Para no hacerle perder tiempo a mis lectores de entrada les adelanto que soy parcial. Soy parcial de la libertad. Definitivamente estoy del lado de la libertad. Y no como una declamación sino con un firme apoyo a medidas concretas que hagan que nuestro país retome la senda alberdiana que nunca debió abandonar. En esta línea argumental estoy del lado de Javier Milei a quien conozco de hace tiempo en su desempeño académico y ahora con propuestas muy concretas en el ámbito moral, institucional, de seguridad, Justicia, económico, de relaciones internacionales, jurídico y de capital humano. No puedo digerir que algunos le hagan temas personales por ser incapaces de refutar sus propuestas de corto, mediano y largo plazo. Lo critican por no acordar y también por acordar aunque sea con quienes incorporan sus ideas por conveniencia. Esto se debe a que se dirige con decisión a desmantelar intereses non sanctos de muy diversos sectores y colores enquistados en torno a un poder desmesurado e incontrolado durante décadas.
Me opongo al crónico “nosepuedismo”, estoy en la verdea de enfrente de las mentes anquilosadas en contra de la innovación que si fuera por ellos no hubiéramos salido de las cuevas y el taparrabos puesto que el arco y la flecha era algo novedoso y desconocido.
Prefiero no referirme a ganadores y perdedores en el debate de anoche pues estimo que esta forma de ponerlo -como si se tratara de un torneo deportivo- es una manera de frivolizar uno de los acontecimientos de la democracia. Como es de público conocimiento, en el primer debate se trataron los temas de economía, educación, derechos humanos y convivencia democrática. Esta vez se trataron los tópicos de seguridad, trabajo y producción, desarrollo humano, vivienda y protección del medio ambiente frente a un auditorio de 796 butacas ocupadas por personas atentas e interesadas al desarrollo del evento que incluyó réplicas y preguntas y repreguntas entre los candidatos.
El candidato de Unión por la Patria es corresponsable del descalabro mayúsculo de nuestro país por estar en el primer plano de este desgobierno calamitoso de modo que no resulta serio prestar atención a sus comentarios. La candidata del Frente de Izquierda y de los Trabajadores nos exime del análisis pues su postura está teñida al apoyar al terrorismo que atacó a Israel, además de su posición que insiste con el estatismo que venimos padeciendo desde hace ochenta años, como si no se supiera lo que ocurre en los países que adoptan sus recetas como Cuba, Nicaragua y Venezuela para circunscribirnos a nuestra región. El candidato de Hacemos Nuestro País es un admirador de Perón que como es sabido empobreció en grado inaudito en un clima de alarmante corrupción, ataque a la libertad de prensa y adoctrinamiento en el contexto de “al enemigo ni justicia” y equivalentes, a lo que dicho candidato vuelve con proyectos de “viviendas populares” del aparato estatal y alabanzas a gobiernos totalitarios vecinos. La candidata de Juntos por el Cambio propone medidas que están muy alejadas de ir al fondo de los problemas tal como quedó demostrado en el gobierno en el que participó y sostiene que su fuerte es la seguridad, sin embargo, sugiere grabar conversaciones telefónicas de detenidos con sus abogados lo cual es una afrenta a las garantías constitucionales y proviene de estar aliada a procedimientos inaceptables de violencia terrorista: una cosa es cambiar de opinión que es muy loable y otra bien distinta es haber suscripto la violencia.
Por tanto, esos cuatro candidatos, cada cual con sus inclinaciones y características, no estuvieron ni remotamente a la altura de Javier Milei en lo que al liberalismo se refiere tan consubstanciado con nuestra Constitución fundadora. En esos casos nada mejor aplicado el aforismo de “dime de que presumes y te diré de que careces”, a diferencia del candidato liberal que expone propuestas concretas. En los mano a mano se puso más en evidencia lo dicho.
Milei es el único candidato que expuso en detalle su programa de gobierno pero en este segundo debate aludió a sus propuestas en educación para que pueda elegirse contenidos, sobre la necesidad de cumplir la actual ley de armas, sobre cambios en el código penal y procesal junto la de defensa nacional, seguridad interior e inteligencia, sobre liberar el mercado de trabajo, el desastre de la ley de alquileres, la importancia del derecho de propiedad, la necesidad de deshacer la maraña impositiva, la trampa del ambientalismo y cerró reiterando que no pueden resolverse los problemas con los mismos de siempre. En otras palabras, Milei por sorteo estuvo en el centro de la ubicación en el estrado y fue también el centro del debate.
Para cerrar esta nota telegráfica, me remito a uno de los temas recurrentes de las propuestas de Milei que ha reiterado en otros foros y repitió en este debate, al efecto de ilustrar la relevancia del asunto. Se trata de la imperiosa necesidad de eliminar la banca central que solo puedo operar en tres direcciones: emitir, contraer o dejar inalterada la masa monetaria, lo cual inexorablemente deteriora precios relativos que como constituyen las únicas señales en el mercado para operar se afectan salarios e ingresos en términos reales. Y tal como han señalado los premios Nobel en economía Hayek, Friedman y Becker si el banco central es independiente se equivocará independientemente, no hay salida. Las formas de lograr este objetivo son múltiples pero como señala Milei la meta es que finalmente la gente pueda elegir el activo monetario de su preferencia y terminar con lo que los economistas denominamos elegantemente “inflación” para aludir a una estafa monumental que especialmente perjudica a los más necesitados.