Tecnológicos o artesanales, de bajo costo o alta inversión, industriales u “orgánicos”, individuales o colectivos, formales o informales. En cualquiera de sus múltiples formas los emprendimientos son un protagonista cada vez más relevante de la estructura productiva argentina. Ofrecer el acompañamiento adecuado para que los emprendimientos logren consolidarse y transformarse en empresas que innoven, agreguen valor y generen empleo de calidad es un desafío estructural para las políticas públicas.
Nadie emprende en el vacío. Un Estado presente y activo es condición necesaria para garantizar el derecho a emprender. A pesar de la diversidad y talento de los emprendimientos que se despliegan en nuestro país, existe un elemento compartido: todos necesitan apoyo para poder superar la fase inicial de sus proyectos y comenzar a recorrer el camino para consolidarse en pequeñas y medianas empresas.
La magnitud y velocidad de las transformaciones tecnológicas de nuestro tiempo es uno de los factores más relevantes a la hora de comprender el crecimiento de la actividad emprendedora a nivel global. Los mercados a los que pueden acceder proyectos artesanales locales se amplían a través de las redes sociales. Procesos de diseño y desarrollo de piezas y partes que, apenas unos años atrás, solo podían realizar las grandes industrias, ahora pueden realizarse en una habitación con impresoras 3D y otras pequeñas maquinarias. Al mismo tiempo, el avance del conocimiento y la democratización en las universidades de la robótica, la biotecnología y tecnologías del agro o la satelital, por poner sólo algunos ejemplos, explican el boom de las startups más disruptivas.
Se emprende más porque se puede y no porque sea necesariamente superador de otras formas de organización de los factores productivos como la del trabajo asalariado. Es en esta realidad innovadora y diversa donde el Estado debe continuar desplegando políticas para el desarrollo emprendedor. Hablamos ni más ni menos de hacer políticas que apuntalen el semillero de empresas, para poder construir un futuro más productivo que nos permita revertir los problemas estructurales que resultan de un modelo muy dependiente de la venta de materias primas.
Quienes reivindican la figura de los emprendedores exitosos como campeones del libre mercado suelen olvidar demasiado rápido que cualquier actividad productiva se realiza en un contexto donde el Estado juega un rol fundamental en su carácter de regulador, planificador y promotor del desarrollo.
No es casualidad el éxito que tienen en el país de la universidad pública gratuita y de calidad, el CONICET y de las leyes de promoción de la industria del software y de economía del conocimiento, los emprendimientos basados en el conocimiento, científicos y tecnológicos. Es en este marco en el que Argentina logró posicionarse como el país con más emprendimientos tecnológicos de punta de la región, por encima incluso de Brasil y México.
Volver a poner la política emprendedora en el centro de la escena
Desde que arribó al Ministerio de Economía, Sergio Massa volvió a poner en la lista de prioridades del Estado al desarrollo emprendedor. Apostar desde a quienes inician una startup biotecnológica hasta a quienes se dedican a la producción de dulces artesanales desde Ushuaia a la Quiaca, es una decisión política que reconoce el rol central del Estado para profundizar y robustecer el entramado productivo, crear empleo de calidad, promover el desarrollo territorial, impulsar la innovación y ofrecer financiamiento accesible.
Cuando el Estado busca promover el desarrollo de nuevas empresas, emprendimientos o startups tecnológicas, hace una apuesta estratégica asumiendo riesgos que el sector privado no está dispuesto a correr. Con el objetivo de apuntalar al sector, el Ministerio de Economía, a través de la subsecretaría de desarrollo emprendedor, destinó más de $10.000 millones en diferentes líneas de financiamiento de manera directa. Los fondos invertidos por el Estado acompañan desarrollos como Sylvarum; un proyecto que desde Tucumán busca mejorar el rendimiento de los cultivos hidropónicos para, a través de la utilización de pulsos eléctricos y electromagnéticos, tener cultivos que aseguren un futuro más sustentable y resiliente. Los recursos inyectados por el Estado también acompañan a Pancora una empresa que en Bariloche desarrolla robótica submarina o a Ergo Bioscience que desde Santa Fe desarrolló un proceso de producción de proteínas animales utilizando sólo células de zanahoria. El financiamiento estatal también alcanza a emprendedores como Entrenuts que, desde Colón, Entre Ríos, exporta al mundo variedades de pasta de maní, un producto que Argentina exporta a granel. El listado es inagotable y evidencia de un futuro prometedor.
El único imperativo que tiene una gestión pública eficiente es el de acompañar a quienes emprenden para que no corran el riesgo en el vacío. En Argentina el talento y la potencia emprendedora debe seguir conjugándose con un sistema educativo y científico tecnológico fuerte; que permite que, por ejemplo, en el año 2021 (último dato disponible) se hayan creado poco más de 67.000 mipymes en Argentina, un 30% más que en el 2020, recuperando el sendero positivo después de 4 años de un claro proceso de destrucción de empresas durante el macrismo.
Las mujeres también emprenden
Las desigualdades de género tienen su correlato en el mundo emprendedor: la probabilidad de que una mujer emprenda son menores a las de un varón. Como consecuencia de esas asimetrías, Argentina pierde oportunidades para su desarrollo económico. Las mujeres deben seguir ganando protagonismo, pero hay cifras alentadoras. Los datos de 2021 muestran que el 30% de las micro, pequeñas y medianas empresas argentinas estaba liderada por mujeres. Pero cuando se observan los datos referidos a los emprendimientos -aquellas empresas con menos de 7 años de vida- el porcentaje ascendía a 39%. Las cifras evidencian una tendencia que es necesario fortalecer. La economía argentina necesita que cada vez más mujeres puedan, como los varones, salir de los ámbitos de la reproducción para protagonizar más ámbitos de producción.
¿Dónde radica el origen de esta desigualdad? Cuando los varones deciden emprender, simplemente lo hacen. Las mujeres, por el contrario, deben compatibilizar su camino emprendedor con el cuidado de sus hijos/as, dudan de su capacidad y formación para poner en marcha una nueva empresa, temen endeudarse y carecen de redes de contactos y apoyos. Esto sucede en Argentina y en el mundo resultando no sólo en menos empresas lideradas por mujeres sino en una generización del entramado productivo: las mujeres, si lo hacen, suelen emprender en sectores de la economía menos dinámicos, sectores de menor proyección, como la educación, los servicios, etc. Por eso, la Subsecretaría de Desarrollo Emprendedor puso en marcha un paquete de medidas destinadas a revertir esta desigualdad. Entre ellas, una ambiciosa línea de financiamiento destinada exclusivamente a financiar los proyectos de mujeres emprendedoras, políticas que permiten financiar costos de cuidado de niños, niñas, o adultos mayores de quienes emprenden, un programa nacional de mujeres mentoras para fortalecer los lazos entre emprendedoras y empresarias, con el objetivo de crear una red sólida y dinámica que promueva el desarrollo de capital social y modelos de rol que inspiren y generen una visión de futuro para muchas.
Debemos continuar profundizando este tipo de políticas para que cada vez más mujeres emprendan, lo hagan en sectores tradicionalmente masculinizados, y logremos equilibrar el perfil de género de nuestro sistema productivo.