La Doctrina Social de la Iglesia y el capitalismo liberal

La semana pasada, el referente libertario Alberto Benegas Lynch (h) llamó a romper relaciones con el Vaticano porque consideró que allí prima “el espíritu totalitario”

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El papa Francisco, el pasado miércoles. EFE/EPA/MAURIZIO BRAMBATTI
El papa Francisco, el pasado miércoles. EFE/EPA/MAURIZIO BRAMBATTI

En la semana que pasó algunos televidentes o lectores de medios gráficos se habrán sorprendido ante las afirmaciones de Alberto Benegas Lynch (h) y su estrafalaria ocurrencia de la suspensión de relaciones diplomáticas con el Vaticano. Dice que es católico y liberal. Dichas afirmaciones fueron hechas abonando la “ideología del capitalismo libertario” sostenido por el novel candidato de la motosierra que pelea en las elecciones a presidente respaldado por el ex presidente Mauricio Macri, quien habría adoptado la misma ideología de su pupilo, ideología ampliamente sostenida por el primero de los nombrados. La diatriba ataca a la Doctrina Social de la Iglesia.

Nuestro propósito consiste en esclarecer este enredo en un momento en que perecería que los argentinos no solo estamos eligiendo a un presidente sino que estamos discutiendo un modelo de país. Acaso el mérito del debate que lleva 40 años de demora desde la instauración de la Nueva Democracia, se lo debamos paradójicamente a la irrupción en estas elecciones de un outsider con ideas extremas, irracionales y disruptivas. Claro que nos limitaremos por las características de una publicación breve como esta, a un mero señalamiento que exige mayor profundidad y extensión.

Primer modelo: “la mano invisible del mercado”

En pocas palabras aparece el modelo de un capitalismo liberal como el puesto en vigencia en las experiencias privatistas del Nuevo capitalismo ya practicado por los ex presidentes Carlos Menem y Mauricio Macri. Este modelo de libertad absoluta de la economía encomienda la dirección de la misma a los mercados y a los funcionarios y grandes grupos financieros. Los propósitos del modelo liberal de la Nueva Democracia capitalista a tenor de las actuales circunstancias fiscales y extrafiscales y a diferencia de los de Menem y Macri buscaría estar integrado por el gobierno de unos pocos de un Estado reducido a su máxima expresión, subordinando, el trabajo, la producción, la distribución de la riqueza y el ascenso de la numerosa legión de hombres y mujeres que poblamos esta tierra -el 40% de la población total -a “la mano invisible” del mercado.

Segundo modelo: desarrollo basado en el trabajo y la producción

Por otra parte, se encuentra el modelo de un sistema capitalista moderado lo que de ninguna forma significa que sea gobernado en vistas del bien común en exclusiva. (Aclaración: la asepsia no es un método empleado en los laboratorios de la política argentina y el observador debe estar siempre atento, porque los bacilos de la corrupción, duermen pero no desaparecen jamás.)

Este segundo modelo tiene por objetivos el desarrollo agropecuario, industrial, minero e ictícola basado en el trabajo y la producción, con fuerte intervención del estado en la dirección y control de la economía, en el ejercicio del principio de subsidiaridad y tiene como objetivo central la defensa del trabajador y su familia, que sea garante del tránsito hacia una mayor igualdad mediante la distribución justa de la riqueza, asegurando el respeto efectivo de los derechos consagrados en la CN (techo, tierra y trabajo) dando un lugar de preferencia a los que menos tienen.

