Por alguna razón, cada que llega el 29 del mes muchos habitantes de la Argentina resuelven comer ñoquis y poner algo de plata bajo los platos como llamada a la prosperidad. Es como un juego, podríamos decir, una celebración colectiva. En casas y lugares públicos. Un buen número se abstiene debido a que sus integrantes no tienen nada para comer.
No son caros los ñoquis, los gnocchi, sin ese, en plural, de la cocina italiana y la gran familia de las pastas. Una cocina surgida de la necesidad y el ingenio, donde guerras, más crisis de todo orden, produjeron la necesidad de poner en la olla lo que había y combinarlo con arte en un proceso popular y de campo poco generoso. De aprovecharlo todo a auténticas delicias, a no poner en duda el patrimonio de la Humanidad.
Hasta hace algunas horas la presidente del Banco Nación, Silvina Batakis, tenía preparados sus ñoquis pero en otro sentido, el porteño aserto para nombrar a quienes reciben sueldos y prebendas sin trabajar o por imperio de la deshonestidad y la desvergüenza. En algo se parecen los dos significados: aprovecharlo todo, no tirar nada que se pudiera de algún modo, llenarse de plata desde el poder y facturarle a las afligidas almas que no saben qué hacer ni qué les pasará al ritmo de un país que se esfuerza por hacer de él un sitio siniestro.
Poder tal vez no sea la palabra pues hay poderes mayores sobre Silvina, de manera que detrás del tímido y balbuciente señor Guzmán, muy rezador y pío – frecuenta los alrededores del Pontífice - llegó nuestra querida señora Batakis a la cartera sucesiva con efímera y ostentosa falta de capacidad. A alguien se le había ocurrido.
En tan escaso tiempo visitó la Reserva Federal en los Estados Unidos, fue recibida por la cooperativa que suele llamarse Fondo Monetario Internacional, sin reprimir una visita a la Apple Store, donde no es imposible que se hiciera con alguna computadora y algún teléfono interesante. Que no todo es trabajo, a pesar de que amonestara a Isabel Sarli y a Jorge Barreiro con la frase para los tiempos “chupe, Barreiro, que es trabajo”. Algún gusto es necesario y la querida Silvina es con toda seguridad humana, ¿no es cierto?
En el extenso mapa de la corrupción hay un poco de todo y es necesaria la paciencia sigilosa y la velocidad de los felinos grandes y pequeños. Los negocios gordos se mimetizan de patriotismo, verba flamígera, apelación a la soberanía.
Ahí no se trata de penes de madera - ¿dónde habrán ido a parar?-, ni cunitas, ni tres casas mal hechas de planes que anunciaban quinientas, algo de lo más normal del mundo. Aunque el último ejemplo pisa los terrenos más fangosos y no será uno a meterse por profilaxis dirigida a preservar una buena salud: a mí que me revisen. No he dicho nada.
El caso acerca de los ñoquis de Silvina junto a otros que admira por sus dimensiones, resulta peccata minuta, algo que el romano dejaba pasar con sabiduría.
Viene a suceder que Silvina hizo algunos nombramientos y contratos que resultaron chirriantes, no solo por el flagrante nepotismo, sino al hacer, sin aviso, en la sombra, sino también y sobre todo por las sumas en juego reveladas por la periodista Cecilia Boufflet por televisión. La protectora Silvina puso en el directorio del banco a su ex marido y al actual en la jefatura de sistemas con todas sus sucursales, en tanto que Silvina, indicó para el cargo de gerente general que el sueldo de la funcionaria debía ser de nueve millones de pesos mensuales entre pitos y flautas, facturas agregadas, esfuerzos adicionales, no sé, pienso. ¡Pero Silvina! Una chica tan simpática y de mirada bondadosa tras los cristales de los anteojos con una barbaridad de dioptrías no puede dar pasos tan grandes sin que se le note el plumero.
Que Silvina, como Doña Flor y sus dos maridos- novela de Jorge Amado y película de gran éxito- haya conseguido armonizar tan civilizado trío sin querellas, ni celos, ni rencores, es fantástico, aunque hay quienes piensan que es una enorme falta de ética todo el affaire por no agregar, como hizo en la denuncia Graciela Ocaña: defraudación contra la administración pública, administración fraudulenta y peculado. Con la intención, denunció Ocañam, de enriquecerse y enriquecer a terceros, intención empleada para la contratación de Verónica Laura Assad, alias Pitty la numeróloga, una vidente que recibió un millón ochocientos mil pesos por seis meses. Puede ser prudente en el punto: ¿Quién no tiene una numeróloga hoy en día?
Ay, Silvina, Silvina. Fue la sección especializada de la policía al banco, se llevaron carpetas y documentos en abundancia. Se asegura que Silvina, un amor, puso a disposición del fantasmagórico presidente Alberto Fernández su renuncia. A disposición, no de manera indeclinable. No hay que exagerar, Silvina. Entiendo que son momentos desagradables, no solo para vos, Silvina, sino para los dos maridos y para el hijo que ocupa una de las gerencias de la sede central. Hay que mostrarse empático con estos mejunjes, me parece.
Vos, a la mesa con tus ñoquis del 29. Si tuvieras la gentileza de invitarme, solo con oliva, a ser posible extra virgen de Jaén, España, y apenas algo de grana padano, un soplo. Gracias. Es que son ñoquis como mínimo descomunales, enormes.