Antes de la llegada del siglo XXI comenzaron a transformarse los sistemas de producción como consecuencia de la investigación, el desarrollo y la innovación; todo esto pensado y diseñado por las personas que habitamos este mundo.
En pleno desarrollo del siglo XXI vemos cómo la tecnología va modificando cotidianamente los procesos productivos y de servicios. Si hay algo que aceleró de una manera mucho más intensa la transformación, ha sido la pandemia, este fenómeno que tuvimos que soportar y con el que debimos convivir durante los años 2020 y 2021.
El encierro como consecuencia del aislamiento necesario para evitar los contagios del COVID 19 y las consecuencias que generaba en términos de salud esta situación con la pérdida de muchas vidas humanas, obligó a buscar nuevas formas de trabajo, a intensificarse puntualmente el teletrabajo para todas las actividades de carácter administrativas, de operaciones financieras, transacciones comerciales de todo tipo.
En todas las actividades productivas se fueron operando modificaciones en las formas del trabajo, si vemos por ejemplo el sector agropecuario como ha avanzado la tecnología en las distintas actividades que tienen que ver con el sector del campo, observamos claramente cómo la maquinaria que se utiliza ha dejado de lado a miles de personas en la República Argentina que hoy ya no son necesarias para las distintas cosechas.
Y eso hizo que creciera, de manera exponencial, lo que Argentina le puede ofrecer al mundo, también lo podemos observar ya desde hace muchísimos años en la industria automotriz, como la robótica, está ahí muy presente generando una producción en cantidad y calidad que se da en forma sostenida y que indudablemente también fue destruyendo puestos de trabajo y generando mayor producción.
La industria textil, también, ha tenido una gran reconversión toda vez que se produce a mayor escala con telas muy disímiles de alta calidad, pero también con menores puestos de trabajo ocupados para esa tarea.
Hay experiencias en varios países, en Chile, el presidente Gabriel Boric, promulgó en abril pasado la Ley que reducirá de forma gradual la jornada laboral de 45 a 40 horas semanales, un proyecto que estuvo en trámite durante los últimos seis años y que fue una de las promesas de campaña del mandatario.
La normativa incluye, entre otros beneficios para los trabajadores, la compensación de horas extraordinarias por hasta cinco feriados adicionales, además de establecer sistemas excepcionales de trabajo y el sistema de jornada cuatro por tres, que consideran áreas como minería, pesca o turismo.
En los Países Bajos en donde se trabaja 29,5 horas semanales; es decir, menos de 6 horas diarias. Según algunos portales de empleo, las condiciones laborales en este país son muy estables y la calidad de vida se posiciona entre las más apetecidas de todo el mundo.
Hoy vemos en el Congreso de la Nación un debate que se está dando con distintos proyectos vinculados a modificar el sistema horario vigente hace muchísimos años, en la República Argentina, y que busca fundamentalmente la reducción de la carga horaria de los trabajadores, o también el otro esquema que ofrece menor cantidad de días trabajados en la semana con la misma carga horaria. En Argentina, la jornada laboral es de ocho horas diarias de trabajo que se impone entre uno de los más altos del mundo, según la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
En nuestro país hay un alto porcentaje de trabajadores no registrados -que llega al 50%- y por ende una economía sumergida superior al 40%. Si se tiene en cuenta que cerca del 80% de los trabajadores argentinos sufren “burnout”, síndrome que la OMS incorporó como padecimiento laboral por considerarlo estrés crónico con impacto en la salud y el desempeño; las medidas que busquen modificar las relaciones laborales precisarán abordajes más integrales.
Ya comenzó a ver legislación en ese aspecto y lo que se busca, esencialmente, es que los trabajadores trabajen en menor cantidad de tiempo, que deben hacerlo por el mismo ingreso que tienen con el régimen actual, pero les va a dar mayores actividades de producción a las empresas porque está comprobado que a la menor cantidad horaria los trabajadores tienen un mayor nivel de producción.
También de bienestar en sus puestos de trabajo y eso es un dato también insoslayable, que todo el avance tecnológico muestra que, en las distintas actividades productivas, o de servicios se ha multiplicado asimétricamente la producción con relación a la incorporación de nuevos puestos de trabajo. Reducir a un régimen de 6 horas diarias distintos tipos de actividades va a tener un impacto directo sobre una mayor creación de puestos de trabajo, que podríamos decir que se van a incorporar al mundo del trabajo un promedio de entre el 20% y el 25% más.
Pasaríamos de tener 3 turnos de 8 horas a cuatro turnos de 6 horas con lo cual es evidente la mayor creación de fuentes de trabajo todo va a depender de cada actividad, tal vez haya algunas actividades de servicio fundamentalmente que no puedan modificar el régimen actual pero la gran mayoría están en condiciones de modificar positivamente los regímenes actuales y por otro lado esto va a traer una modificación en todo lo que tiene que ver con la legislación laboral.
Todo lo que tiene que ver con los regímenes previsionales en la seguridad social, y hay que tener en cuenta que en el caso de la Argentina hoy estamos con un 50% de trabajadores que no están registrados formalmente, y que no tienen ningún tipo de contribución de carácter previsional, que no tienen obra social, que carecen de cobertura, de accidentes de riesgo del trabajo y es un debate que es muy importante para el presente y futuro del trabajo en la República Argentina.
Así como se está dando en el resto de Latinoamérica que tiene problemas iguales o peores a los que tiene la República Argentina y el Congreso debe buscar una legislación dónde intervengan los especialistas, pero también el sector empresario de todas las actividades productivas y de servicios que se desarrollan en la Argentina.
Pensemos también que hay mucha actividad que tiene que ver con los servicios públicos con las tareas burocráticas que tiene el propio Estado, tanto a nivel nacional, provincial o municipal y esa legislación debe tener un gran nivel de consenso; también con la intervención de los gremios, de las Asociaciones que aseguran los riesgos del trabajo.
Hay un un desafío muy importante para lograr una legislación que nos ponga en este siglo XXI, que propone grandes cambios pero que tienen que ser con equidad, con justicia, con inclusión. La agenda 2030 es muy clara en algunos de sus objetivos y sus definiciones donde habla de que es con todos adentro y con nadie afuera, bueno esto debe tener esa visión.
Las condiciones de trabajo tienen que ser modificadas conforme a la realidad que vivimos pero no tiene que ser algo que perjudique en términos de derechos, mucho menos en términos de ingresos, para que sea una decisión compartida por todos los que intervienen en el sistema productivo.
Hay una oportunidad, el mundo se ha puesto más competitivo aún y la Argentina no puede quedarse afuera de esa competitividad teniendo todas las condiciones que ofrece la explotación del litio, que ofrece la explotación petrolera, que ofrece la explotación agropecuaria, la de servicios que da Argentina; se ha caracterizado también por la generación de tecnología e innovación.
Hay un mundo nuevo, que nos aguarda, y que nos exige estar a la altura de ese desafío. Tiene que ser un compromiso de toda la dirigencia política, gremial, empresarial y del conjunto de la ciudadanía. Es la única manera por la cual la Argentina puede volver a ubicarse en un lugar preponderante en el contexto mundial. Pero ese logro debe tener un correlato directo sobre la calidad de vida de los argentinos para reducir los índices dolorosos de pobreza que muestran hoy que hemos retrocedido muchísimo. Las transformaciones de las formas de trabajo deben ser aprovechadas de manera virtuosa e inteligente.