fue un político profesional por más de 20 años y contó con la activa participación de militares retirados y en actividad que él colocó en puestos claves. Sin olvidar el fuerte perfil religioso evangelista del ex mandatario. En Brasil, el gobierno del PT jugó fuerte al parecer para que Milei no se impusiera en la segunda vuelta. Algunos lo llamarán asesoramiento profesional, otros injerencia externa lisa y llana. El lector erigirá cual le parece la más creíble.
Es por demás sano y reconfortante que políticos y miembros de la sociedad civil de América Latina y de Europa valoren y estén preocupados por la salud de la democracia y la república con su consecuente división de poderes. Más aún cuando muchos de ellos no suelen ser muy elogiosos de esos mecanismos y en muchos casos prefieren instituciones que dejen atrás muchas de esas buenas prácticas de instituciones fuertes y de mutuo control entre ellas.
El resultado electoral del domingo pasado fue contundente y los dos sectores políticos en pugna han aceptado los resultados. Por lo tanto, toda esa energía volcada en videos, solicitadas, cartas y comunicados angustiados por la democracia Argentina podrían ser direccionadas a impulsar elecciones libres y transparentes en las dictaduras que existen en la región, en la liberación de presos políticos y respuestas a millones de exiliados de Venezuela. El próximo Presidente argentino tiene el desafío y la posibilidad de dar vuelta la página sobre todas estas operaciones y dar como única respuesta una política exterior seria, pragmática y profesional, focalizada en los intereses nacionales y en la mejora de las condiciones económicas y sociales en el país.
La riqueza argentina surge básicamente del sector privado, tanto en alimentos, minería, energía, servicios, software, etc. El darle a todos estos sectores el marco adecuado para su expansión y desarrollo será el mejor aporte de la política exterior a la salida de la calamitosa crisis que enfrenta el país. Tener relaciones protocolares con ciertos países por diferencias ideológicas no debe afectar el trabajo cotidiano a nivel diplomático y empresarial con ellos. Los países en general y las grandes potencias en particular, se manejan por intereses, no por lógicas de club de amigos ideológicos como han impulsado en los últimos lustros algunos gobiernos argentinos.
El mundo necesita lo que produce la Argentina y la Argentina necesita más que nunca al mundo. Una de las últimas burocracias altamente profesionales con que cuenta el país es el cuerpo diplomático y sus FFAA. Ambas son claves para un curso de acción inteligente y pragmático en nuestro tránsito por este complejo mundo bipolar.
Asimismo, los Estados Unidos como principal potencia económica, militar, democrática y capitalista del mundo, debería dejar atrás el TOC de medir su relación con los países de la región a partir de parámetros como mayor o menor afinidad de los Presidentes con la figura de D. Trump. La administración Biden quizás esté haciendo un balance sobre si las apuestas por Lula, Petro, Boric y Zelaya han sido positivas para los intereses nacionales de Washington. Quizás descubran que esos dirigentes también fueron los favoritos de China, Rusia, Irán y Cuba. Cosa llamativa y que da para pensar que algunos de los dos bandos está equivocándose.