El “catocapitalismo” liberal, los gobiernos y la corrupción

Esta corriente se inspira en la obra del filósofo norteamericano Michael Novak

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Michael Novak
Michael Novak

“…no todo se resuelve con la libertad de mercado y además de rehabilitar una sana política que no esté sometida al dictado de las finanzas, tenemos que volver a llevar la dignidad humana al centro y sobre ese pilar construir las estructuras humanas que necesitamos” (Encíclica Fratelli Tutti, N. 168)

“El pecado se puede perdonar; la corrupción, no” - Papa Francisco

Según Michael Novak, filósofo católico norteamericano inspirado en la Ética de Max Weber escribió un libro publicado en el año 1982 titulado El espíritu del capitalismo democrático y el cristianismo fundando una corriente denominada catocapitalismo liberal. Hace una síntesis del neopelagianismo (doctrina herética que sostiene el desplazamiento de la gracia divina por la voluntad y fuerza del individuo), la secularización y la ideología burguesa. Promueve un sistema económico basado en el egoísmo y no en la generosidad, donde las distorsiones y consecuencias no deseadas de los mercados son corregidos por la “autorregulación” del mismo sistema. Y es este y no la religión quien decide el modelo ético. Este excluye la idea de solidaridad y de equidad con el que se pretende corregir las injusticias a través de la intervención del Estado. El hombre y los políticos deben aceptar “las consecuencias no deseadas del sistema” que a la larga restablece el orden perdido. El mercado mismo es el que corrige las “consecuencias no deseadas” de la libertad como las desigualdades e injusticias sociales. El caos lleva al conocimiento de la realidad. El sistema posee una “mano invisible” (Adam Smith) que transforma el mal del pecado en bien. Paradójicamente la doctrina de Novak se funda en el modelo del estructuralismo -la estructura es el todo -al igual que la estructura marxista (al que pretende combatir) y conduce a la desaparición del sujeto. El hombre se transforma ontológicamente en “insecto”.

De donde de manera semejante a Weber fractura al “hombre moral” y a la “sociedad”. Y recomienda que los economistas políticos deberían prestar una mayor atención a “las consecuencias del sistema” (totalidad) aunque no hayan sido deseadas”.

¿Y la caridad, la igualdad y la fraternidad?

La obra de Novak sirvió al capitalismo liberal para justificar la política utilizando una antigua herejía denominada pelagianismo por la cual el individuo “se aferra a la propia voluntad, a las propias fuerzas y capacidades, para bloquear y negar la primacía de la gracia divina”, sin saber reconocer los propios límites, pues “en el fondo sólo confían en sus propias fuerzas y se sienten superiores a otros por cumplir determinadas normas o por ser inquebrantablemente fieles a cierto estilo católico” (Gaudete et exultate 49; cf. EG 94).

Como se puede ver en esta apretada aproximación al pensamiento del creador de esta corriente denominada catocapitalismo liberal se explica la crítica frontal que hace a la Doctrina Social de la Iglesia, a la “opción por los pobres” y a los escritos del Papa Francisco, en especial en su Carta Apostólica Evangelii Gaudium, las críticas al capitalismo salvaje y al daño causado a la Madre Tierra y a las poblaciones originarias en su primer encíclica Laudato sí.

En el curso de esta columna reiteramos las críticas de la Iglesia y del Papa Francisco a la teoría del trickle-down, economía de goteo o del derrame que es -como lo hemos señalado- el punto central del modelo capitalista liberal. Con lo cual el progreso tecnológico, la estructura del sistema económico y la lógica del capitalismo son los que conducen al bienestar general y no lo es la política social fundada en la caridad. En el mejor estilo hegeliano Novak afirma que los éxitos y progresos de la Historia justifican las víctimas.

De la era del presidente republicano Reagan a nuestros días

Como lo recuerda Massimo Borghesi, Novak se convierte en la era Reagan “en el autor que reconcilia, sin ninguna distancia crítica, el catolicismo, el capitalismo liberal y la modernidad induciendo a los católicos americanos a optar por la derecha del Partido Republicano”.

Cuando las razones del capitalismo liberal no alcanzan para justificar las consecuencias negativas que provoca, como la pobreza y la desigualdad, se apela al agnosticismo o al pelagianismo para falsificar la religión y acomodar la Ética a las conveniencias políticas. Es lo que desde diferentes marcos teológicos heréticos hicieron Max Weber (1904) y Michael Novak (1982).

Tiempo después esta ideología denominada catocapitalismo liberal, provoca una ola que se extiende a los partidos de la derecha de Brasil (Bolsonaro)y Argentina (Macri), países propicios dado el grado de infección que padecen al estar políticamente penetrados por la peste de la corrupción. Corrupción que afecta a la mayor parte de su clase dirigente. Clase dirigente de los políticos, de las entidades gremiales empresarias y de los trabajadores.

