Este domingo las y los argentinos volveremos a elegir a quienes nos van a gobernar. Cuarenta años después de aquel histórico 30 de octubre en que recuperamos la democracia. En la construcción y consolidación de la institucionalidad democrática hemos dado importantes pasos en la lucha contra la discriminación, los discursos de odio, el racismo y la exclusión de las diversidades y colectivos históricamente vulnerados.
El primero de ellos fue la Ley 23.592 de Actos Discriminatorios aprobada por unanimidad en 1988, que consolidó sus efectos con la inclusión en la Constitución Nacional de la Convención Internacional sobre la Eliminación de las formas de Discriminación Racial y Discriminación contra la Mujer, por los Derechos de la niñez y las personas con discapacidad y las personas mayores.
A posteriori, el Estado tuvo un avance fundamental con la creación del Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo, que se ha ubicado como un organismo plural, diverso y democrático que no solo recibe y actúa ante denuncias de personas y grupos discriminados, sino que tiene, además, una responsabilidad activa centrada en la sensibilización social y la educación en los valores de la inclusión democrática, en particular, aquellos que nos convocan a elegir y ser elegidos en condiciones de igualdad.
El camino de la inclusión democrática nos ha permitido que este domingo estemos en condiciones de elegir candidatos varones y candidatas mujeres a Presidente, a raíz de los avances en materia de participación política de las mujeres. Además, podemos elegir entre personas a las que no se les exige profesar ninguna religión, fruto de la reforma constitucional de 1994 que eliminó el artículo que le exigía ser Católico, Apostólico y Romano. También, vamos a votar en un contexto en el que se ha eliminado la división entre mesas masculinas y femeninas. Y están en condiciones de votar 1075 ciudadanes no binarios, fruto de los avances legislativos en materia de identidad de género.
En síntesis, en estos 40 años de elecciones democráticas supimos dar pasos trascendentales para equiparar posibilidades y oportunidades, sobre todo de aquellos grupos más vulnerados.
Sabemos que queda un largo camino que recorrer y que los desafíos no han terminado. Las nuevas tecnologías y sus lógicas nos ofrecen beneficios pero también una saturación de información. Muchas veces atentan sobre la posibilidad y el tiempo para un razonamiento crítico.
Diversas situaciones sociales y económicas, sumadas al tránsito de la pandemia del Covid-19, han sumido a vastos sectores en la tristeza, depresión, rabia y sensación de soledad. La clave está en conducir esa desazón en posibilidades de seguir transformando la herramienta de la democracia y la política para un futuro mejor, en vez de que la impotencia y un apagón de la sensibilidad nos dominen. Debemos cuidar lo conquistado y defender los derechos reconocidos.
En el marco de este proceso y con el firme objetivo de promover una elección libre de discriminación y violencias, desde el INADI hemos propuesto a los candidatos de todo el país firmar un Compromiso por una campaña sin odio, estigmatización ni discriminación.
Este compromiso implica reconocer que el debate de ideas debe darse en el marco de un diálogo respetuoso y que la violencia y el odio constituyen prácticas que deben ser evitadas por todos los medios, independientemente del color político. Los 40 años de vigencia ininterrumpida de la democracia nos exigen cuidarla.
Este domingo, además de valorar y celebrar colectivamente los avances en el reconocimiento de derechos a elegir y ser elegidos/as de manera igualitaria e inclusiva, vayamos a las urnas con la convicción de garantizar que esos derechos no sean vulnerados ni recortados. Para que no volvamos para atrás, votemos por un futuro en el que el Estado continúe garantizando herramientas e instituciones que amplíen derechos, que construyan una sociedad inclusiva y plural. Sin discriminaciones, sin racismo y sin xenofobia.