Feminista en falta: el poder de la voz de Taylor Swift y los brazaletes de la esperanza

La cantante que se presentará desde esta noche en River tuvo un punto de inflexión en su carrera cuando decidió opinar sobre política aunque eso pudiera perjudicarla. Opositora de Trump y defensora de los derechos de las mujeres y disidencias quiere alzar su voz para hablar de lo que importa mientras la sociedad tolere su éxito

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Taylor Swift se presenta hoy
Taylor Swift se presenta hoy en el estadio de River (Reuters/Mario Anzuoni/File Photo)

Nadie describió mejor el fenómeno Taylor Swift que el comerciante de Once que cuenta en un video ahora viralizado cómo recibe a diario en su local de cotillón a decenas de “chicas jovencitas, pero también profesionales” que compran los famosos brazaletes de la amistad porque “se han enganchado con este movimiento sano que está produciendo un gran cambio social, buscando valores buenos”. La que me pasó el link fue Ana Correa, abogada, comunicadora feminista y swiftie de la primera ola que hace rato trata de evangelizar a todas sus amigas con los temas de la cantante que hoy dará el primero de sus tres conciertos en el Monumental.

“Es esclarecedor”, me dice Ana, y me manda a ver Miss Americana, el documental de 2020 en el que Swift da cuenta de la gran transformación en su vida artística, cuando aprendió que, más allá de su música, podía usar el poder de su voz y trabajar duro mientras la sociedad tolerase su éxito en una industria donde –se lamenta la artista– “las mujeres son descartadas en un cementerio de elefantes cuando cumplen 35 años”.

A Taylor, que comenzó su carrera discográfica cuando sólo tenía 14, le advirtieron que tenía que ser una buena chica. Y que las buenas chicas “sonríen y saludan y dicen gracias. Una buena chica nunca incomoda a la gente con sus opiniones”. Los contraejemplos se encarga de enumerarlos ella misma; sin ir más lejos, las Dixie Chicks –una banda country, como Swift en sus inicios– que prácticamente desapareció del mapa después de condenar la intervención norteamericana en Irak en los primeros 2000.

“Todos (todas) son juguetes nuevos y brillantes por unos dos años –dice Swift en un monólogo que va a in crescendo como una de sus canciones–. Las artistas mujeres que conozco tuvieron que reinventarse veinte veces más que los artistas varones. Tienen que hacerlo o se quedan afuera, encontrar todo el tiempo nuevas facetas que la gente encuentre interesantes. ‘Sé nueva para nosotros, sé joven para nosotros, pero sólo de una forma nueva que sea la forma que nosotros queremos. Reinventate, pero de una forma que nos reconforte sin dejar de ser un desafío para vos. Viví y encarná una narrativa que nos entretenga, pero no seas tan loca como para incomodarnos’”.

A Taylor, que comenzó su
A Taylor, que comenzó su carrera discográfica cuando sólo tenía 14, le advirtieron que tenía que ser una buena chica. Y que las buenas chicas “sonríen y saludan y dicen gracias. Una buena chica nunca incomoda a la gente con sus opiniones” (Reuters/Mario Anzuoni)

La referencia queda en el aire y se hace todavía más actual en la biografía recién lanzada de la princesa del pop, Britney Spears, o apenas viéndola bailar en su cuenta de Instagram, hermosa y rota; al fin libre, pero incómoda y siempre incomodando. Si las comparaciones son odiosas, Swift lo sabe mejor que nadie: no había cumplido 20 años cuando Kanye West le arrebató el micrófono y el momento sobre el escenario de los premios MTV VMA de 2009. Ella se había impuesto con You Belong To Me como Mejor Videoclip Femenino, pero el rapero no creía que lo mereciera: “Taylor, estoy muy feliz por vos y te voy a dejar terminar, pero Beyoncé tiene uno de los mejores videos de toda la historia, ¡uno de los mejores videos de toda la historia!”, dijo con la prepotencia del que puede. Quizá fue esa noche en la que Swift lloró en los camarines y volvió a subir dignísima al escenario, sin siquiera quejarse, cuando comenzó a gestarse el cambio.

Frente a la imposición de llorar a escondidas y levantarse, de ser prolija y silenciosa, “la persona (la mujer) que todos querían que fuera” –esa imposición con la que es difícil no identificarse, no importa qué lugar nos haya tocado en este mundo a todas nos dijeron alguna vez que no nos merecíamos algo por lo que trabajamos–, en 2018 rompió con su norma personal de no intervenir en política. Lo hizo movida por la candidatura de la senadora republicana –y antiderechos– Marsha Blackburn en su estado natal, Tennessee. Blackburn iba a convertirse en la primera mujer en ocupar el cargo, pero se autodefinía como una “conservadora hard-core” y se oponía abiertamente a los derechos de la comunidad LGBTIQ+ y a los derechos reproductivos, además de negar los femicidios y la violencia machista.

En Miss Americana (Netflix), Swift dice que se sintió en la obligación de hablar contra la senadora trumpista –y en última instancia, contra el propio Donald Trump– y de impulsar un aluvión de empadronamientos de votantes jóvenes –hordas de swifties– en las elecciones de medio término que hubo en su país ese año. Aunque Blackburn terminó ganando la banca, la impotencia dio paso –como casi todo en su vida– a una canción que se volvió himno: Only the Young, el tema en el que habla de los y las jóvenes como grandes agentes de cambio, ahora suena fuerte en cada campaña demócrata.

Only the Young, el tema
Only the Young, el tema en el que Taylor habla de los y las jóvenes como grandes agentes de cambio, ahora suena fuerte en cada campaña demócrata (@taylorswift)

Esa toma de partido es la que citaba hace unos días la nota de la corresponsal de The New York Times en la Argentina: el fragmento del documental en el que Swift dice que decidió oponerse públicamente a Trump pese al riesgo evidente para su carrera, circuló sin parar en redes en la previa de su llegada a Buenos Aires en plena contienda hacia el ballottage.

Es que son muchas las swifties locales que hicieron la cuenta de lo que haría su ídola –que no obstante no se pronunció hasta ahora sobre los candidatos argentinos– y llaman a votar contra el libertario Javier Milei, alguien que armó la base de su electorado en torno al voto joven (tanto que, según una encuesta que menciona la misma nota, el 27% de su apoyo proviene de personas de entre 17 y 25 años). “No podemos no pelear después de ver y escuchar a Taylor darlo todo para que la ultraderecha no ganara en su país –se lee en un comunicado del grupo Swifties por la Patria–. Como dice Taylor, tenemos que estar del lado correcto de la historia”.

En todo caso, detrás de las swifties o de los fans del grupo de K-Pop BTS –de los que también se ocupa la nota de The New York Times– aflora otra cara del electorado joven que creció en la primavera del #NiUnaMenos y la ampliación de derechos –y que los propios mileístas se encargaron de oponer a la figura de los votantes rancios, “los viejos meados”–: para algunos de estos chicos y chicas, pese a la crisis y la ausencia de oportunidades, esos derechos –a los que les canta Taylor– siguen siendo fundamentales. Los valores buenos de los que hablaba el comerciante de Once tal vez todavía subsistan en esos brazaletes de amistad que hoy se alzarán en River.

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