Seis años después, el mismo terror

Un día como hoy, de 2017, Sayfullo Saipov asesinaba a 8 personas, entre ellas a 5 amigos rosarinos que recorrían Nueva York en bicicleta. El impacto en quienes sobreviven a la tragedia

Guardar
Los rosarinos fallecidos en el
Los rosarinos fallecidos en el atentado (Télam)

El 31 de octubre de 2017, un atentado terrorista sacudió a la ciudad de Nueva York. Sin siquiera proponérselo, su onda expansiva atravesó océanos y mares, hasta llegar a las tranquilas costas del río Paraná que abrazan a la ciudad de Rosario. Porque en su arremeter asesino, aquel terrorista radicalizado a través de las redes sociales se llevó consigo la vida de cinco amigos de la ciudad santafesina. En un abrir y cerrar de ojos, este trágico evento nos recordó una vez más que el odio no conoce fronteras ni límites y que las consecuencias del terror son mucho más grandes que el escenario en el que tiene lugar.

Aquella tarde, un paseo en bicicleta entre amigos que se reencontraban en la Gran Manzana se convirtió en una pesadilla inimaginable. El terror irrumpió en la vida de diez familias rosarinas, y una vez más la Argentina lloraba sus terribles consecuencias. Tristemente, en esta latitud ya conocíamos el sabor amargo de este horror, tras los atentados a la Embajada de Israel y la AMIA en 1992 y 1994 respectivamente.

Seis años han pasado desde aquel trágico día, seis años de ausencias y sueños truncados. Y aunque hace algunos meses las familias tuvieron la reparación propia de la justicia, luego de la condena a Sayfullo Saipov, responsable del atentado, el daño es demasiado grande y su cicatriz, imborrable. Especialmente, para aquellos que “quedaron detrás”.

Sayfullo Saipov, el terrorista condenado
Sayfullo Saipov, el terrorista condenado que asesinó a los argentinos en Nueva York (REUTERS)

A menudo cometemos el error de considerar víctimas únicamente a quienes pierden la vida en estos actos bárbaros. Sin embargo, es fundamental reconocer que el impacto del terrorismo se extiende a quienes sobreviven y a aquellos que quedan marcados por el miedo que infunde el terror en nuestras vidas y comunidades: los sobrevivientes. Independientemente de sus heridas físicas, ellos enfrentan un desafío constante. Regresan al lugar de la tragedia, no solo en el aniversario, sino a lo largo del año, reviviendo el trauma una y otra vez.

Y regresan, también, cuando el terrorismo vuelve a golpear. Cuando el odio se materializa en su forma más horrorosa, masacrando seres humanos por su religión, su nacionalidad o su origen. En Nueva York, llevaba la bandera de ISIS. En la Argentina en la década de los noventa llevó la firma de Hezbollah. Hace algunas semanas en Israel, lo hizo bajo la bandera de Hamas.

Se hizo presente también hace unos días cuando un hombre disparó contra una multitud en Bruselas. Ha hecho de sinagogas, iglesias y mezquitas su blanco por igual. ¿Acaso se puede distinguir, argumentar tanta barbarie? No hay causas ni banderas políticas para justificarlo. Como se ha dicho en los últimos días, al terrorismo se lo condena sin peros.

ISIS, Hamas y Hezbollah, las
ISIS, Hamas y Hezbollah, las caras del terrorismo en Medio Oriente

El terrorismo internacional sigue siendo una realidad cotidiana en muchas partes del mundo, que se cobra demasiadas vidas y deja cicatrices indelebles en la sociedad. Hoy, mientras conmemoramos el sexto aniversario de aquel triste día, recordemos a los cinco amigos de Rosario y a todos los que han sido afectados por el terrorismo. Y en el ejercicio del recuerdo, no miremos para otro lado. De manera individual y colectiva, es fundamental que la comunidad internacional responda a este problema con repudio y legislación.

Es tiempo de que los gobiernos de todo el mundo asuman su responsabilidad y trabajen de manera conjunta y coordinada para erradicar este mal de todos los rincones del planeta. Lo hemos dicho: el terrorismo no conoce de fronteras. Por eso debemos unirnos como comunidad internacional para combatirlo de manera efectiva, sin tampoco distinguir sus banderas. Ese será el mejor homenaje para las víctimas, para los sobrevivientes y para todos aquellos que soñamos con un mundo donde el amor venza al odio.

* El autor es Director Ejecutivo del Congreso Judío Latinoamericano

Guardar