Gobierno de unidad nacional o salto al vacío

Argentina se juega mucho más que una elección presidencial el 19 de noviembre, se pone sobre la mesa la democracia que supimos conseguir hace 40 años

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Sergio Massa y Javier Milei
Sergio Massa y Javier Milei

¿Qué es un salto al vacío? Es una expresión que se utiliza para referirse a acciones o decisiones que implican un alto riesgo. Se refiere en sentido literal a lanzarse hacia un espacio vacío sin saber las consecuencias. Es aventurarse a riesgos desconocidos.

En el balotaje presidencial las y los argentinos nos encontraremos frente a esa decisión. Una crucial disyuntiva que pone en disputa hasta los principios y valores del consenso democrático construido por nuestra sociedad en los últimos 40 años. Es la elección más importante desde 1983. Acá está resumido en cinco puntos lo que se juega el próximo 19 de noviembre y las posturas contrapuestas de Massa y Milei.

1. En principio, las dos posiciones que se oponen giran en torno a la construcción o la destrucción. Sergio Massa ha llamado a un gobierno de Unidad Nacional. Mediante una convocatoria plural promueve una apertura consistente en buscar a los mejores para un gobierno de unión nacional, estructurado sobre la base del consenso democrático que el pueblo argentino construyó durante cuarenta años. A eso Milei le opone, acompañado por Bullrich, el estallido. La idea de dinamitar, destruir. El ruido de la motosierra que impide escuchar al otro y reconocerlo, son síntomas de esa violencia simbólica que peligrosamente se encamina a ser real. La llamada “derecha trash” como se la conoce en el mundo se nutre del odio y del espíritu antidemocrático. Por eso la primera decisión el 19/11 es si volvemos a elegir la democracia como hace 40 años o no.

2. El segundo punto tiene que ver con lo anterior, pero implica un paso más. Sergio Massa promueve una nueva etapa institucional. Ya lo expresó y decretó que con él se termina la grieta. A la agresión, la respuesta es el abrazo. Al conflicto, la cooperación. La solidaridad. La aceptación del diferente. El respeto de la opinión ajena. Aspira a ser el presidente de la moderación -que no significa tibieza-, del diálogo, de la racionalidad y templanza. Javier Milei plantea la “economización del todo”. Desde la libre venta y portación de armas (Estados Unidos lleva 525 episodios de tiroteos con más de 15.000 muertos en lo que va del año, según CNN), hasta el mercado de órganos que lleva a la dignidad humana al sótano más profundo. Al fin de la grieta de Massa, Milei propone su profundización a través de la alianza con Macri. Es el espíritu “anti”, que funciona como una adicción, diría Avelluto. A la concordia de Massa se le opone la discordia de Milei.

3. El tercer eje es el modelo de país. Sergio Massa propone la Argentina del trabajo, la producción y la seguridad. Existe la conciencia y lo ha expresado, que Argentina aún está injustamente distribuida y socialmente desequilibrada. Pero sostiene que la forma para salir adelante es a través del acuerdo y la cooperación entre capital y trabajo. La idea de una industria argentina fuerte es el puntal para el desarrollo. La infraestructura y la educación, son dos herramientas claves más en esa ruta al desarrollo. Sólo lo puede hacer un Estado presente, eficiente e inteligente. Lo mismo en materia de salud y servicios públicos. Y también en seguridad, un tema que Massa resolvió con éxito en Tigre.

Milei sostiene, reitero, “la economización del todo” con ideas casi del siglo XIX, previas al desarrollo capitalista de la posguerra. Milei reniega lo que ocurrió después de la II Guerra Mundial donde funcionó ese pacto de cooperación entre capital y trabajo. Él, promueve lo que el mundo hoy llama “Neoliberalismo Frankestein”, consistente en ver -ante el fracaso de esas políticas neoliberales-, con que fuerzas se puede intersectar el neoliberalismo para perdurar. Entonces propone: políticas de desmantelamiento del Estado, de los servicios públicos, de la seguridad social combinadas con negacionismo frente a la evidencia científica en distintos campos, odio, pérdida de derechos con violencia, incertidumbre, peligro y embates a los principios de justicia social.

4. El cuarto punto, que es extremadamente sensible, refiere a la soberanía y la defensa del interés nacional en el marco de una agenda global. Sergio Massa se ha expresado con claridad en lo estratégico que resulta para el desarrollo nacional la explotación en forma ambientalmente sostenible de nuestros recursos naturales por parte del Estado. La cuestión Malvinas, central en nuestra identidad y derecho, es prioridad. La crisis climática y el cuidado del planeta, así como la vigencia y protección de los derechos humanos y la búsqueda de la paz a nivel global, son aspectos centrales para Massa en la defensa del interés nacional. ¿Que nos depara Milei? Ya no es una incógnita. Con su lógica negacionista ha cuestionado la crisis climática de la misma manera que su compañera niega violaciones sistemáticas a los Derechos Humanos o proponen el mercado de órganos. También se ha manifestado en contra de vincularse con nuestros principales socios comerciales como China, Brasil o la India. Ni hablar de Malvinas y su idea de consultar a los kelpers (población implantada), en contra de toda la tradición de política exterior argentina que atravesó todos los partidos.

5. Finalmente, para conducir el Estado argentino se necesitan algunos atributos. Los resumiría en tres: formación política, solvencia técnica y lealtad a la patria. En estos meses que han pasado Sergio Massa ha demostrado tener con qué. Pese a las graves situaciones heredadas se ha puesto al frente y ha timoneado la crisis con solvencia. Ahora es tiempo de consistencia en políticas públicas de modo incremental, no cambios bruscos. Con templanza, equilibrio emocional y racionalidad.

Lo contrario es Milei. A la improvisación en un equipo conformado por libertarios dogmáticos y gamers trasnochados se suma el mesianismo, la idea de romper todo y empezar de nuevo, la inestabilidad emocional percibida en cada intervención pública y la violencia oral y gestual. El “barbarismo tecnocrático”, según palabras de Ortega y Gasset reducido a sus “en teoría” saberes económicos preocupa. Su admiración por Margaret Thatcher, pone en duda esa lealtad a la patria.

Por todo esto, Argentina se juega mucho más que una elección presidencial el 19 de noviembre. Se pone sobre la mesa la democracia que supimos conseguir hace 40 años, si estamos de acuerdo en los principios del preámbulo de la Constitución, si queremos construir una Argentina mejor y más justa, con consistencia en sus políticas para alcanzar el desarrollo y el bienestar de los argentinos. La alternativa es un salto al vacío, incierto, de consecuencias impredecibles; con señales muy peligrosas que ya pudimos ver en campaña, de ese país que no queremos. El 19 tenemos en nuestras manos el destino de la patria.

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