La religión como instrumento político

La influencia de los credos en la llamada Revolución Libertadora

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Con la Revolución Libertadora se difundieron antiguas profecías de san Luis Orione, un santo sacerdote piamontés (canonizado por Juan XXIII) que estuvo en la Argentina en 1922 y 1934. En esta última visita viajó con el cardenal Eugenio Pacelli, futuro papa Pío XII, a la sazón legado pontificio al Congreso Eucarístico Internacional que se realizó ese mismo año en Buenos Aires.

Los ilustres visitantes desembarcaron el 13 de noviembre de 1921, el mismo día que muchos años después Eduardo Lonardi, el jefe del movimiento revolucionario y un militar de acendradas convicciones patrióticas y cristianas, sería desalojado del poder por un golpe palaciego. Pacelli fue recibido en olor de multitud y con todos los honores por un masón, el entonces presidente Agustín Pedro Justo.

El congreso configuraría el escenario de una explosión de religiosidad que sorprendió a la misma jerarquía eclesiástica, pero éste se venía dando aunque en pequeña escala desde comienzos del siglo. Hasta entonces la Iglesia católica se había replegado sobre sí misma, en una actitud defensiva debido a la hostilidad de un laicismo negador de la dimensión social de la fe que era alentado por liberales y socialistas.

Al mismo tiempo, el acontecimiento significó también una irrupción del protagonismo de los fieles laicos y marcaría un momento de inflexión en la historia de la Iglesia en el país, al punto de que cuando el papa Pacelli recibía a argentinos, rara vez podía dejar de recordar ese magno acontecimiento.

Una prensa clandestina

Según un comentario discretamente pronunciado en voz baja que nunca fue reconocido abiertamente por las autoridades eclesiásticas, le eran atribuidas a Don Orione unas predicciones de hondo dramatismo relacionadas con la vida nacional. Las profecías eran conocidas sólo en el ámbito de la Pequeٔña Obra de la Divina Providencia, una congregación fundada por el santo para atender la precaria situación de los mas necesitados, que ha celebrado el centenario de su presencia evangelizadora en el país.

Las predicciones se divulgaron de boca en boca, pero adquirieron popularidad al ser publicadas en panfletos que circularon subrepticiamente entre los opositores al régimen. Se trataba de escritos breves de corte opositor y revolucionario, y formaron parte de una prensa clandestina que era leída secretamente en ambientes antiperonistas.

Esta literatura subversiva representaría una versión local de la utilizada por la resistencia anticomunista en la Guerra Fría, que circulaba secretamente mediante copias de escritos de edición casera (ordinariamente realizada con papel carbónico o mimeógrafo, ya que no existía la fotocopiadora) y conocida como Samizdat.

Todavía está por escribir una historia de los panfletos, cuya naturaleza es un recurso que en toda guerra que se precie cumple una función complementaria del lenguaje de las armas. Recuérdese la llamada Guerra de Zapa, que San Martín organizó valiéndose de rumores para desorientar a las fuerzas realistas con motivo del cruce de la Cordillera de Los Andes o Liberty, la radio por la que los servicios de inteligencia trataban de convencer a los soldados británicos de la legitimidad de los derechos argentinos durante la campaña de Malvinas.

La guerra cultural puede ser tan o mas importante que la de las bombas y misiles, y que lo digan si no es así las fuerzas armadas argentinas que fueron militarmente victoriosas y culturalmente derrotadas en la llamada “guerra sucia”. Los cañones fueron puestos de rodillas por la cultura y los militares que ganaron están presos y los guerrilleros que fueron vencidos ocupan posiciones de poder.

Una ideología de la fe

Con su publicación en los panfletos que eran un canal de información claramente sedicioso, las famosas profecías adquirieron una categoría de tono político y pasaron a ser parte de la conspiración que concluyó en la Revolución Libertadora. Hay que recordar que a mediados de los cincuenta, todavía la sociedad argentina se podía definir como una nación inspirada en los valores cristianos y donde todo lo relacionado con la fe era un factor determinante de los comportamientos sociales.

El conflicto de Perón con la Iglesia católica ha inducido la opinión generalizada de que el factor religioso constituyó un elemento clave en la caída de ese régimen político. Los aviones de la marina de guerra que bombardearon la Plaza de Mayo tenían inscriptos en su fuselajes una cruz y una ve con el significado de “Cristo Vence” y la consigna revolucionaria fue “Dios es justo”.

avion con Cristo Vence
avion con Cristo Vence

Cuando la religión y la política se relacionan mutuamente, suele articularse una recíproca colaboración en beneficio del bien común, pero resulta frecuente incurrir en la tentación del clericalismo. El clericalismo es una instrumentación política o una ideología de la fe, algo demasiado frecuente en la vida pública argentina.

El final feliz

Según Enzo Giustozzi, un reconocido biblista y uno de los fundadores de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, que fue miembro de la congregación orionita, las profecías del fundador se interpretaron en clave antiperonista al ser utilizadas para bombardear las conciencias de la población con el anuncio de una inexorable secuencia de hechos que según ellas culminaría nada menos que con el ajusticiamiento del jefe político, supuestamente el mismo Perón.

En efecto, uno los numerosos panfletos compilados por Félix Laffiandra (h) atribuye a Don Orione haber anunciado un proceso en el que en un clima ya suficientemente enrarecido se produjo un inevitable impacto emocional: la violenta y dramática persecución a la Iglesia. Esta secuencia incluía la profanación y destrucción de templos, a la que se sumaría el derramamiento de sangre en un crescendo que en el más puro estilo de las tragedias griegas la historia era rematada con un final rimbombante en el que el todopoderoso presidente de la nación era ahorcado.

Muy en sintonía con los opositores al gobierno, y después de enumerar estas situaciones abracadabrantes y trágicas, la profecías concluían de un modo optimista y esperanzador, puesto que anunciaban un happy end al estilo de las películas hollywoodenses de época, puntualizando que la salvación iba a provenir del centro de la república. El centro geográfico de la Argentina es la provincia de Córdoba, que fue el punto de ignición del golpe militar.

Finalmente, el mensaje profético preanunciaba una Argentina cristiana y floreciente, referenciada como la luz del mundo, un destino que los argentinos entre suspiro y suspiro, ciertamente todavía estamos esperando.

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