Si todos los precios subieran al mismo tiempo y a la misma tasa, no habría mayor problema porque nadie saldría ganando, y lejos de responder a un proceso de inflación se estaría en presencia de un cambio en el nivel de precios, todos estarían igual, pero con un nivel más arriba. Justamente el principal problema de la inflación es que unos precios suben antes que otros y a mayor velocidad; y por tanto hay ganadores y perdedores.
Como la inflación es un fenómeno netamente monetario, la tentación es combatirla por el lado de la expansión de dinero.
Es obvio que toda emisión de moneda más allá de lo que demanda desea genera un proceso inflacionario, con lo cual, no estoy diciendo que no haya que tener disciplina monetaria, el problema está en limitarse a hablar del problema y no dar un paso más y combatir las razones que llevan a ese proceso de espiralización de los precios.
La explicación tiene que ver, a mi entender, en que el problema está en un nivel excesivo de gasto público que ya no puede financiarse con más impuestos y que requiere, por tanto, de creciente emisión del Banco Central para financiar el déficit fiscal, porque también se ha perdido la capacidad del Estado de acceder al crédito.
Nadie niega la necesidad de reestablecer un sistema monetario en Argentina, dado que sin moneda es imposible el cálculo económico. El punto es que, así como la causa primaria de la inflación es el déficit fiscal, por efecto de gastar más de lo que ingresa en impuestos, la emisión consecuente es la consecuencia.
Como la inflación es un fenómeno netamente monetario, la tentación es combatirla por el lado de la expansión de dinero
Para no complicar el análisis, por ahora dejo de lado el financiamiento vía endeudamiento interno y externo. Solo puedo decir que, en Argentina, el nivel de gasto público es tan alto e ineficiente, que el Estado ya utilizó todos los mecanismos de financiamiento. Nadie de afuera está dispuesto a prestarle al país; el mercado crediticio interno no tiene capacidad de financiamiento; la carga tributaria excesiva mata toda actividad económica y la emisión descontrolada generó tal destrucción del peso que, para recaudar algo del impuesto inflacionario se necesitan tasas de expansión monetaria cada vez más altas, que puede llevar a un estado hiperinflacionario.
Ese fenómeno ha llevado a que se asista como parte de la campaña electoral al debate entre los economistas sobre la salida a un régimen de dolarización o hacia un Banco Central efectivamente independiente del poder político central.
Creo que la solución que hoy se ve más viable es quitarle el curso forzoso al peso, eliminar La Ley Penal Cambiaria, unificar el mercado de divisas y permitir que los dólares del públicos y empresas, en el país y en bancos del exterior puedan usarse para todo tipo de transacciones, interna como externamente. Por ejemplo, si una persona le compra el auto a otra, que pueda pagarle con una transferencia de su banco en Miami al banco del vendedor en Nueva York. Eso generaría un aumento en el nivel de actividad económica fenomenal en poco tiempo.
Sobre el curso forzoso del peso, advierto que existe una confusión sobre la Ley de Gresham que afirma que la mala moneda desplaza del mercado a la buena moneda, porque solo funciona si una de las monedas tiene circulación única y obligatoria.
Se sabe que la moneda es una mercadería como cualquier otra y que no es un invento de los gobiernos, sino que es un descubrimiento del mercado.
Ahora bien, supongamos que en el mercado se ofrecen tres marcas diferentes de hamburguesas: A, B y C y que la C es de mala calidad y cara. ¿Qué es lo que llevaría a la gente a demandarla si puede optar libremente por la A y la B?
La moneda es una mercadería como cualquier otra y que no es un invento de los gobiernos, sino que es un descubrimiento del mercado
Con la moneda ocurre lo mismo. Si se le quitara el curso forzoso al peso, aclarando que curso forzoso es que el acreedor está obligado a aceptar pesos como forma de pago, aunque se haya pactado el pago en otra moneda, la gente no tendría ningún interés en recibirlos, al menos que el Banco Central produjera una moneda de buena calidad.
El argumento que más se utiliza para defender la dolarización es que, al quitarle el financiamiento del gasto público a los gobiernos, se contiene su expansión y se frena la inflación. El caso de Ecuador muestra que es cierto que se frena la inflación, pero no que el principal problema que le da origen que es el nivel de crecimiento sostenido del gasto público.
Ecuador, que es el país que se toma como referencia para dolarizar, adoptó ese signo monetario en 2000, y según datos de CEPAL, el gasto público pasó de 17,25% del PBI a 27,83% en 2019, año previo a la pandemia de Covid-19.
Es decir, a pesar de la dolarización, el gasto público aumentó 10 puntos porcentuales, porque en ese período estuvo en la presidencia Rafael Correa, un populista de izquierda, que aprovechó el viento de cola de los precios de los precios internacionales de las materias primas que se constituyó en su principal fuente de recursos.
Pero en rigor eso no es un argumento fuerte para imitar la dolarización porque, justamente, las instituciones tienen que ser diseñadas para contener los disparates que pueden hacer gobiernos de tinte populista.
Las instituciones tienen que ser diseñadas para contener los disparates que pueden hacer gobiernos de tinte populista
Además, dada la falta de dólares para poder reemplazar la moneda nacional, la mejor opción que hoy tiene Argentina es quitarle el curso forzoso al peso y permitir un proceso de competencia de monedas que, seguramente, se concentrará en dos o tres y el peso podrá sobrevivir si el BCRA comienza a producir una moneda de buena calidad conforme evolucione la demanda.
La restricción que establece la Constitución Nacional se puede resolver con una moneda simbólica, el peso oro argentino, dado que en la práctica la población usaría la que le resuelte más confiable como medio de intercambio y de reserva de valor.
De ahí que, bien venido el debate sobre una reforma monetaria, dado que Argentina se quedó sin moneda y la economía no puede funcionar sin ella. Lo que no hay que hacer es un Boca-River de dolarización versus competencia de monedas.