Formalmente el debate presidencial fue pensado para ofrecerle al pueblo certezas sobre lo que va a suceder y darle a conocer los lineamientos generales de los programas de los distintos candidatos. Pero ya habiendo concluido los debates establecidos por la ley, es evidente que ha sucedido todo lo contrario. Más allá de cruces y chicanas por los hechos de corrupción de los cuales todos son responsables, lo que ha quedado expuesto es la pobreza de planteos y propuestas de los candidatos que tienen las mayores chances de llegar a la presidencia. Esa carencia se agranda hasta el infinito cuando se la compara con la gravedad de la crisis que enfrenta la Argentina. Y para ser más precisos, nos referimos a una crisis no en el largo plazo, sino de los próximos días o semanas.
Es que hay que decir las cosas de frente: el país está al borde de una hiperinflación, con todo lo que eso implica desde el punto de vista social, económico y político. La devaluación pactada por Massa y el FMI al día siguiente de las PASO fracasó. La inflación subsiguiente equipara o supera el porcentaje en el que se depreció la moneda nacional. La brecha cambiaria se siguió ampliando, dejando a los dólares alternativos al borde de los $ 1.000.
El BCRA sigue perdiendo reservas y emitiendo pesos para comprar los devaluados títulos de la deuda pública, lo cual equivale a una financiación de la fuga de capitales que ejecutan los grandes bancos y empresas. Todo esto configura que la nueva devaluación que se realizará luego de las elecciones del 22 de octubre no solo será mayor en su porcentaje, sino que partirá de un nivel inflacionario de dos dígitos mensuales. El camino a la hiperinflación y con ello a la muy probable confiscación de los depósitos bancarios está más que allanado. Las permanentes alusiones a un “plan bonex” van en esa dirección.
Esta realidad que deberá afrontar el pueblo argentino en las próximas semanas estuvo ausente del debate. El único que se refirió a ella fue Javier Milei en su introducción, aunque luego no volvió sobre el tema. Pero la salida que plantea el candidato de la Libertad Avanza agravará la crisis para el 95% del país, o sea, para los que viven de su trabajo. Tanto el cierre del Banco Central como la mentada dolarización tienen como punto de partida una hiperinflación. Lo admitió el propio Milei cuando declaró que mayor sea la devaluación del peso más sencillo sería avanzar en dolarizar la economía. Bullrich quiso explotar esa denuncia, pero fracasó en su intento. Y ese fracaso no se debió a su estado de salud (como se excusó por el pobre desempeño del debate anterior) sino porque el plan que armó Melconiam de desdoblamiento cambiario concluirá inexorablemente en la hiperinflación y la dolarización de la economía.
El escamoteo de la verdadera crisis que afronta el país por parte de los candidatos presidenciales se explica por un motivo muy simple: ellos son los responsables de la situación y, como es lógico, carecen de una salida positiva para la mayoría trabajadora de la nación. Massa y Bullrich representan a quienes han gobernado Argentina en las últimas décadas y nos han llevado a un país quebrado, endeudado y empobrecido. Hasta el momento Milei ha explotado con cierta habilidad este descontento popular, pero ha dejado expuesto que su programa de guerra contra los trabajadores y de sometimiento nacional para la nación. Aunque ese programa sea compartido por la inmensa mayoría de la clase capitalista, las preocupaciones en el ´circulo rojo´ no dejan de crecer, pues dudan de que tenga la capacidad de asegurar la gobernabilidad. El acercamiento del ´libertario´ a Barrionuevo y cia. no tiene un fin electoral, sino de mostrar que buscará gobernar de la mano de la burocracia sindical, como lo ha hecho el peronismo y también el macrismo.
¿Tenemos que tiranos a los botes porque el barco se hunde irremediablemente? No, de ninguna manera. Todo depende del capitán que esté a cargo, o sea, del gobierno y de la clase social que dirija el país.
Si Argentina queda en manos de los políticos capitalistas el pueblo argentino sufrirá privaciones enormes. Pero si nos preparamos a terminar con ellos y establecer un programa de salida que vaya al hueso de los problemas, saldremos adelante. Para eso hace falta terminar con el saqueo financiero, económico y social poniendo en pie un programa económico y político de los trabajadores, que empiece por repudiar la deuda usuraria, poner fin a la fuga de capitales mediante la nacionalización del sistema financiero y del comercio exterior, la centralización y planificación de los recursos naturales y humanos y blindar a los trabajadores estableciendo un salario mínimo equivalente a la canasta familiar, el 82% móvil para los jubilados, el reparto de las horas de trabajo y un plan de obras públicas con eje en la vivienda y la infraestructura.
El voto al Frente de Izquierda-Unidad en estas elecciones es darle legitimidad a esa salida, por la cual habrá que votar y por sobre todas la cosas, luchar.