Francisco le “escupió el asado” a la nueva invasión conservadora

En medio de esta circunstancia americana Jorge Bergoglio es elegido Papa. Conocedor como ningún otro de la realidad de la pobreza y la desigualdad, del mal del gnosticismo y del anquilosamiento clerical y laical y ya siendo Francisco clava su primer documento apostólico Evangelii Gaudium llamando a la conversión y reconversión espiritual y a una vuelta al Evangelio. Al mismo tiempo que formula una crítica a la globalización y promueve una Iglesia sana, honesta y “en salida” como “hospital de campaña”.

Y adelantándose a la invasión que se avecina advierte sentenciando: “Algunos todavía defienden las teorías del «derrame» que consisten en la ecuación: libertad de mercado es igual a crecimiento económico que es igual a inclusión social y mayor distribución de la riqueza. La realidad demuestra que esto es falso y que por esa vía sólo se genera: más ricos y más desigualdad (Acap. 56), más globalización de la indiferencia (Acápite 54 EG). Sólo se logra cubrir una sola de las necesidades del ser humano: el consumo” (Acap. 55)”. Como escribe el Papa Francisco quienes propugnan el modelo del capitalismo liberal dicen suponer “que todo crecimiento económico, favorecido por la libertad de mercado, logra provocar por sí mismo mayor equidad e inclusión social en el mundo. Esta opinión, que jamás ha sido confirmada por los hechos, expresa una confianza burda e ingenua en la bondad de quienes detentan el poder económico y en los mecanismos sacralizados del sistema económico imperante. Mientras tanto, los excluidos siguen esperando.” La consiguiente reacción del neoconservadurismo norteamericano no se habría de hacer esperar y por eso desde el Norte llovieron las críticas que hoy se repiten en nuestro suelo y que este Papa latinoamericano rechazó restaurando la Iglesia fiel de Dios, corrigiendo los desvíos internos, combatiendo la corrupción y mostrando al mundo una conducta ejemplar.

El gnosticismo y el pelagianismo son dos antiguas herejías que han servido para distanciar al hombre de Dios, desplazan la gracia divina y justifican su actitud por sí mismos…en relación con la política estas herejías son dos vías de acceso a otro mal cual es el mal de la corrupción.

En síntesis, La ética protestante y el espíritu del capitalismo, 1904, de Max Weber y la ética de Michael Novak (1982) justifican la ruptura de la ética protestante y de la ética católica con la moral cristiana. La ruptura de la ética de las convicciones y la ética de la responsabilidad, reservando esta al campo de la política.

La corrupción

La existencia de un sistema capitalista liberal o un sistema socialista con un Estado totalitario, o de un sistema republicano y democrático, es lógicamente independiente del grado de corrupción de los funcionarios públicos y otros dirigentes. Por más equilibrios retóricos que se intenten así lo demuestra la lógica del poder y la realidad de las naciones. Es más, como llevamos dicho, la ruptura entre la ética de las convicciones y la ética de la responsabilidad facilita el mal de la corrupción.

Lo único que aumentó en la República Argentina a partir de la vuelta a la democracia en nuestro sistema liberal o intervencionismo populista o no, fue la corrupción. Cuando fue más liberal, como es el período de los años 1989-1999, la corrupción de los funcionarios públicos, de los políticos, de los dirigentes empresariales y de los dirigentes sindicales no tuvo precedentes y la misma enfermedad prosiguió con gobiernos demócratas y asistencialistas. En el mundo sucede otro tanto, hubo un alto grado de corrupción en Rusia y la hay en los Estados Unidos.

La ética de la responsabilidad y la cultura de la corrupción

Como dijimos, la corrupción es un estado personal y social en el que unos se acostumbran a vivir. Los valores (o desvalores) de la corrupción son integrados en una “verdadera cultura”, con capacidad doctrinal, lenguaje propio, modo de proceder peculiar; cultura que tiene un dinamismo dual: apariencia y realidad; inmanencia y trascendencia (de salón); buenos modales y malas costumbres. Es una de las mayores causas de la desigualdad y de la pobreza del mundo actual y de nuestro país que padecen las grandes mayorías.

“Aunque “choque” con mis convicciones morales la ‘recaudación’ por debajo de la mesa o el vuelo por arriba de la cerca están justificados por mi ‘responsabilidad’ de financiar al grupo político o para asegurar mi futuro político”, piensa López.

Hablando de los mecanismos de la economía destinados a domesticar a los pobres y a los países pobres, el papa Francisco afirma: “Esto (la corrupción) se vuelve todavía más irritante si los excluidos ven crecer ese cáncer social que es la corrupción profundamente arraigada en muchos países —en sus gobiernos, empresarios e instituciones— cualquiera que sea la ideología política de los gobernantes” (EG nº 60 y discurso del entonces cardenal Bergoglio en la Jornada de la Pastoral Social de la Nación por construir: “Utopía, pensamiento, compromiso”, del 25 de junio de 2005).

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