Dinero bancario

Una alternativa para garantizar a quienes depositen dólares estarán siempre disponibles y no serán usados para crear argendólares para el sector privado o público y, por lo tanto, que no serán artificialmente multiplicados mediante el crédito bancario. Es decir, que nunca tendrán que temer por su retiro

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Que el Gobierno use los
Que el Gobierno use los encajes explica las reservas negativas que actualmente registra el Banco Central

Henry D. Macleod, abogado escoces conocido por sus contribuciones a la ciencia económica, estableció claramente en 1856 (“The Theory and Practice of Banking”) que nada podía ser más desafortunado y engañoso que afirmar que la actividad bancaria consiste en la intermediación financiera, cuando la característica esencial de su actividad es la creación de crédito mediante la multiplicación de su promesa de pago varias veces. Por ello consideraba que el negocio del banquero no consiste en prestar dinero, sino en crearlo.

Así describe que los bancos no prestan el dinero de sus ahorristas, sino dinero que no tienen, que crean y les depositan a sus deudores en las cuentas corrientes que tienen abiertas en su banco, tal y como sucede actualmente también. Una vez que reciben el dinero del préstamo depositado en su cuenta corriente, los deudores (convertidos en depositantes) giran cheques (actualmente transferencias, tarjetas de débito o crédito, débitos en cuenta, etc.) contras sus cuentas y transfieren esos fondos a terceros, que los depositan en el mismo u otros bancos. Y que, de ese modo, se crea el crédito y el capital monetario de la economía.

Esa teoría fue compartida por Whiters en 1916; por Irving Fisher en 1935 (principalmente en “100% Money”); por Schumpeter en 1954, y por muchos otros, y fue redescubierta con motivo de la relativamente reciente crisis de 2008 por el economista alemán Richard Werner (2014) en un trabajo titulado “A lost century in economics: Three theories of banking and the conclusive evidence”, en el que descarta las otras dos teorías que con posterioridad a Macleod habían tratado de explicar el multiplicador bancario mediante las teorías de la intermediación financiera y del encaje fraccionario que, con argumentos y evidencias concluyentes, descarta.

Los bancos centrales pueden proveer liquidez a los bancos para que atiendan los retiros de depósitos de sus clientes, dando adelantos o redescuentos en su propia moneda

Esta cuestión, respecto de la que me advirtió el Ing. Andrés Cornejo en una charla que di sobre bimonetarismo, es muy importante para lo que tenemos que reconstruir en la Argentina a medida que recuperemos la estabilidad de nuestra moneda en la nueva etapa que se inicia.

Los economistas Michael McLeay, Amar Radia y Ryland Thomas del directorio de Análisis Monetario del Banco de Inglaterra, en 2014 publicaron un trabajo sosteniendo exactamente la misma tesis (“Money Creation in the Modern Economy”).

El límite a la creación de dinero bancario está dado por la competencia que obliga a subir las tasas de los depósitos y bajar las de los préstamos reduciendo los márgenes de ganancia, y por las regulaciones prudenciales de los bancos centrales que establecen requisitos de capital, fraccionamiento, graduación del crédito y liquidez, entre otros. Es tan importante su repercusión en la economía y la sociedad que la sanidad del dinero creado por los bancos debe ser celosamente supervisado por el regulador.

Es muy interesante el análisis de Irving Fisher en “100% Money” en el cual, si bien explica la creación de dinero mediante una teoría ecléctica, a mitad de camino entre su creación bancaria (a la Macleod) y del encaje fraccionario, que caracteriza como “10% System”, en referencia al encaje fraccionario en esa proporción.

Si bien el motivo principal de la dolarización o el bimonetarismo bien organizado es evitar que el Gobierno obligue al BCRA a financiar su déficit mediante emisión, esa no es la única fuente de creación de dinero

Explica que, en 1929, en los Estados Unidos, donde regía un encaje a los depósitos en cuenta corriente del 10% se produjo por ese motivo una gran contracción monetaria cuando aumentó la preferencia del público por la liquidez como consecuencia de la crisis. Como los bancos habían multiplicado los depósitos por la vía de conceder préstamos sobre los que retenían solamente un 10% en concepto de encaje; para satisfacer el deseo de efectivo de sus clientes, debían pedir la cancelación de los préstamos que habían otorgado, y que ello ocurría a una relación de 8 dólares de préstamo por cada dólar que destinaban a atender los retiros en efectivo.

En números cuenta que ocurrió lo siguiente entre 1926, 1929 y 1933. En 1926 había 4 billones (americanos) de dólares en efectivo y 22 billones en cuenta corriente, totalizando 26 billones. En 1929 también había 4 billones en efectivo, pero el dinero bancario en cuenta corriente había aumentado 1 billón, totalizando 27 billones (boom previo a la crisis por aumento del crédito bancario). Después de la crisis, la gente quiso tener más efectivo ante la caída de los precios y las dificultades para conseguir o renovar sus créditos bancarios y en 1933 había retirado 1 billón de dólares en efectivo de los bancos (que ahora sumaba 5 billones). Pero para que ello fuera posible los bancos habían debido pedir la cancelación de 8 billones de préstamos, que de tal modo se redujeron a 15 billones, de donde resultó que el dinero total (efectivo + dinero bancario) ascendía a 20 billones en 1933. Irving Fisher explica que ello implicó la destrucción de 8 billones de dólares de dinero que, a su juicio, explica la Gran Depresión del 29 y su duración.

