“Utilizo los datos como pigmentos y en lugar de pinceles mis pensamientos, usando Inteligencia Artificial”, así lo expresa Refik Anadol, artista digital, director y pionero de renombre internacional en la estética de la inteligencia artificial, que sitúa la creatividad en la intersección de humanos y máquinas. Refik Anadol se pregunta, ¿qué significa ser humano en la era de la IA?
Desde los albores de la humanidad, el arte ha sido una constante en la evolución, reflejando nuestra historia, cultura y emociones. Hoy, nos hallamos en un momento crucial, un punto de inflexión, donde la tecnología, nos plantea desafíos significativos en cuanto a la creación y protección de obras de arte realizadas con Inteligencia Artificial. Las redes neuronales matematizan la información dada mediante técnicas que copian ciertos rasgos de los procesos neuronales del cerebro humano, y están emparentadas, con el aprendizaje profundo o Deep Learning, que contiene, por así decirlo, capas con neuronas conectadas entre sí. El Deep Learning, que procesa datos imitando la forma en que lo hace el cerebro humano, es en realidad una especialización del Machine Learning.
Como humanos la biología nos permite crecer, aprender y evolucionar, mientras que nuestras creaciones, al igual que las creaciones de la IA, no parten de la nada, sino que requieren entrenamiento, información y, en definitiva, datos. La IA necesita, además, ser programada, ya que solo es Inteligente en relación con los humanos. Voces a favor y en contra se alzan frente a esta conversión entre IA y humanos. Si las máquinas pueden aprender con los humanos. ¿Existe algo absolutamente humano que la IA no pueda simular?
Los algoritmos inteligentes son el pilar fundamental de los sistemas que utilizan técnicas de aprendizaje profundo para ejecutar instrucciones. Estos sistemas analizan vastas cantidades de información en busca de patrones y tendencias. La inteligencia artificial (IA) se beneficia de estos patrones identificados para perfeccionar su aprendizaje. De este modo, la minería de datos se convierte en una herramienta crucial para el entrenamiento de la IA, permitiéndole llevar a cabo tareas específicas. Entre estas tareas se encuentra la generación de contenido, que comprende desde textos y música hasta imágenes y videos.
Con el avance de técnicas como el aprendizaje profundo, hemos sido testigos de cómo la IA puede ser entrenada con miles de obras de arte, y luego generar nuevas creaciones que emulan estilos aprendidos. Muchas de las obras usadas para el entrenamiento carecen de las autorizaciones correspondientes. Estas obras generadas por máquinas sin la participación humana han abierto debates en el mundo del arte y del Derecho, sobre la autoría, la creatividad y la originalidad. ¿Puede una máquina ser verdaderamente creativa? ¿O simplemente está replicando patrones aprendidos? y en su caso ¿los humanos no replicamos patrones aprendidos?
Para que exista una creación artística, previamente, debe existir una idea que lleve la impronta de la personalidad del autor. Esta expresión original de una idea se convierte en obra protegida por el derecho de autor sin ninguna valoración y desde el momento de la creación.
Entonces, si una IA crea una obra de arte basada en datos o prompts (instrucciones, preguntas o textos proporcionados por el artista para interactuar con sistemas de inteligencia artificial), ¿a quién pertenece esa obra? ¿Es del programador del algoritmo, del entrenador del modelo, del artista que empleó la herramienta de IA , de la IA, o no pertenece a nadie?. Quizás la respuesta este en las características biológicas únicas de los seres humanos y nuestra conciencia, especialmente en las emociones.
Los Humanos Frente a la IA
Muchos artistas están creando imágenes con herramientas de IA, en tanto el derecho no los reconoce como autores. Así la novela gráfica Zarya of the Dawn, creada por Kristina Kashtanova, cuyas imágenes fueron realizadas por la aplicación de IA Midjourney, fue rechazada por La Oficina de Derechos de Autor de EE. UU, por no ser producto de la autoría humana. Aunque, por otro lado, se obtuvo protección para el texto y los arreglos, los cuales fueron producto de Kristina Kashtanova. Por tanto, el derecho de autor no reconoce la autoría de obras realizadas con IA, sin la suficiente intervención creativa humana,
A medida que avanzamos en esta era tecnológica, nos encontramos ante un panorama en constante evolución. Este progreso no solo es continuo, sino que su ritmo acelerado nos plantea desafíos y reflexiones inéditas. Tradicionalmente, hemos vinculado el arte a las emociones y sentimientos humanos, tanto desde la perspectiva del creador como desde la del espectador o coleccionista. Pero ¿qué sucederá cuando comencemos a reconocer que la creatividad y originalidad de los algoritmos son, en esencia, un reflejo de nuestras propias emociones y vivencias? ¿Qué pasará cuando entendamos que cada línea de código, cada patrón identificado por la IA tiene su origen en la complejidad de la experiencia humana?
La verdadera comprensión del arte no se limita a la obra en sí; requiere una exploración profunda tanto del artista como de su creación. De igual manera, para entender plenamente el alcance y las implicaciones de la inteligencia artificial en el ámbito artístico, debemos examinar no solo lo que la IA puede producir, sino también las emociones y experiencias humanas que la alimentan. Mientras la tecnología sigue avanzando, es esencial recordar que, detrás de cada algoritmo, hay una historia humana, una emoción y un deseo de expresión.