“No es la oficina, estúpido”. Esta referencia directa a aquella frase histórica sobre la economía pronunciada durante la campaña electoral de Bill Clinton puede servir para despabilar a empresas y organizaciones que enfrentan la reticencia de los empleados a volver a instancias presenciales en el mundo de la pospandemia. The New York Times encontró una forma más amable de comunicar esa idea y tituló: Los empleados no odian la oficina; lo que odian son los traslados diarios.
Pero empecemos por el principio. Cuando creímos que la pandemia había venido a instalar el trabajo remoto y que esta nueva modalidad iba a quedarse para siempre, las empresas se encontraron atravesando una segunda pandemia que afectaba al sistema nervioso central de sus compañías: la organización. Bob Iger, CEO de Disney Company, dijo a sus empleados por correo electrónico: “Nada puede reemplazar la capacidad de conectarse, observar y crear con compañeros que proviene de estar físicamente juntos”.
El desafío pasó a ser cómo lograr que los empleados volvieran sin imponerlo, so pena de perder el talento. Así llevamos más de un año viendo cómo gimnasios, salones de videojuegos y de relax, rooftops, “afters” y hasta bares crecen dentro de las empresas, pero sin ver que efectivamente los empleados vuelvan o quieran volver. Quizás no tenga que ver con el lugar donde los empleados se encuentren, sino con un modelo nuevo que pide a gritos nacer, superando una encrucijada que encuentra a todos los protagonistas insatisfechos, perdidos y sin una solución a la vista.
El CEO de JP Morgan Chase, Jamie Dimon, advertía ya en 2021 que el trabajo remoto no sirve para las personas más jóvenes, ni para resolver problemas con agilidad, ni para la creación espontánea de ideas, “y no funciona para la cultura”. Elon Musk, por su parte, dueño de Tesla, SpaceX y Twitter (X), pasó a los hechos. Hace unos meses redobló la apuesta y puso una regla interna: todos están obligados a pasar 40 horas en la oficina por semana.
La solución no es obligar a un tire y afloje entre posturas contrapuestas sino - entre todos los engranajes - continuar revolucionando el mundo del trabajo. Al fin y al cabo el mundo está urgido de talento, un ejemplo bien concreto es el de la industria del conocimiento: en Latinoamérica y el Caribe se necesitarán 2.5 millones de profesionales de tecnología en los próximos 5 años, arroja un estudio de IDC.
La solución entonces pareciera estar gestándose con una estrategia clave: la proximidad. La cercanía evita viajes tediosos, costosos y mentalmente agotadores. Por citar un caso, según la Oficina del Censo de Estados Unidos el trayecto medio de un desplazamiento es de 27,6 minutos, mientras que casi el 10% de la población pasó al menos una hora viajando. El informe “Trends in commuting time of European workers”, realizado por la Universidad de Zaragoza, concluyó que quienes viajan más tiempo tienen más estrés, peor salud y sufren la baja de productividad.
Lo que se impone para responder a estos dilemas es un paso evolutivo que comienza en las urbanizaciones e impacta directamente en el modelo de las organizaciones y el bienestar de los empleados. Se trata de distritos donde todo se desarrolla a 15 minutos de distancia para que las oficinas y los colaboradores se encuentren bien cerca. Esta perspectiva deshace para siempre el dilema entre el trabajo presencial o remoto por su naturaleza multifacial: todo es oficina y todo es el barrio, la casa, el departamento, el café y el parque. Cuando todo está cerca, tengo que dejar de elegir.
Imaginemos, entonces, un nuevo orden, donde el límite entre la vida personal y laboral se borren. Pregonando las bases de la Generación Z, que sostiene que a la persona ya no la define el trabajo -como a la generación anterior- sino la posibilidad de poder ser uno mismo, todo el día. Un individuo que trabaja, disfruta, y que está en contacto con la naturaleza diariamente y no sólo los fines de semana a modo de escape, traslado y tráfico de por medio. En fin, un espacio común entre la naturaleza y lo urbano, donde cada colaborador podrá desarrollar su actividad desde su casa, oficina o bar e inmediatamente cerrar la computadora y disfrutar de las playas o los bosques.
Las distancias cortas, además, promueven las caminatas, las bicicletas y así reducen la emisión de gases, impactando también en la salud y en el ambiente. Surgen ecosistemas donde los beneficios se multiplican y expanden a otros ejes clave para el desarrollo de la vida humana.
En 2015, el urbanista colombiano Carlos Moreno se hizo mundialmente conocido al presentar en la Cumbre del Clima su idea de “la ciudad de los 15 minutos”. Con el foco puesto en lo sustentable, sugirió que todas las necesidades cotidianas se resuelvan a una distancia menor a ese tiempo. Una de esas, por supuesto, es la ida al trabajo. El concepto no es transformar la ciudad, sino la vida en la ciudad. Se trata de una de las innovaciones urbanísticas que más llama la atención en la actualidad mundial.
Esto también ha beneficiado a ciudades más pequeñas que se transformaron en lugares deseables por reunir todas las condiciones para este tipo de urbanizaciones. Por ejemplo, la histórica plaza de vacaciones de los chilenos, Viña del Mar, que ahora es el núcleo de empresas tecnológicas. O el proyecto que se está desarrollando en la costa uruguaya de Colonia de Sacramento, donde más de 30 startups se están sumando para crear un hub de innovación rioplatense, implementando un diseño urbano totalmente innovador, creado desde cero y atendiendo a este nuevo paradigma de vida urbana, naturaleza, tecnología y vida social.
A lo largo de los dos años y medio que pasaron desde que se inició el aislamiento a nivel mundial, la modalidad del trabajo estuvo en el centro de discusión. ¿Cuánto falta para que las empresas se involucren seriamente con una propuesta para sus empleados que vaya más allá de innovaciones en la oficina, y que involucre instancias de desarrollo y entretenimiento, y de disfrute de vida? Estamos en un momento en el que ya no hay una puja entre lo remoto o lo presencial: se trata de un nuevo modelo basado en la proximidad, ciudades de 15 minutos para mejorar el bienestar y la productividad de las personas.