Pensar lo impensable, la tarea de la política occidental

El ataque de Hamas contra Israel trae consecuencias en todas las dimensiones del ecosistema internacional

Guardar
ARCHIVO - Franja de Gaza.
ARCHIVO - Franja de Gaza. (AP)

El 7 de octubre de 2023 marca un punto de inflexión en la historia de Medio Oriente. Los combatientes terroristas de Hamas y la Yihad Islámica rompen las fortificaciones fronterizas alrededor de la Franja de Gaza, capturando puestos del ejército israelí y avanzando casi 25 kilómetros en el país vecino sobre población civil. Más de 1000 israelíes caen víctimas del terror. El presidente de Israel, Yitzhak Herzog, lo plantea con total crudeza al afirmar que desde el Holocausto, no habíamos sido testigos de semejante masacre.

A los ojos del observador, Israel desgarrado y dividido en su interior, ha sido vulnerado y se encuentra en estado de shock. Las naciones divididas son vulnerables, y ello está directamente relacionado con los acontecimientos del 7 de octubre. Un gobierno de unidad nacional guiará al país a través de la guerra. Israel se encuentra comprometido en una ofensiva en la Franja de Gaza, lo que podría resultar en semanas de combates urbanos y en una verdadera crisis humanitaria.

Estados Unidos y Europa muestran solidaridad e intentan avanzar en acciones concretas para evitar una escalada mayor. El ataque de Hamas es una acción que tendrá consecuencias y cuyo impacto se extenderá a otros actores del mundo islámico.

Pero el todo es mucho más que la suma de las partes, y la suma de conflictos y desafíos que atentan contra el orden global se encuentra en un aumento descontrolado: Ucrania, Corea del Norte, Irán, Taiwán, Nagorno Karabaj, África Occidental, por nombrar solamente algunos de los más resonantes. Además, el cambio climático, la vulnerabilidad de la economía internacional, las crisis de deuda en tiempos de contracción y políticas monetarias restrictivas, la presión migratoria o el crecimiento de la extrema derecha y de liderazgos mesiánicos en tiempos turbulentos. Todo ello con fuerte impacto en variables geoestratégicas que no reconocen límites ni fronteras.

El ataque a Israel se convierte en este sentido en una verdadera prueba para Occidente, que debe demostrar que puede manejar múltiples crisis sin descuidar Ucrania, el escenario estratégico en el Pacífico o sin ir muy lejos de Europa, los Balcanes.

Los Estados Unidos, luego de las expectativas puestas sobre un acuerdo de normalización de relaciones entre Israel y Arabia Saudita articulado por el Presidente Biden, presencia un desenlace en que Israel agredido se encuentra movilizando a 360,000 reservistas, la movilización más grande en la historia del país. El Pentágono ha dispuesto el envío de un segundo portaviones y jets de combate al Mediterráneo Oriental, al tiempo que Israel se dispone a iniciar sus operaciones militares en Gaza. Este movimiento táctico pretende conformar un claro elemento de disuasión contra nuevas acciones contra Israel, frente a Irán y sus aliados en la región, como Hezbollah en el Líbano

En los EEUU, el conflicto abre la puerta para una mayor polarización política doméstica en vísperas de un año electoral. La derecha republicana, que ya había convertido la guerra en Ucrania en un símbolo de una política exterior fallida, señala la violencia de Hamas como una señal de debilidad del gobierno demócrata. Al tiempo que el candidato presidencial republicano Mike Pence acusa a Biden de “doblegarse ante Hamas e Irán”, Trump afirma que bajo su liderazgo, el ataque de Hamas “nunca hubiese ocurrido”. La polarización gana terreno, las encuestas muestran a Biden y Trump en empate.

Casas destruidas tras un bombardeo
Casas destruidas tras un bombardeo israelí en el este de la ciudad de Gaza (EFE)

Por su parte la Unión Europea se debate “entre la hybris y la impotencia”, alcanzando nuevos niveles de tolerancia y presión sobre sus capacidades en conflictos internacionales. Aún quedan varias cuestiones que repercuten de manera directa en la política paneuropea sin resolverse: migración, inflación, populismos de derecha, y este nuevo conflicto en Medio Oriente afecta a las sociedades como variable adicional, estrechamente ligada al pasado y presente del continente. En Alemania, el ataque de Hamas plantea preguntas serias sobre inmigrantes de países árabes y las asociaciones musulmanas, en un momento de amplia politización del debate sobre la migración en la República Federal.