Estado como “agente fiduciario del orden”

Un asunto que ocupó por primera vez un punto central en el debate entre los candidatos fue el de un gobierno de un Estado mínimo o de un Estado director. En el mundo -dice el filósofo y pontífice de la Iglesia Joseph Ratzinger –”ha prevalecido en los últimos decenios (el modelo que) remarca la necesidad de la vigencia del estado de derecho y democrático donde “es fundamental e imprescindible la estructuración ética de los mercados monetarios, financieros y comerciales; estos han de ser estabilizados y mejor coordinados y controlados, de modo que no se cause daño a los más pobres.” (Liberar la libertad -Fe y Política en el tercer milenio, pág. 158/159, Ed. Biblioteca de Autores Cristianos, 2018, Madrid con prólogo del Papa Francisco). Y en la misma obra se pregunta Estado ¿para qué? Y enseña cómo el Estado “garantiza el derecho como condición de la libertad y el bienestar general de todos” rechazando el Estado que se crea Dios y recurriendo a la definición de San Pablo en su carta a los Romanos (Rom.13 y Ap.13 donde el apóstol “se refiere al Estado como agente fiduciario del orden que permite al hombre realizar su existencia individual y comunitaria” (aut. cit. op. cit. pág. 121).

Digamos que en nuestra opinión este último modelo que surge de la interpretación de los Evangelios desde los tiempos de la Patrística, especialmente en San Agustín, más tarde en Santo Tomás de Aquino y -a posteriori de la Revolución Industrial y desde fines del siglo XIX -en las enseñanzas del Papa León XIII y los que siguieron hasta el actual pontificado del Papa Francisco. Este último ratifica y desarrolla sin contrastes ese pensamiento desde los cimientos de la Doctrina Social de la Iglesia. Especialmente en la exhortación Evangelii Gaudium y en las encíclicas Laudato sí, Fratelli tutti y demás documentos pontificios.

El Papa Francisco agrega, además, al enunciado de esos principios, el camino metodológico que conduce a discernir, interpretar y aplicar esos valores a los fenómenos concretos que enfrentamos, pensándolos desde sus contrastes (Guardini-Bergoglio). “Criterios-guía” que gobiernan las tensiones polares que presentan esos fenómenos y que son: 1) el tiempo es superior al espacio, 2) la unidad prevalece sobre el conflicto; 3) la realidad es más importante que la idea y 4) el todo es superior a la parte.

¿Para qué sirven las ideologías?

Antes de concluir y para no perdernos en laberintos teóricos queremos recordar las esclarecedoras palabras del Santo Padre el mes pasado en el vuelo de regreso de Mongolia (3/9/23) cuando el periodista de ANSA Fausto Gasparroni se dirigió a él y le dijo:

“Santidad, sus declaraciones a los jóvenes católicos rusos sobre la gran madre Rusia, la herencia de figuras como Pedro el Grande y Catalina II, han suscitado recientemente un debate. Son declaraciones que -digámoslo así (…) se han visto en cierto modo casi como una exaltación del imperialismo ruso y una especie de aval a la política de Putin. Quería preguntarle, ¿por qué sintió la necesidad de hacer estas afirmaciones (…) y si podría decirnos qué piensa de los imperialismos y, en particular, del imperialismo ruso?”

Papa Francisco: “Pongámosla en su sitio: un diálogo con los jóvenes rusos. Y al final del diálogo les di un mensaje, un mensaje que siempre repito: que se hagan cargo de su herencia… hablando de la gran Rusia en el sentido no tanto geográfico, sino cultural…lo que les dije a los jóvenes rusos es que se hicieran cargo de su propia herencia, que tomaran su propia herencia, lo que significa no comprarla en otra parte. Tomen su propia herencia. Y qué legado ha dado la gran Rusia: la cultura rusa es de una belleza, de una profundidad muy grande; y no debería borrarse por problemas políticos. En Rusia ha habido años oscuros, pero la herencia siempre ha permanecido así, a la mano. Luego usted habla de imperialismo. Y yo no estaba pensando en imperialismo cuando dije eso, estaba hablando de la cultura, y la transmisión de la cultura nunca es imperial, nunca; siempre es diálogo, y estaba hablando de eso. "

“Cuando la cultura se convierte en ideología es veneno”

Y el Santo Padre agrega: “Es cierto que hay imperialismos que quieren imponer su ideología. Me detendré aquí: cuando la cultura se destila y se convierte en ideología, ése es el veneno. Se utiliza la cultura, pero destilada en ideología. Esto hay que distinguirlo, cuando es la cultura de un pueblo y cuando son las ideologías que luego surgen para algún filósofo, algún político de ese pueblo. Y esto lo digo para todos, incluso para la Iglesia.

