La mención del peso digital en el debate presidencial por parte del ministro de Economía y candidato por el Frente Unión por la Patria, Sergio Massa ha puesto sobre la mesa la consideración de una nueva herramienta, desconocida por algunos y temida por muchos otros.
Sin dudas, la resistencia al cambio ha sido una constante frente a cualquier evolución tecnológica. Las amenazas sobre catástrofes bíblicas y crisis terminales han sido moneda corriente antes de cualquiera de los cambios trascendentales que existieron en la humanidad.
Cuáles son las características de los diferentes medios de pagos y sistemas de procesamiento que existen y las diferencias y oportunidades que cada uno plantea.
Medios de pago
a) Dinero físico: compuesto por monedas y billetes de curso legal, cuya forma de transmisión se produce por la mera tradición o entrega y cuya titularidad es al portador, es decir que es de quien lo tiene, en su mano, bolsillo o caja de seguridad;
b) Dinero electrónico: representa a toda expresión monetaria que esté registrada en un sistema contable de banco o empresa de sistema de procesamiento de pagos, sea billetera electrónica, tarjeta de crédito o débito; y
c) Dinero digital: se entiende como tal a una moneda soberana, es decir emitida por el Estado, que puede tener o no una regla de emisión preestablecida y que circula por un sistema de procesamiento público y que podría estar desarrollada en tecnología blockchain. Usualmente denominada CBDC por su sigla en inglés Central Bank Digital Currency o moneda digital emitida por el banco central.
La resistencia al cambio ha sido una constante frente a cualquier evolución tecnológica
Entre sus cualidades y potenciales se destacan:
a) Infraestructura independiente para su trasmisión y atesoramiento;
b) Confidencialidad, preservación de datos personales, de las transacciones y saldos que se poseen en cada una de las variantes;
c) Recaudación. El sistema permite percepciones o deducciones impositivas, tanto por transacción como por débito automático;
d) Auditable. La posibilidad de conciliar saldos por parte de autoridades u organismos de control en caso de fraude o delito;
e) Trazable. Seguir la secuencia de operaciones y el recorrido que ha tenido el dinero desde que fue emitido hasta un determinado momento;
f) Reducible. Considera las posibilidades que ofrece el formato monetario para fijar reglas de reducción o quema de la base monetaria, de manera que frente a una necesidad de bajar la oferta monetaria se pueda recurrir a un sistema de quema por transacción;
g) Direccionable. Orientar el flujo monetario entre diferentes actores de la economía, por ejemplo, asistencia y desarrollo.
En relación con la demanda de infraestructura, el dinero físico requiere equipamiento y materiales para su impresión inicial. También recurre al uso de soportes físicos de seguridad para el transporte y atesoramiento en grandes volúmenes. Sin embargo, para la realización de la mayoría de los pagos domésticos es la alternativa que menos infraestructura tecnológica necesita, pues las otras usan energía eléctrica y sistemas de procesamiento de datos, como redes punto a punto o Internet para anotar registros y realizar la custodia de datos sobre saldos y movimientos.
Con respecto a la confidencialidad en cuanto al origen y destino de los fondos, el dinero físico es la alternativa más reservada pues por su cualidad de darle el poder adquisitivo “al portador” hace prescindible la nominatividad de las transacciones.
Algo similar podría ocurrir con el dinero digital, si se opta por incorporar como alternativa para almacenar saldo a las denominadas cold wallets o billeteras frías que registran las posiciones fuera de los sistemas centralizados y para procesar pagos, hacerlos bajo el formato peer to peer, es decir entre partes iguales, sin necesidad de un procesador como intermediario. En cambio, el dinero electrónico siempre identifica al emisor y al receptor de un pago y requiere los servicios de empresas privadas intermediarias.
Es decir que, el dinero físico preserva la confidencialidad de los movimientos, el dinero electrónico expone cada una de sus operaciones y el dinero digital es parametrizable en este aspecto.
Frente a la posibilidad de utilizar el medio de procesamiento de pago o transferencia de dinero como sistema de recaudación tributaria, el dinero físico es el que más dificulta a los agentes fiscales, es por ello por lo que es el elegido para los negocios marginales, los delitos y la economía informal.
El dinero físico preserva la confidencialidad de los movimientos, el dinero electrónico expone cada una de sus operaciones y el dinero digital es parametrizable
Las alternativas electrónicas y digitales facilitan a los recaudadores percepciones, retenciones y descuentos en los saldos registrados de manera que facilitan los trabajos de los agentes y fomentan la formalización de las transacciones.
Tanto en relación con el dinero circulante, como con los saldos atesorados por sus tenedores, el dinero físico es de difícil auditoría pues se puede esconder, falsificar o multiplicar, entendiendo como tal al dinero verdadero emitido y no registrado. En cambio, las alternativas electrónicas y digitales cuentan con soportes de base de datos y sistemas que permiten auditar en tiempo real emisiones, saldos y posiciones.
Lo mismo ocurre con la trazabilidad de las operaciones, tal como venimos viendo, las formas representativas del dinero poseen la cualidad de ser trazables o rastreables, pues todos los movimientos se efectúan entre cuentas nominativas, es decir que se conoce el historial de titulares intervinientes, los montos involucrados y las fechas de cada operación.
Diferencias de funcionalidad
Que una moneda sea reducible implica que permite definir una regla de emisión para que en determinadas circunstancias “queme” circulante. Este concepto es usual en el mundo de las criptomonedas que buscan dar valor a su denominación a través de la disminución programada de su oferta.
Quizás aquí se encuentra una de las enormes potencialidades que tiene esta versión de dinero, en particular, para resolver cuestiones referidas a distribución del ingreso, inflación, modelos tributarios y fiscales.
Lo mismo ocurre con la posibilidad de ser “direccionable”, es decir que un mismo tipo de moneda sirva para ser consumida en lugares específicos y/o en bienes o servicios predeterminados. Herramientas como esta podrían ser fundamentales para apoyar la migración de planes asistenciales hacia el empleo y la inversión.
Los medios de pago tradicionales tanto físicos como electrónicos han sido diseñados para asegurar que quienes entregan un producto o prestan un servicio reciban la contraprestación acordada.
El dinero digital, además de cumplir con las funcionalidades de las otras alternativas, agrega adaptabilidad a las circunstancias cambiantes de los negocios y la administración pública.
Otro aspecto fundamental de cara a los ciudadanos es que el dinero digital reduce la participación de intermediarios, tanto para mantener saldos disponibles como para hacer procesamiento de pagos. Miles de millones de dólares al año se destinan en estos servicios.
Sin dudas, economías como la Argentina, se verán muy fortalecidas con el uso de herramientas como estas, pues convierten a la dificultad en oportunidad.
El autor es director en Fundación Iberoamericana de Telemedicina