En el debate de candidatos a vicepresidente Victoria Villarruel definió que el programa de Educación Sexual Integral debía reducirse a la enseñanza de la biología, supongo que con eso se refirió al funcionamiento del aparato reproductivo. Pero ¿qué otra cosa contiene la educación sexual integral además de biología?
La primera definición que se encuentra en la directiva oficial sobre la ley 26061 es “nuestra política pública con la convicción que las infancias y adolescencias son sujetos de derecho, que estos derechos son inalienables y que el respeto por el interés superior de niñas y niños debe ser parte fundamental de todas las prácticas que las y los involucren”.
Habitualmente cuando se definen derechos de niños, niñas y adolescentes se pone énfasis en cuestiones que involucran recursos y se refieren a falencias económicas. En este caso, el contenido “no biológico” de la ESI se inspira en la protección de la integridad física y psicológica de los menores de edad, partiendo de la base de que no son propiedad de los padres ni de los cultos que los padres puedan seguir, sino individuos sujetos de derechos que les pertenecen, incluso contra la voluntad de los padres.
El liberalismo del que tanto habla el candidato siempre ha hecho esta diferencia, por eso los tribunales contienen asesores de menores para representarlos cada vez que se presente en un asunto una posible incompatibilidad de intereses entre los progenitores y sus hijos.
Pues bien, en materia de sexualidad y protección contra el abuso, hay un conflicto mayúsculo entre ambos. La ESI es, en tal sentido, una forma de prevención del abuso del poder y el crimen contra menores. Los cultos han querido ver una conspiración en esta enseñanza y han propagado todo tipo de mitos sobre clases de pornografía impartidas a niños con el objeto de deslegitimar que por primera vez se dote a los menores de herramientas para preservar su singularidad afectiva y su seguridad de cualquier intento de reprogramación o lavado de cerebro hechos en nombre de creencias morales que los ponen en peligro.
Este aspecto nadie lo destaca porque el poder de los cultos sobre las personas es inmenso y por tanto la posibilidad de dañar políticamente a quienes los enfrenten, tanto que muchos padres sacrifican la integridad de sus hijos solo para obedecerlos. El gran tabú que nadie quiere tocar y que los cultos aprovechan, es que los adultos tienen derecho a restringir sus propias vidas y su propia felicidad en función de tales creencias, pero no pueden afectar la integridad de los menores como sujetos de derecho.
Dicho esto, lo no biológico en la ESI no es sexo meramente, sino derecho. El porno que en sus atribuladas mentes algunos imaginan y propagan que se imparte en la ESI, en cambio, sí muestra biología en su máxima expresión. El tema será necesariamente conflictivo hasta que se acepte que los menores están bajo la guarda de los padres, esto es bajo la responsabilidad de los padres, pero no les pertenecen. No tienen derecho a torturarlos física o psicológicamente para que se adapten a una restringida visión de la sexualidad o a creencias sobre castigos eternos que los distintos cultos utilizan como modo de manipulación de la voluntad de los adultos en materia sexual.
La ESI no es una conspiración, sino el fin de una conspiración contra menores indefensos. Después se podrá discutir si tal o cual aspecto o contenido es mejor o peor, necesario o innecesario. Los contenidos podrán discutirse siempre porque los menores no pasan de pertenecer a los padres a pertenecer al Estado, que es como los cultos lo quieren ver, sino que el Estado tiene el deber de preservar los derechos y la integridad de todas las personas, en este caso a unas que están sometidas a una autoridad extraordinaria, que son los niños, niñas y adolescentes.
En ese mismo sentido la ESI es un mecanismo probado de detección de abusos sexuales contra la niñez ¿Cuáles son los ámbitos donde los niños corren los mayores peligros al respecto? Los que se declaran víctimas de la ESI: las familias y los lugares donde los menores son puestos a cuidado de terceros. Ninguna política del aparato protector de derecho individuales sobre el abuso de menores puede ser otra cosa que un desafío para las familias y las instituciones donde estos abusos ocurren y son protegidos, generando una cadena de revictimización infinita de la que hay suficiente información pública como para que tenga que agregar nada al respecto. La ESI presenta resultados contundentes en la prevención y detección de estos crímenes. En la Ciudad de Buenos Aires el 80% de los casos detectados surgen en las clases de ESI.
Esto quiere decir que la posibilidad de que Milei resulte electo es un peligro concreto para una cantidad indeterminada de menores que gracias a este programa ven sus vidas salvadas del abuso y del encubrimiento, que produce un daño tal vez mayor al del crimen original.
En mi opinión esto debería complementarse con la criminalización del encubrimiento por parte de padres y otros adultos que los tengan a su cuidado. El ataque de los cultos y de militantes políticos que responden a los intereses de esos cultos, tanto de mantener el control de la regulación informal del sexo, lo que implica una herramienta de poder inmensa, como de detener la proliferación de denuncias e investigaciones por parte del Estado secular, se centra en la perspectiva de género, producto del estudio antropológico que ellos prefieren llamar “ideología”, porque las ideologías vendrián a ser ideas interesadas que conllevan el fin avieso de que la población se ponga a merced de algún proyecto de poder, y según se supone, las ideologías como tales no serían libres en una democracia.
El problema es que ideología es la manipulación del sexo y la propagación de culpas que definen relaciones de poder. Y esa ideología se esparce sobre menores cargados para toda su vida de mutilaciones que, entre otras cosas, generan el caldo de cultivo en el que el crimen contra menores se propaga.
Nadie sabe, en cambio, más que en la infantil pero macabra imaginación de quienes sostienen estos delirios, cómo la preservación de la individualidad de la sexualidad o la autoestima que lleva aceptarla, podría llevar al poder a quienes enseñan estos conceptos.
La descalificación como ideología de la perspectiva de género, que no hace más que prevenir formas de abuso de poder hacia los menores y entre los menores, proviene curiosamente de ideólogos y militantes de una sola facción. La diseminación de falsedades y la demonización de la ESI, así como de las minorías y variantes de personalidades en materia de sexualidad, son el material permanente de agitación de una sola ideología.
La ESI no es resistida en ámbitos académicos o científicos, sino por la ideología de la propiedad sobre los menores, el muro inexpugnable de las familias y de las instituciones que los ponen en peligro y una facción política que postula la teoría de la “cultura pura”, libre de gente diferente.
Javier Milei debe dar una respuesta coherente e integral, no repetir la letra que los militantes que lo rodean esparcen a través de sus panfletos de pésima calidad, sobre por qué intenta prohibir una de las mejores novedades de la educación de los últimos años, protectora de los derechos individuales de los que él habla pero no veo que comprenda.