Por eso propone un sistema de 100% de encaje para los depósitos bancarios en cuenta corriente de modo que cuando el público quisiera retirar más efectivo no fuera preciso destruir dinero bancario a una relación de 8 a 1, como había ocurrido. Así se evitarían (o atenuarían) los booms y depresiones y el dinero mantendría un valor estable.

Si bien la industria bancaria ha cambiado mucho desde entonces (cuando todavía regía el patrón oro para el dólar, no existían organismos internacionales de crédito y las monedas principales no eran convertibles entre sí) y actualmente los bancos centrales pueden proveer liquidez a los bancos para que atiendan los retiros de depósitos de sus clientes, dando adelantos o redescuentos en su propia moneda (o el Euro en el caso del sistema monetario europeo), el problema es muy importante para nosotros sea que adoptemos la dolarización o institucionalicemos el bimonetarismo, porque no podemos emitir dólares-billetes.

Si analizamos la evolución de los depósitos en dólares después de la salida de la Convertibilidad, antes de las elecciones primarias de 2019 dichos depósitos eran del orden de los 34 billones de dólares y ahora están en el orden de 14 billones

Ya que, si bien el motivo principal de la dolarización o el bimonetarismo bien organizado es evitar que el Gobierno obligue al BCRA a financiar su déficit mediante emisión monetaria, esa no es la única fuente de creación de dinero, ya que los bancos pueden crearlo dando préstamos a favor del público general o de los gobiernos nacional, provinciales o municipales (en forma directa o indirecta).

Al respecto, Irving Fisher cita al presidente Adams de los Estados Unidos en cuanto denunciaba la creación de dinero por parte de los bancos como un fraude al público, destacando que la Constitución confía al Gobierno la emisión de dinero y la fijación de su valor (como también hace nuestra Constitución en el art. 75, inc. 11) y que, por lo tanto, ese poder no debía otorgarse a los bancos.

Es decir que se plantea un problema entre la emisión de dólares-billete, que no puede hacerse, y la emisión de dólares-bancarios (argendólares), que puede o no hacerse, según las regulaciones que se adopten.

Cuando repasamos la evolución de la Convertibilidad, vemos que tanto en la crisis del Tequila (1995-96) como en la de 2001, se produjo una caída de depósitos en dólares o pesos convertibles (respaldados en un 100% en dólares). Con gran esfuerzo y creatividad el Tequila fue superado, pero durante 2001, en grandes números, los depósitos bancarios cayeron en 16 billones (americanos) de dólares (o pesos convertibles), mientras que la base monetaria cayó en 4 billones, de donde resulta que los otros 12 billones implicaron reducción de los requisitos de liquidez de los bancos en el Banco Central y cancelación de préstamos en este caso, a la relación del multiplicador (estimemos para simplificar el análisis de 8 a 1), como explicó Fisher en “100% Money”.

Eso responde a la pregunta de la causa de la suba de la tasa de interés en el último trimestre de 2001, la caída del PBI de ese año (del orden del 4%) y la sensación de acabose que se apoderó de parte del mercado, acelerando la crisis (sin que ello explique ni justifique las barbaridades que se hicieron en 2002 -pesificación asimétrica, congelamiento de depósitos, ruptura de contratos públicos y privados, etc.- que causaron la caída del PBI de ese año en más del 11%).

La creación de dinero bancario debería limitarse a la moneda nacional en la que el banco central podría actuar como prestamista de última instancia, con la prudencia, las limitaciones y las salvaguardas del caso

Si analizamos la evolución de los depósitos en dólares después de la salida de la Convertibilidad, vemos que antes de las elecciones primarias de 2019 dichos depósitos eran del orden de los 34 billones (americanos) de dólares y ahora están en el orden de 14 billones. Y, sin embargo, la tasa de interés en argendólares no sufrió alteraciones significativas por causas domésticas. Ello se debe a que tienen encajes del 100%, que solo se liberan para préstamos al comercio exterior o de quienes pueden generar dólares-billetes para repagarlos.

Por ese motivo, pienso que una lectura argentina de “100% Money” de Irving Fisher obliga a reemplazar su concepto de dinero-bancario en cuenta corriente (booking money) por depósitos bancarios en dólares y mantener el resto de su teoría, con las adaptaciones del caso.

Eso implicaría adoptar el criterio de encaje del 100% para los depósitos en dólares en el sistema bancario, obligando a su depósito en bancos triple A de países de la OECD (o menor rating respecto a bancos del sistema de la Reserva Federal americana que puedan gozar de redescuentos directos en dólares) para garantizar a quienes depositen dólares localmente que estarán siempre disponibles y no serán usados para crear argendólares para el sector privado o público y, por lo tanto, que no serán artificialmente multiplicados mediante el crédito bancario. Es decir, que nunca tendrán que temer por su retiro, como sucede actualmente cuando parte de esos encajes fueron usados por el Gobierno, lo que explica las reservas negativas que actualmente registra el banco central.

Y, por otro lado, la creación de dinero bancario debería limitarse a la moneda nacional en la que el banco central podría actuar como prestamista de última instancia, con la prudencia, las limitaciones y las salvaguardas del caso.

A su vez, visto que no es la intermediación financiera el motivo de la supervisión especial sobre los bancos, sino su capacidad para crear y destruir moneda (lo cual hacen otorgando préstamos y cobrándolos), se debería admitir la intermediación de dólares o pesos a las personas o entidades no financieras que no implique multiplicación alguna, ya que en tales casos dichos intermediarios simplemente prestarían depósitos de terceros y no crearían el dinero que prestan, como hacen los bancos.

El autor es Doctor en Derecho y Ciencias Sociales, ex Secretario de Coordinación del Ministerio de Economía

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