Sucedió un tiempo atrás. Estaba revisando una lista de mis alumnos de primer año de la Universidad de Palermo, para cargar la asistencia de la última clase, y tenía dudas sobre una estudiante. Una tal Delfina Morosoly me aparecía como ausente en mi lista de borrador, pero yo recordaba haberla visto en el aula.
Como era un curso numeroso, quizás me estaba confundiendo de cara. Para terminar de chequear el dato, hice lo que habitualmente hacemos todos quienes tenemos dudas similares: la googleé. Efectivamente Delfina era quien yo creía que era y le correspondía el presente, pero además descubrí algo asombroso. Tenía una cuenta de TikTok con… ¡casi 800.000 seguidores!
Soy consultor en relaciones públicas y, entre otras cosas, en los últimos 30 años me dediqué a difundir la imagen de empresas, marcas y, eventualmente, productos. Llegar a cientos de miles de personas, sin publicidad paga ni un acontecimiento altamente noticiable, siempre costó mucho trabajo.
¿Cómo hacía una chica de sólo 18 años, que yo no registraba como persona pública, para lograrlo sin capacitación ni experiencia?
Parafraseando a James Carville, podría responder mi propia pregunta diciendo: “¡es TikTok estúpido!”
TikTok es una red social nacida en China a través de la cual se comparten videos cortos. Con un crecimiento increíble en los últimos años, la mayoría de los rankings la ubican en el 6° lugar mundial en cantidad de usuarios, detrás de nombres más antiguos como “Facebook” o “YouTube”, pero muy por encima de la influyente X (antes Twitter).
Muy popular entre los jóvenes, ha protagonizado varias controversias en el mundo. Este año, tres organismos de la Unión Europea prohibieron su uso en los dispositivos oficiales, alegando problemas de seguridad. En Estados Unidos, también hubo conflictos que comenzaron cuando era presidente Donald Trump; hasta el día de hoy sigue habiendo iniciativas para limitar su uso. El carácter adictivo de la red, también es tela de constante debate.
Pero esta columna no tiene por objetivo opinar estructuralmente de TikTok, sino hacerlo a través de la experiencia de Delfina. Una joven argentina a la cual, luego de aquel shock, indagué para conocer y examinar con más datos el fenómeno. Aunque parezca superficial, el mundo de los influencers es cosa seria y debería ser estudiado con más rigurosidad.
Delfina abrió su cuenta en octubre del 2019 y le cuesta definir con exactitud cuándo fue el momento de “explosión”. Recuerda especialmente que en el Halloween de 2022 hubo una viralización grande de su disfraz. Y, con la llegada del Mundial de Fútbol, fueron populares sus posteos a través del hashtag #mundial2022.
Seguramente esos fueron dos momentos de picos de visualizaciones de sus videos y de “me gusta”, pero lo cierto es que la mayor parte de los seguidores habían sido “conquistados” previamente. En su caso, como en el de mucha gente en todo el mundo, el encierro obligado por la epidemia de coronavirus aumentó el tiempo frente a las pantallas y estimuló la creatividad.
Delfina es muy bonita y tiene gracia para bailar, mostrar ropa, hacer clips etc. Sin perjuicio de ello, cuando en nuestra primera conversación post descubrimiento le pregunté: “¿Por qué creés que te sigue tanta gente?”, su respuesta fue sincera: “No sé”.
Esta es una característica importante de la red y de los jóvenes. No se detienen tanto es saber por qué sucedió. Importa que sucedió y punto.
Hoy, con 19 años y más de 870.000 seguidores, ante la reiteración de aquella pregunta es un poco más específica: “Creo que me siguen porque alguna vez les gustó mi contenido. Antes realizaba muchos bailes. Hoy en día estoy cambiando y centrándome más en la moda y en mi estilo de vida. Este nuevo contenido generó cierto cambio en mis reproducciones, ya que cuento con seguidores que no hablan español y al hacer videos hablando no me entienden. Pero bueno, este cambio de reproducciones es normal a la hora de variar el contenido y centrarse en otro público. Además, TikTok es una plataforma que tiene altos y bajos”.
La fluidez como sistema de comunicación -algo muy difícil de entender para un comunicador de 56 años como yo- es efectiva. Vaya si lo es.
Y también lo es la globalización. Un cuarto de sus seguidores son de Argentina y después los hay de Turquía, Estados Unidos, Francia, España y otros países. Sin ser una cuenta top of mind, tiene una llegada que envidiaría cualquier artista pop nacional décadas atrás.
La exposición en TikTok, le sirvió a Delfina para comenzar a tener colaboraciones con diversas marcas y accesos gratuitos a vips de boliches, restaurantes y eventos. Colaboró con la marca de lujo “Zadig et Voltaire”, con “Crocs” y con la marca de mallas de Filipinas “BlackBough”.
Sin embargo pareciera que TikTok no es el centro en su vida. Estudia producción de moda y quiere tener su propia marca. En el futuro quiere seguir creciendo en sus redes sociales (también es bastante popular en Instagram) para poder trabajar de lo que le gusta, realizar viajes y finalmente lanzar su música, un sueño que tiene desde los 7 años.
¿TikTok posibilita todo esto? Opino que no. Contrariamente a lo que dije al principio (aquello de “es TikTok estúpido”), estoy convencido que si bien la herramienta es super poderosa, en esta chica, y en todos los que son muy populares en la redes, hay otra cosa que es su motor. Se llama pasión.
Me tocó presenciar, en clase, cómo Delfina hablaba con mucho entusiasmo hasta del tema más cotidiano. La pasión lleva al trabajo y el trabajo a los logros. Si es con un multiplicador maravilloso como TikTok mejor y los resultados están a la vista.
En Argentina, la temporada electoral seguirá hasta el 19 de noviembre, cuando finalmente elegiremos un nuevo Presidente. Se suele decir que parte de la popularidad de Javier Milei -uno de los dos candidatos que pasaron a la final- surgió de su buen manejo de redes, especialmente TikTok.
En su cuenta de la red china, el referente libertario tiene un acumulado de 12 millones de “me gusta”. Delfina Morosoly tiene un acumulado de 17 millones.
Saquen ustedes sus propias conclusiones.