Muchas veces se ponen ideologías dentro de la Iglesia, que alejan a la Iglesia de la vida que viene de la raíz y va hacia arriba; alejan a la Iglesia de la influencia del Espíritu Santo. Una ideología es incapaz de encarnarse, es sólo una idea. Pero la ideología, al tomar fuerza y convertirse en política, suele convertirse en dictadura, ¿no?, se vuelve incapaz de dialogar, de avanzar con las culturas. Y los imperialismos hacen esto. El imperialismo siempre se consolida sobre la base de una ideología.

También en la Iglesia hay que distinguir entre doctrina e ideología: la verdadera doctrina nunca es ideológica, nunca; está enraizada en el pueblo santo y fiel de Dios; en cambio la ideología está desvinculada de la realidad, desvinculada del pueblo...”

A lo dicho por Francisco en ese diálogo coloquial recordemos que el gran filósofo Gabriel Marcel en su Metafísica afirmaba que la ideología es “un sistema de ideas” por cuyo cristal se interpreta la realidad, pero mientras la realidad fluye y cambia constantemente como el agua de un río, la ideología se cristaliza y es empleada como fundamento de los intereses de los portadores que la invocan y por lo tanto la ideología es un cristal que deforma la realidad en beneficio de unos y en perjuicio de otros. Difícilmente refleje la verdad. Por eso es que la ideología es un arma peligrosa, engañosa y que suele servir en manos de los poderosos para someter la voluntad de los pueblos.

Las ideologías como armas de dominación

Recordemos la experiencia que nos ofrece la historia. La ideología del “libre comercio” fue difundida por Inglaterra después de los períodos de la Revolución Industrial. Cuando a Inglaterra le convenía para desarrollar su industria llevó a cabo una fuerte intervención del Estado monárquico y el gobierno impuso prohibiciones y controles aduaneros y política as arancelarias. Cuando su país se había industrializado e ingresó en la etapa de conquistar mercados externos donde colocar su manufactura elaboró y difundió la ideología contraria, llamada del “libre comercio” y envió a sus economistas y filósofos “de la libertad” a convencer a los otras naciones y colonias acerca de las bondades de la libertad y la eliminación de todo obstáculo a su ingreso en esos mercados. Michel Novak uno de los fundadores del catocapitalismo, tomó ejemplo de Adam Smith aunque en lugar de la obra monumental el obispo Michel escribió un simple librillo -entre otras muchas cosas -titulado El espíritu del capitalismo democrático (1982) que pronto el mercado transformó en un best-seller. Con un enfoque individualista que los teólogos calificaron de neopelagianismo ya que era recipiendario de las ideas de Pelagio quien sostuvo la libertad absoluta del hombre a través del desplazamiento de la Gracia de Dios. Idea que fue rechazada por la teología católica.

De ahí, en Estados Unidos nacieron muchas críticas a la Doctrina Social de la Iglesia y a las sucesivas encíclicas papales referidas a la cuestión social y en los últimos años de su vida sumó su voz a las que tanto critican a Bergoglio quien, fiel a la posición tradicional de la Iglesia Católica y siendo la cabeza de ella y del Estado Vaticano lucha por la verdad y contra la corrupción y los desvíos del capitalismo y de los mercados que someten al mundo a una verdadera dictadura.

Dice Francisco “Mi palabra no es la de un enemigo ni la de un opositor. Sólo me interesa procurar que aquellos que están esclavizados por una mentalidad individualista, indiferente y egoísta, puedan liberarse de esas cadenas indignas y alcancen un estilo de vida y de pensamiento más humano, más noble, más fecundo, que dignifique su paso por esta tierra”. (Ex. Ap. Evangelii Gaudium N. 208).

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