Javier Milei, el outsider que llega para probarse las ropas de la casta

Es el primer presidente que asumirá sin experiencia de gestión en algún gobierno. Esa fue su fortaleza en la campaña, pero será su debilidad si no aprende rápido a acumular capital político

El presidente electo de Argentina, Javier Milei, este 19 de noviembre de 2023. EFE/ Juan Ignacio Roncoroni

Hace trece meses, apenas trece meses, Javier Milei no era Javier Milei. Era un hombre de campera de cuero negro sentado en un sillón de un hotel boutique de Madrid. Un hombre solo, que esperaba para que su hermana Karina lo llamara por teléfono y le dijera que ya era hora de irse hacia el festival político de Vox.

Cuando el teléfono sonó por fin, Milei marchó hacia el parque de Valdebebas, un barrio verde y joven de las afueras de Madrid donde los simpatizantes de Vox hacían picnics mientras escuchaban a sus políticos preferidos. Era sábado y cuando caía el sol apareció ante una multitud que no lo conocía. Arrancó tranquilo, elogió a Nino Bravo (aquel valenciano que cantó “Libre” en homenaje a un alemán asesinado cuando quiso cruzar el Muro de Berlín) y hacia el final gritó fuerte para quedarse con la atención del público.

- Los políticos no son Dios, no son omnipotentes, no son Dios…-, tronó sobre el escenario y se llevó una ovación. Se fue contento, después de hablar con Santiago Abascal, el líder de Vox que parecía sorprendido por ese argentino que acababa de ser electo diputado y que aseguraba en sus conversaciones que iba a ser presidente de la Argentina.

Abascal era un dirigente político experimentado y, como muchos otros, parecía subestimar a ese diputado recién llegado del Río de la Plata que no demostraba ningún conocimiento de los mecanismos clásicos de la política tradicional. No solo no conocía el manejo indescifrable (y a veces oscuro) de la política. Tampoco le importaba. Ni Maquiavelo, ni las horas más oscuras de Winston Churchill y mucho menos las 20 verdades peronistas.

Javier Milei es el primer outsider que llega a la presidencia de la Argentina. Un verdadero outsider después de siete abogados (Alfonsín, Menem, De la Rúa, Duhalde, Kirchner, Cristina y Alberto) y un ingeniero civil (Macri). Porque, aunque es un economista, aunque trabajó y conoció a los mercaderes del poder en las oficinas de Eduardo Eurnekian, no venía de la UCR ni tampoco del peronismo, ni de un partido político más chico ni había fundado uno para probar ese perfume anhelado del poder.

Milei comenzó a creer que podía cambiar las reglas de la política cuando se convirtió en un panelista polémico de los programas de TV. Los productores lo llamaban porque planteaba hipótesis exóticas y les hacía subir el rating. Mezclaba las leyes de la escuela económica austriaca de Fiedrich Von Hayek con el rechazo absoluto al aborto y el dogma liberal aplicado a la compraventa de órganos humanos. No mostraba piedad con las feministas, ni con los dirigentes de izquierda. “Zurdos”, les escupía delante de las cámaras. Y el progresismo woke de la Argentina comenzó a descubrir a un enemigo que no les temía.

Javier Milei, Mauricio Macri y Patricia Bullrich, en la primera reunión juntos luego de la victoria en el balotaje.

Fueron muchos los que lo quisieron moderar a medida que se convertía en un personaje. El teorema de Baglini no funcionó con Milei porque el libertario del pelo revuelto mantuvo su esencia cuando las encuestas le mostraron que podía ser candidato a lo que quisiera.

Todo a su alrededor era un caos, pero un caos que crecía sin detenerse. Fue elegido diputado nacional en la Ciudad de Buenos Aires y respaldó a José Luis Espert para que sacara el 7,5% de los votos en la provincia de Buenos Aires. Después se distanciaron. Aunque era un outsider, Milei mostró pronto una característica de la casta política: en su espacio, La Libertad Avanza, no admitía disputas por el liderazgo. “Soy el león”, gritaba en los actos al ritmo del rocanrol de “La Renga” y se sabe que los leones no comparten jamás la conducción de la manada.

Como todo político emergente que se precie, Milei también tuvo su libro maldito. “El Loco”, atractiva pieza del ensayo periodístico escrita por Juan L Gonzalez que puso sobre el escenario algunas excentricidades del candidato y el amor esotérico por los perros. La influencia energética de Conan y sus reencarnaciones se volvieron un tema de discusión nacional que dejó algo absolutamente claro: no afectaron en nada su popularidad.

