Cuando el presente nos trae lecciones del pasado

A 85 años de La Noche de los Cristales Rotos, el presente nos conmina a aprender y nos trae lecciones con toda su crudeza y dolor

La Noche de los Cristales Rotos ocurrió del 9 al 10 de noviembre de 1938, hace 85 años (AP)

En el libro Memorias, junto a su esposa Beate, Serge Klarsfeld, escribe: “Si la Shoá se hubiera consumado hasta el objetivo deseado por sus responsables, si los nueve millones de judíos europeos hubieran sido ejecutados, esa habría sido para los nazis la ‘página de gloria’ a la que se refería Heinrich Himmler en 1943″. Tres millones de judíos sobrevivieron y escribieron la página del sufrimiento vivido por su pueblo. Sin aquellos que hablaron, contaron, escribieron, dibujaron, compusieron, es decir los sobrevivientes de la deportación y los campos de exterminio, los que escaparon de las redadas, los huérfanos, los niños escondidos, los pocos que pudieron salir de los guetos y las fosas comunes, no sabríamos nada, o casi nada, de aquella inmensa tragedia que tuvo por marco todo un continente.

En estos días el pueblo judío recordamos una vez más la Noche de los Cristales Rotos, el primer pogromo llevado a cabo por los nazis, y que fue el inicio formal de la tragedia del Holocausto, el genocidio del pueblo judío. Ocurrió la noche del 9 al 10 de noviembre de 1938. Hace 85 años.

Aquella noche trágica, en toda Alemania y Austria, más de 7.000 negocios judíos fueron saqueados sin intervención alguna de la policía, al igual que las escuelas y hospitales, todos los cementerios fueron profanados y 267 sinagogas incendiadas. 91 judíos fueron asesinados, 30.0000 fueron detenidos y enviados a los campos de concentración de Dachau, Buchenwald, y Sachsenhausen. Las víctimas luego fueron multadas y obligadas a pagar los daños sufridos. Humillados nuevamente. La Kristallnacht demostró que ningún judío podía aspirar a una vida normal dentro de la dictadura nazi.

Como muchas veces ocurre, las fechas se conjugan y se resignifican. Una nueva fecha de recordación hemos incorporado a nuestro calendario. Se cumple un mes del pogromo perpetrado por la organización terrorista Hamás en territorio israelí. Este ataque del 7 de octubre nos trajo las mismas fotos del pasado actualizando las lecciones de historia que nos fueron enseñadas una y otra vez en nuestro paso por las escuelas judías. A muchos nos revivieron recuerdos de conversaciones con nuestros abuelos, escapados de la Rusia zarista y del antisemitismo que en aquellas tierras se desplegaba amparado e incitado desde el poder.

Fotos de los rehenes secuestrados por Hamas hace un mes, cuando tuvo lugar el feroz ataque de la organización terrorista (REUTERS)

Las mismas escenas de violaciones, muertes, incendios de viviendas, destrucción y secuestros, que, aunque lejanas tenemos grabadas a fuego, aquellas que tantas veces hemos vistos y leído con dolor e incredulidad, se despliegan ahora ante nuestros ojos hasta empaparlos de lágrimas impidiéndonos seguir viendo, nublando la mente por no encontrar respuesta a tanta irracionalidad, quebrándonos el corazón por la inhumanidad otra vez puesta de manifiesto.

Ironías de la historia, aquella noche de 1938, los judíos fueron culpados por el pogromo nazi, de la misma manera que hoy Israel y los judíos somos señalados y culpados para justificar el pogromo de Hamás por multitudes enajenadas que incluyen intelectuales, políticos, periodistas, profesionales, religiosos y organizaciones defensoras de los derechos humanos alineados incomprensiblemente con aquellos que los desprecian y combaten por sus ideologías, culturas, identidades y comportamientos.

Son señales claras que nos dicen de que no se ha aprendido. Que la educación ha fracasado, y la política no ha sabido estar a la altura comprendiendo ciertamente la realidad y las verdaderas amenazas de nuestro tiempo. Es la verdad que debe decirse. Lo vemos en el antisemitismo creciente que se despliega impune en las redes sociales, se expresa libremente en las marchas disfrazada de antisionismo, y se permite sin pudor ligarnos a nosotros los judíos con el nazismo. Que pide junto a Hamas la destrucción de Israel y nuestra desaparición. Un antisemitismo feroz que espera agazapado la señales para expresarse. Que se envalentona ante la ausencia del Estado para censurar y castigar.

Cada año, cuando celebramos pesaj, nuestras pascuas en la que nos constituimos como pueblo los judíos nos recordamos que estuvimos allí en la salida de Egipto, logrando nuestra libertad. Generación tras generación nos hacemos cargo de nuestra identidad, de nuestra historia, nos asumimos y comprometemos como una sola unidad, Am Ejad, un solo pueblo en hebreo y así lo seguiremos haciendo a través del tiempo.

Hoy recordamos a nuestras víctimas de la Kristallnacht, repudiando el nazismo una vez más. Alzando nuestra voz enfrentando los discursos de odio de los antisemitas y negacionistas de la Shoá. Pero también contra los negadores del terrorismo de Hamas. A los que osan vergonzosamente igualar a Israel con una organización terrorista. Los que le niegan, objetan o limitan su natural derecho a defenderse. Señalando a los indiferentes, los que aplauden a dictadores, los que malversan a los organismos multilaterales de derechos humanos. A los que callan cobardemente.

Son dos fechas que jamás serán olvidadas. El relato auténtico de la Shoá exigiría 6.000.000 millones de testimonios. Los muertos de la Shoá no pueden atestiguar sino por medio de las declaraciones que constituyen los diarios íntimos y las cartas manuscritas, los documentos sepultados en la tierra europea ensangrentada. El relato autentico del pogromo hecho por Hamás exigiría las voces de los 1450 asesinados Ellos no pueden atestiguar, pero estamos nosotros. Hoy la palabra y la acción junto a la de los sobrevivientes, es de todos los hombres y mujeres de bien que debemos dar testimonio, contar lo que ocurrió, no olvidar a nuestros muertos y clamar sin descanso por la liberación de los 241 rehenes. Porque como en el pasado con el nazismo, no se trata solo de los judíos, sino de la vida y la libertad de todos.

El presente nos conmina a aprender. Nos trae las lecciones del pasado con toda su crudeza y dolor. Como sabemos es el estudio permanente de la historia que nos fortalece en nuestra identidad porque los judíos creemos en el valor de lo memoria colectiva. Seguiremos enseñando al mundo el valor de la paz, del encuentro, de la convivencia. Estamos en este mundo para ello. Nadie nos hará equivocar y menos doblegar.