En el ámbito médico y social a menudo nos encontramos con situaciones que requieren no solo un diagnóstico clínico, sino también una comprensión humana. Uno de estos escenarios, que ha tocado mi puerta en más de una ocasión, es el de las abuelas que dedican sus días al cuidado de sus nietos, más allá de sus propias capacidades o deseos.
La frase “para los abuelos hay dos momentos de gloria: cuando te traen a los nietos y cuando se los llevan”, en ocasiones, queda corta para describir la realidad que algunas abuelas viven día a día.
Si bien algunas optan voluntariamente por la dicha de cuidar a sus nietos, por el puro placer de disfrutar de momentos de juego, plaza y comidas; otras se ven abrumadas por un manto de expectativas y compromisos. En ocasiones, estas abuelas se convierten, sin desearlo, en lo que llamo “abuelas esclavas”.
Experiencia que motiva a la reflexión. A lo largo de mis años de práctica como médica de familia, he tenido la oportunidad de conocer a muchas de estas mujeres. Algunas, atrapadas entre la espada y la pared, desean ayudar a sus hijos, pero a menudo sienten que han sacrificado su libertad y bienestar en el proceso. Otras, mientras intentan equilibrar sus propias necesidades económicas, sienten que no tienen otra opción que asumir este papel. Y no olvidemos a aquellas que, en una etapa en la que podrían dedicarse a actividades largamente postergadas para su bienestar personal, cuidan tanto a nietos como a padres adultos muy mayores.
Es vital subrayar la carga emocional y física que este rol conlleva. Las abuelas no solo atienden las necesidades básicas de los pequeños, sino que también actúan como mediadoras, maestras y, en algunos casos, como segundas madres. Esto, sumado a las propias responsabilidades y desafíos de los adultos mayores, puede resultar abrumador.
Sin embargo, hay un aspecto que es el que más me preocupa: la falta de espacios donde estas abuelas puedan expresar sus sentimientos y preocupaciones sin sentirse juzgadas o incomprendidas.
Escuchar y comprender más allá de los síntomas puede habilitar una vía de solución. En las consultas médicas, detrás de síntomas como el cansancio, dolores generalizados, ansiedad, depresión, insomnio y malestares diversos y difusos, a menudo se esconde una abuela sobrecargada y presionada que se siente sin salida. Como profesionales de la salud, nuestro rol ahí consiste en “desmedicalizar” la situación y redefinir el problema. Solo con este cambio de foco y la validación de lo que siente la persona, ya estamos ayudando. Pero más allá de eso, podemos ofrecer un espacio de escucha, acompañamiento y facilitar el diálogo intrafamiliar cuando hay barreras para ello.
¿Y qué dice la literatura médica respecto de este tema? Podemos encontrar hallazgos mixtos. Algunos estudios sugieren que cuidar a los nietos puede tener un impacto en la salud, mientras que otros sugieren beneficios. Pero, al final del día, cada abuela es un mundo y no podemos generalizar. Lo que sí es cierto es que no podemos asumir que todas las abuelas desean o pueden desempeñar el mismo papel en la vida de sus nietos. Por eso, es tan importante que puedan expresarse.
Una invitación a repensar el rol de las abuelas. Como sociedad, es nuestro deber reconocer y valorar el esfuerzo de estas mujeres, así como replantearse las estructuras sociales relacionadas a la longevidad, respetando sus tiempos, necesidades y deseos. Debemos buscar soluciones sociales y culturales que permitan a cada familia encontrar su equilibrio, respetando siempre los límites y deseos de las abuelas en cada contexto particular.
Como parte del equipo de salud, es fundamental nuestro rol para habilitar espacios de escucha y expresión. La consulta médica periódica es el momento preciso en el que puede surgir una preocupación con esta y -¿por qué no?- encontrar un camino para solucionarla.