Massa y Milei apuestan todo al voto bonaerense para desempatar el balotaje

El libertario saca ventaja en CABA, Mendoza, Córdoba y Santa Fe. Y Massa prevalece en el norte y en la Patagonia. Por eso, esta elección se define con la pulseada en el Gran Buenos Aires

Javier Milei y Sergio Massa se enfrentarán el 19 de noviembre en el balotaje

Desde la democracia moderna, que en la Argentina no se puede considerar hasta la restauración de 1983, cada presidente que logró vencer al peronismo es porque hizo una gran elección en la provincia de Buenos Aires. Le sucedió a Raúl Alfonsín, quien llegó a ganar la gobernación con la candidatura sorpresa de Alejandro Armendariz. Le pasó a Fernando De la Rúa en 1999, quien no alcanzó a quedarse con la gobernación que disputó Graciela Fernández Meijide. Y lo consiguió Mauricio Macri en 2015, quien recuperó la Provincia con el éxito fulminante de María Eugenia Vidal. Ese impulso le alcanzó después para ganarle el balotaje a Daniel Scioli por apenas el 2,5%. Casi nada, pero fue todo.

Si Javier Milei quiere superar a Sergio Massa en la segunda vuelta del 19 de noviembre, deberá quebrar la hegemonía peronista en la provincia de Buenos Aires. No es necesario que el candidato de La Libertad Avanza termine como triunfador en el distrito, pero si deberá perder por un margen menor al 10%. Si el peronismo obtiene una diferencia de dos dígitos, el ministro de Economía de la inflación y el dólar disparado se convertirá en el presidente.

Ese es el escenario que están analizando los equipos de los dos candidatos, Massa y Milei. Y en los dos campamentos electorales llegan a la misma conclusión: el balotaje, como el de Macri versus Scioli hace ocho años, se definirá por muy escaso margen.

Para Massa fue fundamental el triunfo en primera vuelta, y más decisivo aún que fuera por una diferencia de siete puntos. Esa dimensión electoral le devolvió el optimismo a un peronismo que venía muy golpeado por el tercer puesto de las PASO y recuperó para el candidato la imagen de liderazgo que la mayoría de los gobernadores y de los intendentes peronistas no le reconocía.

Del mismo modo que la victoria holgada fortaleció a Massa, el que sintió el efecto contrario fue Milei. El candidato de LLA, a quien algún encuestador le asignaba la posibilidad de ganar en primera vuelta, se vio abatido por la sombra de la derrota.

La velocidad con la que cerró el acuerdo con Mauricio Macri y Patricia Bullrich le devolvió la competitividad. Debió pagar el costo de la centralidad del ex presidente y correr el riesgo de terminar repitiendo la comedia trágica de Alberto Fernández con Cristina Kirchner, pero pasado el impacto de los primeros días Milei se ha lanzado ahora a recuperar la frescura de aquel candidato que rompió el molde con su agresiva agenda libertaria.

La batalla final en el conurbano

La primera decisión de Milei fue recuperar la calle, con actos más chicos, pero más repentinos y buscando retomar la cercanía con los votantes. ¿En qué territorio? En la decisiva provincia de Buenos Aires. El sábado al mediodía apareció a media mañana en la elegante calle Alvear, en Martínez, partido de San Isidro, y un rato después hizo un discurso en la escuela de aviadores de Ciudad Jardín, El Palomar, en el distrito de Tres de Febrero.

En ambos sitios, gobernados por intendentes de Juntos por el Cambio, la fiesta libertaria moderó sus clásicos de campaña gritona y al ritmo del rocanrol. No hubo agite de motosierras ni billetes de dólares con la cara de Javier. Mucho apretón, abrazo y mucha selfie. Y hasta un intento de corear el “sí, se puede” en El Palomar, que ensayó el candidato echando mano al casi olvidado hit del macrismo. Pequeñas anécdotas de esta moderación.

Esta semana, Milei seguirá con la recorrida bonaerense. Pasará por Ciudadela, por Ramos Mejía, y después por Lanús y por la ciudad de La Plata, que el cambiemita Julio Garro acaba de resignar en manos del neomassista Julio Alak. Las denuncias de fraude no alcanzaron para dar vuelta una elección que se definió por poco más de 500 votos. La batalla será así, a cara de perro.

Criado entre San Martín y Tigre, Massa sabe perfectamente que su destino se juega en los votos del Gran Buenos Aires. Sus encuestadores le han dicho que tiene que extremar el esfuerzo para estirar las diferencias con Milei a más del 10% de los votos en la Provincia para asegurarse un triunfo en el balotaje a nivel nacional.

En la primera vuelta del 22 de octubre, Massa cimentó su victoria en la remontada en siete distritos: se despegó de Milei y de Bullrich en La Matanza, en Merlo, en Lomas de Zamora (donde el escándalo marítimo de Martín Insaurralde no generó ningún impacto negativo), en Almirante Brown, en Quilmes, en Florencio Varela y en Moreno. Tercera sección electoral, segundo y tercer cordón del conurbano, donde la inflación llega al 20% mensual y la pobreza pasa el 50%. En cualquiera de estas sorprendentes intendencias bonaerenses, el gran Osvaldo Soriano podría haber escrito la segunda parte de “No habrá más penas ni olvidos”.

