“El futuro son las amigas”, dice la remera de una chica que va rumbo a tomar un tren en Bélgica. Ya no hace falta decir que “el futuro es feminista” porque tal vez una de las reivindicaciones más explícitas del feminismo es la amistad entre mujeres, la que siempre existió, pero que parecía (o se mostraba) como un marco que -sin amor de pareja- no tenía cuadro y ahora pasa a ser el cuadro y el marco en la vida de muchas y, también, en las series y películas.
El fenómeno aterrizó con toda la fuerza en Argentina con el estreno de No me rompan y Unicornio, dos films distintos, diversos y con matices en los tonos pero con un foco común: el nuevo amor son las amigas. Las que se conocen del barrio, con las que se llora, las que te salvan cuando estas al filo de la muerte, con la que brindás si compraste un champagne y el chongo te clavó, con la que gestionás la ira para no anestesiarte pero hacer un super plan contra los villanos que se aprovechan de los mandatos femeninos para generar que las mujeres se hagan daño, con las que parece que no tenés nada que ver pero te ves envuelta en las situaciones más íntimas.
Si hay mil y una noches hay mil y una amigas. Y las amigas sí que son amigas. Si las comedias románticas tienen el tópico de comerse entre chocolates y llanto (porque no son para celebrar el amor, sino para llorar por el amor perdido o el novio que no llega) las comedias girl friendly pueden servir para reírse o lagrimear pero no son una aspirina para esperar lo que no llega, ni sujetar el destino a una sola coordenada vital. Las amigas no cortan la llegada del amor, pero tampoco permiten que las chicas o las señoras corten su vida si el galán no llega a la cita prometida. La salida no era quedarse solas, ni quedarse atadas a una forma de amor, pero reinventar el amor sí es jerarquizar la amistad.
En el discurso -no unificado- pero amalgamado de las películas no se niega que el sexo importa -y tanto- o que verse bien (por mandato, por deseo, por capricho o por lo que sea) es una meta que -sí- qué importa. El problema -en el amor y en la belleza- finalmente, es el mismo, no que no importen, sino qué costo se puede pagar por sentirse lindas, jóvenes, acompañas y queridas. La belleza y el amor pueden ser flechas para generar frustración o una bicicleta para volver a pedalear por el camino elegido. Pero cuando es un dardo mejor sacarle el veneno. Y estas chicas no son Blancanieves, pero saben quitarle a la manzana el karma letal.
En Unicornio y en No me rompan no se baja línea, aunque sí está claro que la sociedad argentina pasó por los mandatos clásicos de casarse y tener hijos a burlarse de la carga de la maternidad como si fuera soplar y criar niñitas o de no poder tener arrugas a ser tratada de tarada si una actriz se deja inyectar un producto que se vende como innovador por un falso gurú y cirujano plástico.
Por eso, lo más interesante -frente a mujeres tildadas despectivamente de intensas- es que las líneas están expuestas pero se cruzan y se vuelven circulares, contradictorias y, justamente, amigables, para que cada una encuentre su propia aventura o su propio guión dentro de la película y a lo largo de la vida. Y, además, pueda cambiar de ruta si la brújula le marca una contramarcha, un atajo o un viaje mejor.
El gran aporte de ambas películas -dos producciones que, como sus amigas, no tienen necesidad de competir, sino de convertirse en un súper plan para salir a comer, tomar un traguito, mirar con chocolate y celebrar que aún se puede disfrutar del cine local- es que muestran cómo la calle se vuelve diversa y más animada con las identidades trans, populares, no hegemónicas, que ya nos pueblan sin necesidad de dar cátedra, pero con una cultura que refleja cuerpos, diversidades y feminidades que no pueden ser encorsetadas.
En Unicornio la amistad es una pócima mágica cuando el abuso o los golpes forman parte de la calle y de la vida y cuando el amante farsante no se separa, cuando el machito de la cuadra quiere a una trans sin quererla en su totalidad, cuando el galán empalagoso asume que una mujer va a querer corazones a la primera mañana después de compartir la cama (o el colchón en el piso) y cuando hay un novio bueno que quiere ver estudiar, crecer o divertirte a una piba que para problemas ya tiene a la familia. La metáfora está clara: no hay que espantar al amor que suma y no hay que soportar al falso amor que resta.
En No me rompan los varones dan órdenes como si las mujeres no pudieran aportar ni una idea creativa, los programas de chimentos exprimen el dolor de una mujer para mostrarla descartable y después juzgarla si quiere volver al ruedo con un tratamiento estético. Pero también se cuenta -para sublimar en carcajadas- la vida de las madres superadas por su intento de autonomía económica e independencia de la mano de maridos que no cambian el chip e hijas que exigen una crianza apegada de la noche a la mañana.
La injusticia no se puede soportar, pero si alguna no la soporta es loca, es histérica, mala o culpable. Por eso, el grupo de ira es una genialidad que comanda Eugenia Guerty y que logra no bajar la cabeza ni volverse lo que no se quiere ser para cambiar las cosas aunque haya que buscar un buen plan -entre amigas, claro- para ver como se sale por arriba de lo que siempre ha dejado para abajo a las que estaban condenadas a aguantar, a fracasar o a lastimarse por explotar.
El 21 de septiembre se estrenó No me rompan. La idea original es de Jazmín Rodriguez Duca que escribió el guión y se lo llevo a su amiga Carla Peterson. Ella le dijo que estaba buenísimo y Jazmín peleó hasta que logró un estreno imbatible con un equipo conformado por Sebastian Meschengieser y Alberto Rojas Apel y co- producción con Perú. La directora es Azul Lombardía que también generó -junto a Julieta Otero- un hito para las madres argentinas que se llamó Según Roxy y mostró, cuando se hacía muy poco, el lado B de la maternidad y la sobrecarga de demandas que impactan con la reproducción.
