Salud mental en la escuela

Hay necesidad imperiosa de implementar programas dedicados al bienestar emocional en el ámbito educativo

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La tecnología y el uso de redes sociales pueden intensificar los problemas de salud mental (Getty)
La tecnología y el uso de redes sociales pueden intensificar los problemas de salud mental (Getty)

Además de cuestiones estrictamente académicas, la educación hoy enfrenta desafíos multifacéticos en relación a la salud mental y emocional de todos los actores de la educación. El estrés crónico, los trastornos de ansiedad y depresión, los crecientes niveles de violencia intraescolar, el acoso escolar en todas sus formas y colores, así como las fuertes demandas socioemocionales, afectan tanto a estudiantes como a docentes. El auge de la tecnología y el uso indiscriminado de las redes sociales también pueden intensificar estos problemas, afectando el bienestar y desempeño de todos los involucrados en el proceso educativo. La constante presión por el rendimiento académico y las expectativas, a veces poco realistas, pueden desencadenar una variedad de problemas emocionales y conductuales, repercutiendo no solo en el individuo, sino también en la dinámica y atmósfera del entorno educativo.

Esta realidad, agudizada, además, por la crisis actual que atraviesa nuestro país, resalta la necesidad imperiosa de implementar programas dedicados al bienestar emocional y mental en el ámbito educativo para poder abordar y mitigar esta problemática promoviendo mejores espacios de aprendizaje.

Los tiempos se transforman, y con ellos, las necesidades también experimentan cambios significativos; en este sentido, las escuelas deben adaptarse y evolucionar para abordar eficazmente estas preocupaciones emergentes. Una estrategia para hacer frente a estos retos es la implementación de programas de bienestar liderados por una nueva figura en la escuela: un coordinador de Bienestar Escolar, respondiendo de manera proactiva a las demandas y desafíos del mundo educativo actual. En un mundo marcado por la aceleración y la constante presión, el bienestar emocional y mental es una pieza clave en el desarrollo integral de todos los actores de la educación.

Un coordinador de Bienestar actuaría como promotor de un ambiente escolar saludable, desarrollando programas que atiendan la salud mental, física y emocional de la comunidad educativa. La finalidad es crear un entorno propicio que favorezca el aprendizaje, la inclusión y el respeto mutuo.

Entre sus funciones podríamos mencionar las de:

- Crear e implementar programas y políticas para promover la salud emocional, física y mental de los estudiantes, docentes y equipo directivo.

- Ofrecer apoyo emocional y estrategias a docentes y directivos, ayudando a aliviar el estrés y prevenir el agotamiento profesional.

- Trabajar para crear un entorno físico y cultural que apoye el bienestar, incluyendo la promoción de la actividad física y el manejo del estrés.

- Organizar talleres, seminarios y otros eventos educativos para concientizar sobre la importancia del bienestar y enseñar habilidades de manejo del estrés, mindfulness, entre otras herramientas.

Estrés crónico, trastornos de ansiedad, depresión, violencia intraescolar, acoso escolar, algunos de los problemas que crecen en el ámbito educativo (Getty)
Estrés crónico, trastornos de ansiedad, depresión, violencia intraescolar, acoso escolar, algunos de los problemas que crecen en el ámbito educativo (Getty)

Ahora bien, ¿no es el director el encargado de generar un buen ambiente de trabajo?

En teoría, sí, pero dado que el director de una escuela ya tiene una agenda saturada, gestionando una multitud de responsabilidades primariamente académicas y administrativas, asumir el rol de coordinador de Bienestar sería impracticable y hasta contraproducente, ya que cada función requiere una dedicación, enfoque y habilidades especializadas distintas.

El bienestar de los docentes y alumnos está interconectado, y trabajar en ambos frentes puede ser beneficioso. Un ambiente de trabajo saludable para los docentes contribuye a un entorno de aprendizaje positivo para los alumnos. Del mismo modo, si los alumnos están bien apoyados, los docentes pueden experimentar menos estrés y frustración.

Por un lado, los docentes enfrentan una multitud de desafíos diariamente, y experimentan niveles elevados de estrés, frustración y ansiedad. En el ajetreo de atender las demandas académicas y emocionales de sus estudiantes, y las presiones de las familias, sumados a la realidad de correr de una escuela a otra por necesidad, muchos educadores sienten ansiedad y una soledad palpable, navegando en solitario por las turbulentas aguas de la educación. Este aislamiento, sumado a las presiones inherentes a su profesión, puede acarrear consecuencias significativas en su bienestar general y en su capacidad para enseñar de manera efectiva.

De igual forma, los alumnos no son ajenos a la presión y al estrés inherentes al ámbito educativo. Muchos estudiantes, abrumados por las expectativas académicas, la presión por rendir, situaciones de bullying, y los intentos constantes por tratar de encajar, experimentan niveles significativos de ansiedad y estrés. Además, los conflictos y cuestiones familiares pueden añadir una capa adicional de tensión, afectando de manera considerable su salud mental, bienestar emocional y capacidad para concentrarse y aprender de forma efectiva. En este contexto, es imperativo desarrollar estrategias y apoyo que puedan mitigar estas presiones y promover un ambiente educativo más saludable e inclusivo.

Este enfoque educativo innovador no solamente beneficia a los actores de la escuela de manera directa sino que repercute en la sociedad en su conjunto. Formar individuos mental y emocionalmente sanos es una inversión a largo plazo en el desarrollo de mejores comunidades.

La incorporación de un coordinador de Bienestar en todas las escuelas es un paso fundamental para adaptar la educación a las necesidades del siglo XXI. Es un llamado a reevaluar y reconfigurar los pilares educativos, situando el bienestar emocional y mental como eje central de las escuelas. La educación no puede ser solamente transmisora de conocimientos; debe ser, también, facilitadora de bienestar, resiliencia y crecimiento personal.

Tal vez muchos puedan pensar que la propuesta de incluir esta figura en las escuelas pueda parecer utópica, especialmente cuando enfrentamos restricciones presupuestarias y otros desafíos financieros. Sin embargo, es crucial reconocer que invertir en el bienestar de los estudiantes y del personal docente es, a largo plazo, invertir en el futuro de nuestra sociedad.

Además, la presencia de un profesional dedicado al bienestar podría, en realidad, resultar en una reducción de costos asociados a problemas de salud mental y emocional, ausentismo, licencias, rotación de personal y retención de talento.

La cuestión no es si podemos permitirnos integrar esta figura, sino, si podemos permitirnos no hacerlo. Liderar y acompañar a las personas para que logren su máximo potencial, sus metas, objetivos y principios, es fundamental en los conceptos de bienestar laboral. Las organizaciones más destacadas son las que facilitan la inclusión de estos elementos, independientemente de la posición o rango de su gente.

En un mundo donde los desafíos emocionales y mentales están en aumento, la proactividad en el bienestar educativo no es una opción, es una urgente necesidad.

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