El mapa territorial del balotaje está bastante claro para los dos candidatos. Massa intentará entonces sacar una ventaja definitoria en la provincia de Buenos Aires, y repetir sus grandes remontadas en las provincias del norte argentino: básicamente Tucumán, Salta, Santiago del Estero, La Rioja y Catamarca. Intentará volver a ganar en varias provincias de la Patagonia y resistir la andanada Milei en Córdoba, Mendoza y Santa Fe.

Está claro que para Milei serán determinantes los distritos mencionados. Debe sacar la mayor diferencia posible en la Ciudad de Buenos Aires, y repetir los triunfos en tierras mendocinas, santafesinas y cordobesas. Ningún gobernador, ningún legislador, ningún intendente juega el partido de su continuidad en el balotaje. Serán solo las boletas de Massa-Agustín Rossi contra las de Milei-Victoria Villarroel. El esfuerzo que haga el dirigente aliado será fundamental. Porque un punto para la fórmula propia significa dos menos para el adversario.

Los votos de Bullrich, Schiaretti y el resto

La mayor apuesta que están haciendo en las campañas de Massa y Milei es para capturar los votos de Juntos por el Cambio, ya que Patricia es la que obtuvo el mayor porcentaje (23,8% y 6.379.000 votos) con su tercer puesto. El libertario, con el respaldo de Macri, Bullrich y dirigentes del PRO, espera poder quedarse con entre el 70 y el 75% de quienes votaron a la coalición opositora.

En tanto, el equipo de Massa aspira a retener un poco más del 30% de esos votos opositores. Buscará los de quienes venían de votar a Horacio Rodríguez Larreta en las PASO, los de los seguidores de Elisa Carrió y, sobre todo, los del espacio más alfonsinista de la UCR, enojado con Milei por las durísimas críticas que el candidato le dedica a Raúl Alfonsín cada vez que lo menciona. Ya se ha convertido en leyenda el muñeco al que Milei le pone la cara de Alfonsín para pegarle en sus ratos de ocio. Y “rata hiperinflacionaria” es apenas uno de los adjetivos con el que el libertario recuerda al padre de la democracia. Como ya le anticipó el actor Luis Brandoni, será difícil que coseche votos por ahí.

El otro campo de batalla entre los candidatos serán los votos de quienes optaron por Juan Schiaretti (6,7% y 1.802.000 sufragios). A Milei le suma que Córdoba haya dado muestras de su anti kirchnerismo; que el cordobés haya criticado a Massa por la ofensiva K contra la Corte Suprema en el Congreso y que Macri tenga muy buenos antecedentes electorales en la provincia.

Pero Massa confía en el trabajo silencioso del nuevo gobernador, Martín Llaryora, y de los intendentes importantes del peronismo en Córdoba para que la derrota no sea catastrófica. El porcentaje que se quede cada uno de los votos obtenidos por Schiaretti (una buena parte no son votos cordobeses, sino que provienen de Santa Fe) será otro factor importante para definir el balotaje.

En el caso de los votantes de Myriam Bregman (2,7% y 722.061 sufragios), en ambos equipos de campaña estiman que la mayoría de ellos se inclinará por Massa. La izquierda argentina ha sido históricamente funcional al kirchnerismo y, además, Milei se ha ocupado de insultarlos llamándolos “zurdos” y agregando calificativos más duros desde el comienzo de su carrera política.

Es posible que el 2% de votos en blanco de la primera vuelta se vea incrementado por el rechazo de un sector del electorado a respaldar a cualquiera de los dos candidatos. En el equipo de campaña de Milei le temen más a esta modalidad porque creen que hay una buena cantidad de votantes de Juntos por el Cambio, y también de Schiaretti, que se pueden ver atraídos por la posibilidad del voto en blanco, y que le restarían apoyo electoral al libertario.

Las encuestas difundidas hasta ahora se reparten en cantidades parecidas dándole la victoria a Massa y a Milei. Pero los analistas que trabajan para los candidatos se detienen ante dos factores que pueden ser determinantes en el resultado del balotaje.

1.- El primero es qué grado de movilización de votantes podrá lograr Milei el domingo de la segunda vuelta. Y cuánta eficacia podrá tener el equipo de fiscalización, que se ha fortalecido con la promesa del PRO de sumar a miles de fiscales en todo el país.

Los libertarios saben que difícilmente se pueda repetir el 77,8% de asistencia que hubo en primera vuelta. Y saben también que una menor afluencia de votantes reduce su chance de triunfo.

2.- El otro punto clave es la fidelidad del voto peronista. Ni el escándalo protagonizado por Insaurralde ni el de la Legislatura Bonaerense le restaron algún voto a Massa el 22 de octubre.

Ni la inflación, ni la pobreza ni la falta de nafta en casi todo el país parece que pueda modificar el comportamiento electoral de la mayoría de los bonaerenses. Y si Massa vuelve a ganar en la Provincia con el margen que lo hizo en la primera vuelta, sería una verdadera hazaña que Milei lo pueda equilibrar en el resto de la Argentina.