Los milagros del Padre Pío

San Pío de Pietralchina, canonizado por Juan Pablo II, es uno de los santos más populares de Italia. Alrededor del mundo miles de fieles se congregan según el modelo de sus grupos de oración

San Pío de Pietralchina

Nacido en el sur de Italia en 1887, en una familia pobre, la salud de Pío de Pietrelcina era muy frágil, siempre estaba enfermo. Desde muy pequeño quiso ser sacerdote, tras conocer a un monje capuchino en el convento de Morcone, Fray Camilio, que pasó por su casa pidiendo limosna. Decidió su vocación, se ordenó sacerdote en 1910 y fue enviado al Convento Franciscano de San Giovanni Rotondo. La Ciudad se encuentra situada en el centro de un gran valle a 20 km de Monte Sant’Angelo y a 567 metros sobre el nivel del mar, conserva todavía la estructura de una antigua aldea de montaña, con edificios blancos techados con la característica teja de barro rojo. La construcción de la iglesia de Santa María de las Gracias y del convento de San Giovanni Rotondo son del Siglo XV. Allí se instaló el nuevo Fraile, en una celda que aún se conserva, donde están sus libros, su cama y sus objetos personales.

El mismo año recibe por primera vez los estigmas de nuestro Señor Jesucristo (las llagas en las manos) en forma intermitente y en 1918 recibe la herida del costado del corazón, en una experiencia mística. Durante su vida sufrió en total cinco estigmas en todo el cuerpo, que corresponden a las cinco heridas que tuvo Jesús en la cruz. Le sangraron durante medio siglo, pero nunca enfermó de anemia. Se decía también que Pío tenía la capacidad de estar en dos sitios al mismo tiempo, que podía realizar milagros y que era clarividente. Que tenga una persona unos estigmas significa que allí hay un don de Dios muy peculiar. Eso no quiere decir que a su alrededor fuera creído o entendido. Al contrario, a estos fenómenos místicos fue respondido por su comunidad con sospecha. Hubo gente que afirmaba que todo eso era un engaño. En 1915 sintió dolores fuertes en sus pies, sus manos y en el costado derecho de su torso. Los médicos no pudieron encontrar la razón de esta dolencia. Tres años después, dejando escapar un grito de agonía y cayendo al suelo, comenzó a sangrar en estos lugares, apareciéndole los primeros estigmas.

Tras recobrar el conocimiento regresó a sus tareas y los médicos comenzaron a analizar su caso, pero sin conseguir los motivos reales de lo que le ocurría. Las autoridades ordenaron que se le fotografiara para que quedara constancia del hecho.

En estas imágenes se puede ver al Padre Pío con una gran expresión de tristeza, muy pálido, con el rostro cansado y torturado, pero además con mucha vergüenza por tener que posar con sus manos ensangrentadas.

Una vez que el clamor inicial disminuyó un poco Pío regresó a su monasterio, donde muchas veces se sentía transportado por un gran éxtasis que concluía en estas hemorragias, las cuáles no dañaban su salud.

A partir de allí se extendió en toda Italia la fama de santo de este hombre. Cientos de personas llegaban desde muy lejos para conocerlo y para confesarse con él. Muchos de ellos decían que el párroco sabía sus pecados antes de que se los contaran. Los primeros milagros no tardaron en ocurrir. El primer caso es el de Gemma di Giorgi, quien nació sin pupilas en sus ojos. Después de que el fraile la visitara comenzó a ver, como si nada. Un médico que se interesó en sus historias dijo que en varios casos podría tratarse de una respuesta psicosomática de tanto creer en Pío, pero en otros, no.

Tanto fue así que ante la fama del padre, la Santa Sede envió a un especialista en materia de psicología para investigar su caso. Se trató del sacerdote Agostino Gemelli, franciscano, doctor en medicina, fundador de la Universidad Católica de Milán y amigo del papa Pío XI, este sacerdote declaró que los estigmas no tenían origen sobrenatural, sino neurótico. En los años siguientes hubo otros tres decretos y el último fue condenatorio, y en el que se prohibían las visitas al padre Pío o mantener alguna relación con él, incluso epistolar.

Amado entrañablemente por sus fieles de San Giovanni Rotondo, que llegaron incluso a retenerlo por la fuerza cuando la Santa Sede ordenó su traslado.

Calumniado por envidiosos de su santidad y bondad, en un proceso turbio fue acusado de farsante y de causarse a sí mismo las heridas que lo identificaban con la pasión del Señor. Se le prohíbe el ministerio público desde 1922 hasta 1933, 10 años estuvo aislado del mundo, incluso sin recibir o emitir correspondencia. Durante esos años aceptó ese sufrimiento y la injusta acusación con enorme humildad y bondad.

Recién en el año 1934 el papa Pío XI le devuelve la posibilidad de ejercer el ministerio público. Estos años le sirvieron para profundizar su vida mística y unirse a Jesús más plenamente. Muere serenamente en su celda en 1968, sus estigmas desaparecen una semana antes. Asisten al funeral más de 100.000 personas. El 16 de junio de 2002 a las 14:02 fue canonizado en la Plaza de San Pedro en la considerada canonización más multitudinaria de la historia de la Iglesia, Juan Pablo II lo proclamó santo conocido como el fraile de los estigmas y venerado por millones de personas en todo el mundo.

Desafiando a un implacable sol de justicia, con temperaturas que superaban los 35 grados, seis o siete más de lo normal en esta época en Roma, y a la fuerte humedad, más de 300.000 personas abarrotaron la plaza de San Pedro y calles adyacentes para asistir al momento en que Juan Pablo II proclamó santo al fraile del que era un gran devoto y que se asegura le profetizó que sería elegido Papa.

El Pontífice -que le visitó en 1947 en su convento de San Giovanni Rotondo, cuando era un simple cura polaco que estudiaba en Roma y oró ante su tumba en 1974 cuando era arzobispo de Cracovia y en 1987 ya como Papa- resaltó del Padre Pío (1887-1968) el orgullo que sentía por la Cruz, su espiritualidad, el estar siempre disponible para los demás y su vida de oración y penitencia.

“El Padre Pío ha sido un generoso distribuidor de la misericordia divina. El ministerio de la confesión, que distinguió su apostolado, atrajo a grandes gentíos hasta San Giovanni Rotondo”, dijo el Papa durante la homilía, recordando que él mismo se confesó con el fraile. El año siguiente tuve la inmensa alegría de recibir, en nombre del Cardenal Bergoglio, a la delegación que traía a la argentina, un paño de los que usaba para proteger sus manos, esta reliquia se encuentra en la Iglesia de La Piedad en el Barrio de Congreso. El 23 de septiembre se celebra cada año su memoria.