El estadista y el fanático

El debate presidencial entre Sergio Massa y Javier Milei estuvo marcado por un contraste entre dos perfiles comunicacionales claramente distintos: el estadista versus el fanático

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Sergio Massa sorprendió dos veces durante el debate al pararse adelante de su atril
Sergio Massa sorprendió dos veces durante el debate al pararse adelante de su atril

Sergio Massa adoptó la estrategia comunicacional del estadista, tanto en el contenido de sus propuestas como en el tono en que las transmitió. Habló repetidamente, y siempre en forma positiva, del rol del estado y se mostró conocedor de los mecanismos estatales.

Fue firme en su convicción de usar los recursos del estado para la defensa de los intereses nacionales en un abanico de temas que fueron desde el comercio exterior hasta la diplomacia. Además, enfatizó el costado pragmático de la gestión pública al hacer hincapié en la necesidad de dialogar con los más variados interlocutores, establecer acuerdos y buscar consensos.

Ser un estadista eficaz requiere preparación, practicidad y moderación. Y así se mostró Massa, con propuestas concretas para los distintos temas abordados, relativamente no ideologizado en sus posturas—en ciertos momentos se lo vio con un enfoque casi tecnocrático—y calmo a la hora de confrontar con Milei.

Esta forma de comunicar el ejercicio del poder suele estar asociada con equilibrio emocional. Massa claramente exhibió esa cualidad, tanto en el tono de su voz como en lo gestual, al punto tal que en ciertos momentos pareció un poco monocorde e incluso carente de pasión.

Hay situaciones en las cuales los recursos comunicacionales que sirven para gobernar no necesariamente ayudan para llevar a cabo campañas electorales de manera exitosa. Y esto plantea la pregunta de si Massa no debería haber mostrado más pasión, sobre todo en su intervención final.

Pasión fue justamente lo que no le faltó a Javier Milei, quien en todo momento tuvo la forma de comunicar del fanático. Milei se mostró como un fanático que cree apasionadamente en sus ideales, en este caso centrados en la noción de que el estado es un obstáculo para la realización del potencial de las personas y la sociedad en la que viven.

Mientras Massa hizo hincapié en los aspectos positivos de la intervención estatal, Milei consistentemente subrayó los aspectos negativos de la misma, incluso de forma casi vehemente. En varios momentos del debate esa vehemencia se tradujo en frustración frente a la oposición de Massa a sus ideas.

Ser un fanático convincente suele estar aparejado con un estilo comunicacional dogmático y una apelación al carisma. Y así se mostró Milei, con el uso de referencias académicas como la mención al economista Gary Becker y la repetición de las ideas fundantes del credo individualista en el que su candidatura se ha basado.

Su nivel de frustración frente a los desacuerdos de Massa con su ideario fue evidente en muchos momentos del debate, tanto en sus comentarios como en su lenguaje corporal. Además, la repetición de este ideario contrastó con la carencia de propuestas concretas en muchos pasajes del debate—e incluso el notable desconocimiento de ciertas áreas vitales para un país como comercio exterior.

La frustración frente al desacuerdo y falta de contenido de políticas públicas generan interrogantes a la hora de imaginarlo gobernando—y no haciendo campaña. Pero la mayor incógnita comunicacional respecto de Milei es la paradoja de querer presidir un estado al que parece aborrecer. ¿En caso de ser electo presidente, cómo justificaría eficazmente el accionar de un estado en el que descree fuertemente?

Contrario a lo que podría esperarse en un debate entre un candidato que es pieza clave del gabinete de la administración en curso y otro casi sin pasado en la política, o entre un estadista moderado y un fanático vehemente, fue Massa quien llevó la iniciativa.

Ya desde el primer bloque, dedicado a la economía—supuestamente el tema que mejor maneja Milei—Massa marcó los términos del intercambio y tomó las riendas de la interacción a punto tal que la mayor parte del tiempo su contrincante estuvo a la defensiva.

De allí en más se generó una dinámica comunicacional en la cual, para usar una metáfora futbolística, Massa tuvo la posesión y buscó el área rival repetidamente con propuestas concretas y preguntas punzantes. Frente a ello, Milei se atrincheró frente a su arco y cuando tuvo algún respiro apostó a un contraataque centrado en críticas más que en propuestas.

Si esto fuera un partido de fútbol, yo terminaría esta columna analizando cuál estrategia comunicacional fue la mejor a la luz del resultado. Pero en este caso habrá que esperar una semana para hacerlo.

Lo que sí queda claro es que la disyuntiva entre el estadista y el fanático no podría ser más evidente. Esto, a su vez, debería ayudar a las y los votantes indecisos. Lo cual no es poco dado lo mucho que hay en juego.

Pablo J. Boczkowski es profesor de Northwestern University y miembro (2023-24) de la escuela de ciencias sociales del Instituto de Estudio Avanzado de Princeton

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