Patria o colonia

Hace cuatro décadas fuimos asolados por el economicismo y las encuestas, que terminaron derrotando a la voluntad de ser nación, nos dejaron en riesgo de reducirnos a colonia de intereses espurios

Festejos por la victoria en el Mundial de Fútbol (Crédito: Franco Fafasuli)

El fútbol nos devolvió la alegría de ser nosotros, nos regaló la pasión por la bandera convertida en vestimenta universal, de golpe volvimos a sentir con orgullo que somos uno, que seguimos siendo dueños de un maravilloso sueño colectivo. El patriotismo que nos intentaron quitar los mezquinos intereses económicos fue recuperado por un pueblo enardecido que había vuelto a encontrar una causa común que los abrace. Tenemos esa maravillosa manera de expresar nuestras alegrías, también fuimos masivos con los dolores que lastiman demasiado. Somos un crisol de razas donde la mayoría echó raíces y se sintió agradecido con su destino, con el regalo de la vida de participar en la gestación de una identidad particular para enriquecer el humanismo universal.

El momento es confuso, muy complejo, las divisiones abundan y se profundizan, la democracia no pudo hasta ahora devolvernos la confianza en sus instituciones pero somos uno y debemos reencontrarnos en el diálogo, recuperar el futuro común. El peronismo fue una etapa en la construcción de la patria. Los radicales iniciaron la democracia y terminaron derrocados por infames intereses. Es el peronismo el que integra a los obreros, a la industria y recupera la vocación de grandeza, Frondizi lo profundiza con su proyecto de industria pesada, Illia reafirma la democracia y la libertad con una política nacional de salud sin embargo, los negociados derrocan a todos asesinando siempre en nombre de sentirse una clase superior. Todos los golpes se gestaron para derrocar al “populismo”, que antes llamaban “demagogia”, oscura manera que forjaron los despreciables gorilas para imponer su irracional visión de sentirse superiores a los humildes. Algunos asentaban sus pretensiones en su talento, estos son más brutos que cualquier opción de los necesitados. La humanidad confronta entre las culturas y los bancos, entre las patrias y los negocios, de puro oscuros y codiciosos odian al Santo Padre por su defensa de los que menos tienen. La riqueza económica suele profundizar la pobreza de los espíritus.

La forja de la identidad, es compartida por radicales, peronistas y todas las ideologías que supieron gestar su versión nacional. Hace cuatro décadas fuimos asolados por el economicismo y las encuestas, que terminaron derrotando a la voluntad de ser nación, nos dejaron en riesgo de reducirnos a colonia de intereses espurios. Hasta en los mismos golpes de Estado -salvo el último- tenía plena vigencia el destino colectivo por encima de los intereses individuales.

El peronismo termina con la muerte de su fundador, sus ideas no existen ni siquiera en el enriquecido espacio del sindicalismo ni en los programas pretendidamente oficialistas, que parecieran festejar las derrotas en serie que estamos sufriendo. Cámpora pudo ser discutido como incapaz de estar a la altura de su cargo o en el peor de los casos ser definido como un traidor; por esa razón la elección de su nombre para “la vanguardia” de la actual deformación de nuestra identidad como partido es de sobra convincente. Son una versión mediocre de los gorilas de izquierda, eligieron como ejemplo a los imberbes que el General expulsó de la Plaza. La secta kirchnerista acaba de ser derrotada en Santa Cruz, esperemos que al eliminarlo desde las raíces nos podamos librar de sus miserias. Un sabio De la Sota los expulsó de entrada, en Córdoba sigue gobernando el peronismo. Donde ellos fueron vigentes, como fue el caso de Mendoza, hoy ni siquiera figuramos para ser oposición.

El peronismo no tiene quien lo reivindique, fue abandonado en manos de algunos de sus enemigos y demasiados de los que entregaron sus ideas por un cargo. Hay exceso de subsidios para reivindicar el esfuerzo y como solía expresar el General, “quien no produce al menos lo que consume no tiene derecho a vivir”. Somos una sociedad sin izquierda o mejor, con un modelo triste y sin sentido, algunos dentro del gobierno y otros cortando calles. El peronismo fue tan fuerte en su arraigo popular que para ser votados necesitan traicionarlo en su nombre. Somos un pueblo joven, un crisol de razas, gestando tradiciones y ocupando una geografía generosa que incita la codicia de los apátridas. La ciudad engendró el tango que nos dio -como el fútbol- una manera particular de caracterizarnos. El prestigioso Agustin Salvia, director del Instituto de la UCA, le expresaba a Jorge Fontevecchia con datos precisos cómo nuestra decadencia se inicia con el último golpe. El maestro Leopoldo Marechal decía que la patria es una víbora que cambia de piel, primero expulsamos la dictadura, luego la oscura versión del menemismo ahora vamos a sacarnos la rígida cáscara del kirchnerismo, ya vendrá pronto un tiempo donde logremos extirpar el liberalismo colonial y volver a ser nación. Esperemos que esa necesidad colectiva no se demore demasiado.

Vamos a elecciones con escasa esperanza pero con dos opciones democráticas y una candidatura que nos humilla como sociedad. Hay momentos donde la injusticia se convierte en rebeldía y donde la necesidad impone grandes cambios, es cuando la madurez de los pueblos impide que dichas coyunturas de dimensión histórica sean confundidas con la opción cercana a la imbecilidad. Y ese es el riesgo que hoy estamos en peligro de atravesar.