La política cambiaria y el FMI, los primeros temas de la transición

Quien resulte victorioso en el balotaje deberá enfrentar al día siguiente una compleja realidad económica marcada por la falta de reservas en el Banco Central y una renegociación pendiente con el organismo de crédito

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Sergio Massa, Kristalina Gueorguieva y
Sergio Massa, Kristalina Gueorguieva y Javier Milei

Cualquiera sea el resultado de la segunda vuelta electoral del domingo próximo, el martes 21 dará comienzo un período de transición hasta la asunción del nuevo Presidente de la Nación, el 10 de diciembre.

Y digo cualquiera sea el resultado, porque aún si le tocara ganar al oficialismo, la realidad obligará al ministro Massa, a empezar a acomodar la política económica para permitirle al eventual presidente Massa asumir con algunas cuestiones económicas ya encaminadas.

Si, por el contrario, el triunfo fuera del candidato opositor, imagino que la tan postergada transición “cooperativa” se pondría en marcha, y quien o quienes sean designados por Javier Milei irían al Palacio de Hacienda con un listado de medidas a solicitar, también para facilitarle al nuevo presidente el comienzo de su gobierno.

El primer ítem de la lista, casi con seguridad, se referirá a la política cambiaria.

Si bien el ministro Massa anunció que a partir del 15 de noviembre se abandonará la transitoria política de tipo de cambio fijo, para retomar un esquema de minidevaluaciones periódicas, las dudas persisten.

Primero, no está claro si el tipo de cambio especial para exportadores, con el mix de 70/30 (oficial/libre) para fijar el valor del dólar, continuará. O si se alterará dicha mezcla y si, eventualmente, también alcanzará a las importaciones.

En ese caso, podría darse un salto en el precio del dólar de importación, para igualarlo con el dólar de exportación, y recién allí, con el tipo de cambio para el comercio de bienes unificado, lanzar el esquema de ajustes periódicos, cuya magnitud diaria o mensual también quedó, por ahora, confusa.

Alternativa o complementariamente, se podría permitir canalizar el pago de importaciones hacia el mercado libre, aún a riesgo de un salto adicional de la tasa de inflación -por el incremento de los precios de los productos importados que todavía se referencian en el dólar oficial, más un aumento de la brecha por mayor demanda en ese mercado-.

Es probable, además, que sin la necesidad “electoral” de intervenir en el mercado de cambios libre, el Banco Central esté en condiciones de destinar algunos dólares al pago de importaciones, en lugar de utilizarlos para frenar el precio del dólar libre.

Lo único que queda relativamente claro es que el 21 de noviembre, de ganar el oficialismo arranca otra política cambiaria. Y que esa política cambiaria será producto de la realidad de la falta de reservas y de una “negociación” con el sector privado.

Banco Central de la República
Banco Central de la República Argentina - REUTERS/Agustin Marcarian/File Photo

Y queda claro porque, sea con las variantes mencionadas u otras resulta cuasi imposible extender el esquema de paralización de las autorizaciones de pagos de importaciones que ya está poniendo en peligro tanto el nivel de actividad y de empleo, como, por falta de insumos médicos, incluso la vida de personas que requieren tratamientos urgentes.

Imagino, a su vez que, de ganar, el candidato de la oposición, pedirá que se sincere más rápidamente el precio del dólar oficial, movimiento consistente con el camino que propone, más lento o más rápido, respecto del rescate de los pasivos monetarios del Banco Central y su eventual canje por algún instrumento dolarizado.

La otra cuestión que habrá que encarar con urgencia es la de retomar las negociaciones con el FMI.

En este momento el acuerdo con dicho organismo está caído, dado el incumplimiento de las políticas en materia fiscal y cambiaria, verificado a partir del último desembolso.

En diciembre está previsto un nuevo desembolso que urge ingresar.

Por supuesto, no es lo mismo una negociación protagonizada por el oficialismo que una encarada por una oposición triunfante.

Se supone, solo se supone, que el staff y el Directorio del Fondo serán más pacientes con una nueva administración que frente a la continuidad de la administración actual, con un serio problema reputacional.

Pero revivir el acuerdo con el FMI requerirá establecer nuevas metas, en materia fiscal y de acumulación de reservas.

Por lo tanto, no sólo habrá que definir el régimen cambiario, también será necesario establecer otro marco de impuestos y gastos, con el agravante de que los dos candidatos del balotaje acaban de votar en el Congreso una reforma impositiva insostenible y a contramano de las mejores prácticas internacionales, que incrementa aún más el déficit fiscal con el que cierra el 2023.

En este contexto, una negociación con el Fondo puede ser parte de la solución de transición para el nuevo gobierno, si se llega rápido a un nuevo acuerdo, o constituirse en un problema que agrave expectativas y desestabilice los inicios de un nuevo ciclo.

En síntesis, después de la fantasía de la campaña electoral, vendrá la realidad de una difícil transición, sin reservas en el Banco Central y con el acuerdo con el FMI caído.

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