Analistas internacionales advierten sobre la posibilidad de “una guerra de dos frentes” en el sur contra Hamas y en el norte contra Hezbollah en Líbano. En este caso, no se pueden descartar los ataques israelíes contra Irán o las posiciones iraníes en Siria. Las consecuencias tendrían graves repercusiones en todo el mundo, como un posible bloqueo iraní de la importante ruta de los petroleros a través del estrecho de Ormuz. Una nueva crisis del petróleo, que sume a la presión de los precios a nivel internacional experimentados como resultado de la Guerra en Ucrania, es un escenario para el que Occidente debe prepararse.

Al ampliar la perspectiva, se puede ver un eje de resistencia contra Occidente cuyos actores individuales no conforman una unidad cerrada ni coordinada; tienen intereses muy diferentes, aunque unidos en la búsqueda de un nuevo orden mundial.

En lo que hace a las implicancias para la República Islámica de Irán, el acercamiento entre Israel y Arabia Saudita, impulsado por Netanyahu y respaldado por Biden, fue una amenaza directa para las ambiciones regionales de Irán por cuanto el conflicto en Gaza bloquea los avances en el acercamiento israeli - saudi. Una confrontación directa con Israel es poco probable, considerando el despliegue de dos portaaviones americanos en la región. Sin embargo, la región se encuentra entre las más propensas para escalamientos involuntarios con desenlaces en conflictos armados.

En el caso de Rusia, con posiciones establecidas en Siria, Putin sostiene al régimen de Bashar al-Assad en el poder y mantiene su única base naval en el Mediterráneo en ese país. Siria forma parte de la cadena logística para abastecer a las unidades rusas, especialmente en Asia Central. Una escalada del conflicto a partir de la intervención de Hezbollah podría desestabilizar el Líbano y posiblemente también al régimen sirio.

No obstante, el caos repercute de forma favorable para el Kremlin identificando el momento como una oportunidad para que Occidente distraiga su foco de Ucrania, y que la ampliación de escenarios de conflicto juegue a favor para romper su aislamiento internacional.

China, por su parte, ha fortalecido en los últimos años significativamente sus relaciones económicas en el Medio Oriente. En la actualidad, la mitad de las importaciones de petróleo de la República Popular China provienen de la región y casi una cuarta parte de las inversiones del proyecto de infraestructura de la Nueva Ruta de la Seda de Xi Jinping se dirigieron a los estados de Oriente Medio en 2022. Las conexiones comerciales entre Beijing y Tel Aviv también se han fortalecido, operando empresas chinas en uno de los puertos más importantes de Israel en Haifa.

Beijing busca presentarse en Oriente Medio como una potencia mundial responsable, también con el objetivo de competir por influencia internacional con Estados Unidos. En marzo, China logró un éxito diplomático al mediar en la normalización de las relaciones entre los enemigos Arabia Saudita e Irán. Dicho esto, conflictos regionales, caos e inestabilidad distraen al observador internacional de su foco en escaladas en áreas de influencia propias del gigante asiático.

Los reacomodamientos geopolíticos ponen a países como la Argentina, una vez más, frente a un escenario en el cambian las coordenadas de la política internacional. Si la guerra se prolonga, es probable que terceros países comiencen a involucrarse y la situación sólo tenderá a adquirir mayor complejidad.

Como parte del Sur Global, la Argentina, que ya ha vivido en carne propia atentados terroristas y sintiendo aún el impacto de la Guerra en Ucrania -en la forma de incremento de precios de alimentos, energía, inflación y deuda-, continuará afrontando el desafío de articular un posicionamiento externo claro y sin sofisticaciones. La condena argentina a los ataques terroristas cometidos por Hamas en territorio israelí es contundente; la preocupación por el creciente deterioro de la situación de la escalada de violencia y por la protección de la población civil hace a los valores de nuestra política exterior.

Es el momento, una vez más y a partir de nuestra mejor tradición diplomática mostrarnos como una democracia sólida, comprometida con el multilateralismo y con la plena vigencia del derecho internacional y del derecho internacional humanitario; una Argentina preparada y ejercitada para cumplir un rol de responsabilidad en el sistema internacional, para pensar lo impensable y actuar en un escenario de cambios. Esa es la tarea de nuestra política exterior en estos momentos.

*en colaboración con Tomas Zothner Meyer

Guardar