Atentado a Río Tercero: las esquirlas siguen lastimando

La corrupción habló en el oscuro lenguaje de la impunidad y el cinismo

Imagen de archivo, del día en que explotó el depósito de una fábrica militar en Río Tercero (Foto: Daniel Cáceres)

Cinco minutos antes de las 9 de la mañana del 3 de noviembre de 1995, se escuchaba un ruido atemorizante y muy potente. Con él, empezó el miedo y el dolor. Entre vidrios, municiones que detonaban y otras que se esparcían por los aires, los riotercerenses escapaban de una ciudad que explotaba y que se subsumía bajo los escombros. En esos momentos, nadie podía siquiera imaginar que la catástrofe había sido programada y pergeñada por el gobierno de Carlos Menem para eliminar las pruebas del tráfico ilegal de armas a Croacia y Ecuador. Una población pacífica y trabajadora se convertía en víctima de delitos ejecutados para encubrir más delitos; quienes habían sido elegidos para representarnos, intencionalmente decidían hacer negocios con la muerte.

Recordar nuestras horas más difíciles nos permite preservar nuestra identidad y alertar a las generaciones venideras sobre lo que el ser humano es capaz de hacer por egoísmo, dinero y poder. En Río Tercero la corrupción habló en el oscuro lenguaje de la impunidad y el cinismo. No solo destruyó familias y dejó secuelas gravísimas, sino que los responsables se atrevieron a hacerle creer al mundo entero que el atentado era culpa de las víctimas, que había sido un accidente fruto de la negligencia.

La Constitución Nacional nos dice que los corruptos son una grave amenaza contra la democracia y que la impunidad de quienes se aprovechan del poder socava las bases de nuestra coexistencia en un estado de derecho, por lo cual, a 40 años de la recuperación democrática, sentimos el deber de nunca olvidar. Memoria, verdad, justicia y reparación.

La MEMORIA requiere del conocimiento pleno y completo de los actos, participantes, circunstancias y motivaciones: LA VERDAD. En nuestro caso para alcanzarla tuvimos que transitar un camino turbulento y doloroso, lleno de maniobras insidiosas, amenazas y violencia. La lucha por saber qué pasó se corporizó en la valiente Ana Gritti, única querellante en la causa penal, quien motorizada por el dolor de la pérdida de su compañero, quebró la hipótesis del “accidente” y expuso el macabro plan. En ello dejó sus años de vida.

En el plano judicial, las dilaciones injustificadas dejaron un rastro de impunidad que impidió que el Presidente de la Nación de aquel momento fuera juzgado. Murió unos días antes de la fecha sin haber dado ninguna explicación sobre las pruebas en su contra. Hay una deuda que continúa pendiente con la JUSTICIA. En nuestra ciudad, ningún monumento público, calle o parque llevará su nombre.

Esquirlas en una calle de Río Tercero tras la explosión

Desde diciembre del año 2021, por primera vez nuestra ciudad tuvo una representante en el Congreso y la voz de las víctimas resonó en carne propia en el recinto, con la finalidad de construir REPARACIÓN. Los riotercerenses decidimos que sea a través de la educación pública y gratuita y tras muchas dificultades, finalmente logramos aprobar la Ley de creación de la Universidad Nacional de Río Tercero. Sin embargo, aún queda pendiente el pago de las indemnizaciones por daños morales y psicológicos a los más de diez mil damnificados. Una obligación del Estado que asumió mediante la sanción de la ley 27.179 en el 2015, que aún no se dignó a cumplir.

También cabe destacar que hemos presentado en el Congreso un proyecto de ley para declarar el 3 de Noviembre como “Día de la memoria y Solidaridad con las víctimas del atentado contra la Fábrica Militar Río Tercero”, otro paso para visibilizar y construir conciencia, ya que, como señala el Libro “Esquirlas de Noviembre” escrito por el periodista rioterserense Fabián Menichetti, “las esquirlas siguen lastimando”.

Para concluir, quisiera recalcar que ningún derecho se efectivizó automáticamente, que cada paso requirió de un esfuerzo denodado de las víctimas para no caer en el olvido y que, a pesar de los duros momentos atravesados, esa obstinación por alcanzar la verdad nos transformó aún más que el humo, el fuego y las esquirlas. Es por eso que siempre vamos a seguir adelante, honrando a las víctimas y confiando en que las nuevas generaciones tomen la posta para que lo vivido en Río Tercero no haya sido en vano y deje su mensaje a la posteridad.