Para quienes tenemos menos de 40 años, es difícil recordar un momento en el que la Argentina haya estado en una situación más complicada. Con una inflación que corre al 12% mensual y que viene acelerándose, con la pobreza instalada desde hace demasiado tiempo en torno al 40% de la población, y con una caída de la calidad educativa que hace que, por ejemplo, 8 de cada 10 estudiantes de secundaria no alcancen el nivel esperado en matemática en las Pruebas Aprender del año pasado, los argentinos enfrentamos una crisis de una magnitud tal que hace tiempo no vivíamos. Y sin embargo, cuando analizamos uno por uno los problemas, vemos que ninguno de ellos es nuevo, y en no pocos casos se remontan a varias décadas atrás. Y lo cierto es que en los 40 años que llevamos de democracia, la política no ha podido encontrarles una solución más o menos estable, duradera. Nunca en democracia logramos disminuir la pobreza por debajo del 25%, lo que significa que aun en nuestros mejores momentos, uno de cada cuatro argentinos estaba en la pobreza.
Frente a esta situación, las respuestas que la política ha (hemos) intentado no han traído soluciones. Por un lado la grieta, que nos estancó en un griterío inconducente que discutía lo accesorio mientras los verdaderos problemas seguían igual, cuando no se profundizaban. Por otro lado, acuerdos sin demasiado contenido, que no pasaban de gestos de buena voluntad, pero sin ideas concretas que los sostengan y les den sentido. Acordar que tenemos que estar de acuerdo sin decir en qué o cómo no hace más que deslegitimar la idea de consenso. Los tan anhelados “pactos de la Moncloa” o “Gobierno de Unidad Nacional” o las tan mentadas “políticas de Estado”, cuando carecen de contenido, suman frustración y estancamiento, y reflejan que nos quedamos sin ideas. Hoy no sólo estamos ante una crisis social y económica, hoy la política tiene una crisis creativa.
En este sentido, la política tiene mucho que aprender de la sociedad civil. La noción de “triple impacto”, que forjó el empresariado, estableció un concepto de éxito corporativo diferente y nuevo, abandonando el miramiento de la ganancia a cualquier costo, integrando la noción de sustentabilidad, que contempla el valor económico pero también la mirada social y el impacto ambiental. La política necesita hacer lo mismo. Crear una nueva fórmula de éxito. Mucho más ambiciosa que un acuerdo entre actores políticos actuales que dialogan y acuerdan términos políticos para salir del paso. Con una mirada mucho más amplia que los dos años de paz que se requieren para ganar la próxima elección. Dejando de pensar los problemas como compartimentos estancos, sino integrándolos, sumando el trabajo que realizan las organizaciones de la sociedad civil, las iglesias, el sector privado. Y pensar y discutir realmente las pautas que pueden permitir la transformación de la mirada política para poder sentar las bases de la nueva Argentina, incluso si eso implica ver los resultados en forma paulatina y a lo largo de 20 años.
Estoy convencido de que si construyéramos un nuevo concepto de éxito en torno a la política, definitivamente lo primero que deberíamos estar discutiendo es sobre políticas públicas para la primera infancia. Sabemos que la pobreza se ensaña con los más chicos y está probado que la inversión estatal en la primera infancia tiene las tasas de retorno más altas de todo el gasto público; aun así, el tema no está ocupando el lugar que debería en la conversación pública. Pero además, necesitamos abordar en serio, con una mirada de largo plazo, la problemática de la salud mental, las adicciones y los consumos problemáticos, junto la lucha contra el narcotráfico; tenemos demasiado ejemplos en el mundo como para darnos cuenta de que si no lo hacemos a tiempo, podemos seguir cayendo. Y por último, en la Argentina hay dos millones de personas viven en condiciones de hacinamiento, por lo que necesitamos un foco muy importante en la infraestructura social que atienda a ese problema.
Ninguno de estos problemas vamos a poder solucionarlos si seguimos pensándolos y trabajándolos como venimos haciéndolo. Es necesario romper con esta crisis creativa y animarnos a pensar el futuro de otro modo para que no pasen otros 40 años y sigamos en el mismo lugar.