Las protagonistas son Carla Peterson y Julieta Díaz, una dupla genial de guiños, risas y precisión para cada personaje. La famosa que no puede soportar el paso del tiempo y la madre que quiere hacer cremas mientras su marido no se hace cargo de nada y a ella la desborda tanta carga (y hasta cargos) por enojarse con la ex novia y actual jefa del padre de sus hijas.
Pero, además, la peli tiene un montón de actores estelares: Esteban Lamothe (un galán que no deja de acaparar cámara, frivolidad y romances para salir en las redes o las revistas), Martín Garabal (el abogado que defiende a las que no tienen quién la defienda), Salvador del Solar (el magnífico actor peruano que hace de un gurú villano de la estética sin código ni ética). Pero además Fito Páez encarna a un director de novela misógino.
En el rol de colaboraciones estelares Nancy Dupláa a una ex estrella de televisión con la cara estirada y un living rococó y Cecilia Dopazo de una presentadora inescrupulosa que en vez de micrófono parece tener una aguja para decir lo que más duele en una lengua karateca. Celina Font (afiladísima), Brenda Kreizerman (brillante, power y graciosa) y Jazmín Rodríguez Duca forman parte del grupo de control de la ira (que conformar la banda de rescate) dirigido por la talentosa, ocurrente y divertida Eugenia Guerty.
Mientras que, el 28 de septiembre, se estrenó Unicornio, un film coral protagonizado por Nancy Dupláa, Carolina Ramírez, Sofía Dieguez y Camila Azul Sosa, con música original de Julieta Venegas y Lucy Patané. Está dirigida por Natural Arpajou. Pero además tiene la presencia mágica de Bimbo Godoy que le pone voz al relato (tal vez la voz más hermosa y mágica de la radio y la comedia actual) y una mística que se eleva entre el barrio de Constitución con las amigas que están para levantar del piso y pasar una zapatilla para poder usar la planchita de pelo en la vereda.
También para hacer bailar con la coreografía de Pilar Hernández. Solo ver bailar a Carolina Ramírez (la protagonista de La Reina del Flow) en el erotismo de un tango con caño vale la pena pero escucharla putear en porteño es otra de las delicias de una mujer magnética que traspasa la pantalla con su fortaleza y su rabia bien llevada para marcar límites y dejarse también renacer junto a sus amigas cuando necesita agua, arroz blanco y caricias.
Igual el baile no es un tema menor. En otra coincidencia, tal vez no solo estética, sino de época, se termina bailando. Tal vez porque todas además de protestar, pensar, reírnos y abrazarnos, necesitamos bailar para sacar las crisis y las malicias del cuerpo y volver a arrancar. Justo, claro, para ir a ver otra película.
Las series que revalorizan la amistad femenina y la ponen como eje de las relaciones, incluso, antes que la pareja y no solo para encontrar pareja, hacen de la cita con amigas el orgasmo afectivo o del escape con ellas el mejor plan. Y además, la gran disputa frente a parejas aburridas tienen una cita clásica: Sex and The City. Pero además de las chicas que se pasan de tener sexo alegre, comprar zapatos y reservar en restaurantes caros se necesitaba mostrar una amistad sudaca.
Aunque le rindamos homenaje, muy adentro de nuestros corazones, a las que inauguraron la idea del club de chicas como fenómeno central en la vida de las mujeres. Las precursoras -en su formación clásica- son Sarah Jessica Parker (Carrie Bradshaw); Kim Cattrall (Samantha Jones); Cynthia Nixon (Miranda Hobbes) y Kristin Davis (Charlotte York) son las que cambiaron el eje: las mujeres sí hablaban de sexo y el orgasmo no terminaba en la cama sino en la mesa de té o de brindis con amigas.
Si la pregunta retórica es qué vino primero si el huevo o la gallina la pregunta actual es si se tiene sexo para contarle a las amigas o si una forma de tener sexo (o placer) es contarle a las amigas. Pero, además, obvio, las amigas son consuelo, contención, protección y continuidad frente a una vida amorosa inestable, desconcertante e hiriente como aparece el (des) amor en la vida del Siglo XXI.
Pero si el amor se reinventa con poliamor la amistad saca su mejor ficha (la que no exige monogamia) y palpita con las poliamigas. Así que estas pelis pueden encontrar amigas en otras producciones audiovisuales sobre amigas. Un nuevo hit español es Valeria, con la escritora que se separa, se enamora, se frustra y se vuelve a enamorar mientras cena, sale y va de cañas con sus amigas que giran también entre la euforia sexual, la represión al compromiso, la competencia profesional y salirse del closet de los estereotipos lésbicos.
También hay más series y películas de amigas y muchas en tren de viaje de señoras, peleas, diferencias, reconciliaciones y, por sobre todo, compañerismo- como Fuimos canciones, Las de la última de la fila, Glow (una brillante serie norteamericana de chicas que luchan y son titanes en el ring pero terminan amigas aunque parezca que se dan golpes), Workin Mom´s (una canadiense que hace del chat de mamis y del grupo de crianza un festival de deliberaciones desde que los hijos son bebés hasta que las hijas son adolescentes y se van con el chico que le gusta, también, a la milfmami) y Coisa más linda, una fantástica serie brasileña que aborda la injusticia del femicidio, el acoso en la noche y los mandatos a las madres entrelazado por la fidelidad de las amigas.