A cuatro semanas del brutal ataque terrorista perpetrado por Hamas contra el Estado de Israel, se eleva en nuestra región la inquietud por la postura de varios gobiernos latinoamericanos frente al conflicto.
Previsiblemente, los gobiernos de las dictaduras castrochavistas de Cuba, Venezuela, Nicaragua y Bolivia condenaron el ejercicio del legítimo derecho a la defensa de Israel. Al tiempo que han adoptado posiciones que con más o menos ahínco parecen acompañar o justificar el accionar terrorista.
A su vez, gobiernos democráticos de países como México, Colombia y Chile han optado por presentar quejas respecto a la “proporcionalidad” de la respuesta de Israel frente al mayor ataque terrorista de toda su historia. Al tiempo que el gobierno argentino pareció optar por una postura errática. Porque si bien sancionó al terrorismo, más tarde volvió a cuestionar la respuesta militar del país agredido.
Pero probablemente Bolivia ofrezca la situación más problemática. Toda vez que el gobierno de ese país no solo volvió a colocarse en abierta hostilidad con Israel, sino que mantiene una inquietante relación con Irán.
Es en estas circunstancias en que adquieren singular importancia algunos recientes desarrollos. Especialmente porque en julio pasado, reunidos en Teherán, los ministros de Defensa de Bolivia, Edmundo Novillo Aguilar, y de Irán, Mohammad Reza Ashtiani, firmaron un memorando de entendimiento para ampliar la cooperación bilateral en el campo de seguridad y de defensa.
Un documento que no puede ser interpretado sino como un intento por profundizar los lazos diplomáticos y políticos del gobierno del Movimiento al Socialismo boliviano y el régimen extremista que controla la República Islámica de Irán.
El vínculo Teherán-La Paz, en tanto, fue interpretado como el resultado de la “penetración” de Cuba y Venezuela en la política boliviana, al tiempo que observadores como el ex ministro Carlos Sánchez Berzaín recordaron que a partir de la llegada de Evo Morales al poder, Irán se convirtió en un referente principal en una agenda dictada desde La Habana.
Una hoja de ruta trazada por el Foro de San Pablo que incluye la reproducción hasta el cansancio de una narrativa que encierra una permanente falsificación de la verdad. La que lleva a ocultar misma la naturaleza de los acontecimientos, procurando confundir un ataque terrorista con un problema de naturaleza territorial. Al punto de pretender atribuir cínicamente los crímenes de los terroristas a sus víctimas y a sentar al estado agredido en el banquillo de los acusados de la tribuna del mundo.
Estas horas aciagas nos imponen a quienes creemos en el respeto a la vida y la dignidad humana, el imperativo a hacer nuestros máximos esfuerzos para esclarecer la realidad de los hechos.
Un extremo que nos obliga a recordar que Teherán no es un actor más en el orden global. Heredero de una cultura milenaria, Irán es una sociedad sofisticada cuya dirigencia se ve a sí misma como recipiendaria de un destino de liderazgo en la siempre crucial región de Oriente Medio.
Es así como -para desgracia de propios y ajenos- Irán es controlado desde 1979 por una teocracia fundamentalista que sustituyó a la monarquía del Shah Mohammed Reza Pahlevi y cuya política promueve una agenda anti-occidental y la destrucción de Israel. A la vez de procurar un programa nuclear que en caso de ser completado provocará una inevitable carrera de proliferación en la zona más caliente del mundo.
Pero Irán es además un estado promotor del terrorismo a escala global, constituyéndose en el principal sospechoso de los atentados terroristas en la Argentina ocurridos en 1992 y 1994.
Traer a Irán a nuestra frontera, a través de la cercanía del gobierno boliviano con el régimen de los Ayatolas, implica introducir en nuestra región una grave amenaza a la paz y la seguridad internacional.
Al tiempo que importa una complicidad que, llevada a sus conclusiones más extremas, podría generar la alteración de nuestra condición de región de paz en un mundo cada vez más complejo.
*Mariano A. Caucino es especialista en relaciones internacionales. Ex embajador argentino en Israel y Costa Rica.