Milei hizo otra movida que descolocó a la política tradicional. Eligió como compañera a Victoria Villarruel, abogada de las víctimas del terrorismo durante los ‘70 y de diálogo fluido con varios de los militares de la última dictadura militar.

El kirchnerismo se vio confrontado por primera vez con alguien que los sacudía por la falta de autocrítica de quienes integraron aquellas organizaciones violentas y antidemocráticas, y que cometió el sacrilegio de cuestionar el número de 30.000 desaparecidos. Una cifra simbólica de los organismos de derechos humanos y de los sectores de izquierda que nunca tuvo comprobación estadística. El “Nunca Más” registró la meritoria investigación de la Conadep, con testimonios conmovedores sobre cerca de 10.000 desapariciones, la mayor tragedia de la historia reciente de la Argentina. Los Kirchner, Néstor y Cristina, llegaron al exceso de cambiarle el prólogo a aquel libro histórico para arrogarse un protagonismo ficcional y menoscabar el papel de Raúl Alfonsín. Pero no fueron los radicales los que expusieron aquel relato kirchnerista. Esa medalla se la apropió Villarruel.

Entonces llegó el momento cumbre de la campaña presidencial. Milei no domina ni un diez por ciento del conocimiento que Sergio Massa tiene de los resortes del Estado. Tampoco puede competir con los contactos internacionales que el paso por la presidencia le dejó a Mauricio Macri. Pero comenzó a crecer cuando consolidó su saga libertaria y se fue apoderando del espacio del opositor que podía ponerle fin a la era kirchnerista.

Compitió siempre con políticos experimentados a los que estigmatizó con el término “la Casta”. Se ensañó con el burócrata Horacio Rodríguez Larreta, se peleó hasta el hartazgo con la abogada trotskista Myriam Bregman (la que logró su minuto de fama digital cuando lo llamó “gatito mimoso”) y desplazó del ballotage a Patricia Bullrich, a la que condenó al meme cuando la llamó “Montonera asesina”. Pero si había una antítesis de su personaje, ese era Sergio Massa. El ministro lo destrozó en el debate presidencial, como si fuera el perfecto asesino. Pero los números demostraron luego quien fue el verdadero triunfador de la batalla televisiva.

Sergio Massa reconoció temprano la derrota (EFE/Matías Martín Campaya)

Apenas se supo que Massa y él competirían en la segunda vuelta, Milei recibió el respaldo de Mauricio Macri y de Patricia Bullrich. Entonces sí, el ex presidente lo abrigó con su agenda nutrida de empresarios y de ex presidentes iberoamericanos que le enviaron su apoyo. Entonces apareció el gran financiamiento para la campaña, se sumaron más fiscales y llegaron los tuits de Sebastián Piñera o de Mariano Rajoy para contrarrestar los mensajes de Lula o de Pedro Sánchez que Massa difundía en la vidriera de TikTok. Ahora se sabe quiénes apostaron a ganador.

La noche primaveral del 19 de noviembre dejó en claro que el outsider había dejado de ser outsider. Entre los cientos de posteos en Twitter que le dedicaban dirigentes de todo el país, aparecían otros que algunos profesionales de la política le hubieran envidiado. “Estoy muy orgulloso de ti. Torcerás el rumbo de tu país y verdaderamente harás a Argentina grande nuevamente”, le escribió Donald Trump. Jugando con aquello de “make America great again”. Si la Justicia no lo lleva antes a prisión, Trump buscará volver al poder durante el año próximo.

Una semana antes, Milei había recibido también el respaldo de Mario Vargas Llosa. El Premio Nobel, el de La Ciudad y los Perros y el de La Tía Julia y el Escribidor. El candidato comenzó a percibir entonces que la oportunidad estaba allí, al alcance de la mano.

Terminó de convencerse en el cierre de la campaña. El miércoles había llenado la Plaza de la Bandera en Rosario y el jueves se había enfrentado a un acto multitudinario en Córdoba. El viernes le mostró sus manos hinchadas a Karina de tanto saludar y de estrecharlas con miles y miles de desconocidos. “Mirá Karina, creo que vamos a ganar”, le dijo a la hermana, cuando solo quedaba esperar la elección y que los votos llegaran en cantidad suficiente. Entonces se quedó tranquilo y pudo descansar.

En la noche del domingo, el outsider terminó su carrera de ajeno a la política. Fue cuando sonó su teléfono celular y al otro lado oyó la voz de Sergio Massa. “Te quiero felicitar Javier, vas a ser el nuevo presidente de los argentinos”. Milei suspiró aliviado y se preparó para la celebración. “La casta tiene miedo” cantaban afuera del hotel donde se hospedaba. Empieza un nuevo tiempo y, quién sabe, quizás él también tenga miedo alguna vez.