La bomba está encendida y la mecha parece demasiado corta

El plan de más gasto electoral no es novedoso ni exclusivo del actual Gobierno, pero sus antecedentes indican el bajo impacto en el resultado de las elecciones mientras sus consecuencias se sentirán en el futuro.

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BUENOS AIRES, ARGENTINA. Spencer Platt/Getty
BUENOS AIRES, ARGENTINA. Spencer Platt/Getty Images)

Desde la derrota del oficialismo en las últimas elecciones PASO expandir el gasto público a niveles insospechados parece ser una vez más la herramienta elegida para intentar torcer una realidad adversa. Creer sin embargo que esto pueda tener en los hechos algún impacto electoral resulta al menos infantil o, simplemente, quien así lo cree no está en contacto con la cruda realidad de lo que ocurre en la Argentina.

La semana próxima se estará conociendo el índice de pobreza que publica el INDEC cada semestre. En esta oportunidad los datos corresponderán a lo ocurrido durante el primer semestre del año y será la noticia más desalentadora que probablemente vaya a recibir el Gobierno en la previa de las elecciones generales. Tal vez el impacto del dato de pobreza resulte más antipático que el de la inflación: da la sensación de que nos hemos acostumbrado a convivir con ella.

La foto de la pobreza seguramente se puede anticipar: una Argentina empobrecida, gran nivel de pobreza en los más pequeños y una decadencia que hace algunas épocas hubiese sido difícil de imaginar en nuestro horizonte. El sorteo de algún electrodoméstico, algún ajuste en el salario mínimo, alguna migaja adicional en el plan social, la modificación en el impuesto a las Ganancias para empleados en relación de dependencia, la quita de retenciones a la lechería por algunos meses –con la única finalidad de conseguir algún dólar adicional para las esqueléticas arcas del BCRA- y la devolución de hasta $18.800 pesos de IVA en la compra de alimentos no parecen significar demasiado para una sociedad agobiada entre mentiras, miseria y desilusión.

Acerca del “plan platita” se pueden afirmar algunas cuestiones adicionales: el mismo no resulta novedoso ni es exclusivo del gobierno de Alberto Fernández: en el año 2021 entre la excusa de la pandemia y de un Estado que debía estar “más presente que nunca para salir de la tierra arrasada que había dejado el macrismo” también el gasto público tuvo su momento de gloria por las mismas causas que ahora, intentar revertir un resultado electoral adverso. También ha ocurrido durante el gobierno anterior: luego de la derrota en las elecciones PASO presidenciales, el gobierno de Mauricio Macri impulsó congelamientos, modificaciones impositivas y bonos a determinados sectores intentando lo imposible. En los últimos años el populismo electoral fue siempre una constante donde el punto en común siempre estuvo determinado en el gasto desmedido en el afán de encontrar nuevos votantes.

La otra cuestión a destacar en relación a las últimas medidas es que a pesar de no evidenciar demasiado impacto electoral (o al menos el pretendido por el Gobierno) lo verdaderamente cierto es si tendrá consecuencias en el futuro de todos. Si bien el impacto fiscal de las últimas medidas es aún es incierto, las estimaciones más benévolas lo estiman en 3,5 billones de pesos ($3.500.000.000.000): solo para ponerlo en perspectiva, toda la base monetaria hoy es de algo más de 6 billones de pesos.

El descalabro fiscal se suma al ya conocido desorden cuasi-fiscal. El BCRA tiene en su poder más de 21 billones de pesos entre Leliqs y Pases ($21.000.000.000.000) que con los niveles de tasa de interés actuales en un año el stock de pasivos remunerados se habrá triplicado. Solo algunas referencias: el gobierno de Alberto Fernández ha multiplicado estos pasivos por veintiuno desde que asumió el 10 de Diciembre de 2019. Estos números significan también que el BCRA emite en estos tiempos -solo en concepto de intereses- algo así como 57.000 millones de pesos por día: unos 40 millones de pesos por segundo. La dinámica parece no tener freno mientras se transita por un camino de total descontrol. Dentro de un año los pasivos remunerados del BCRA habrán superado en más de 10 veces todo el dinero que hoy está en los bolsillos de los argentinos. La bomba inflacionaria está encendida y la mecha se ve bastante corta.

En esta realidad argentina donde la moneda ya no existe y la inflación no parece tener freno, el “plan platita” parece ser apenas un detalle que no hará más que empujarnos hacia un destino forjado por una dirigencia política que durante décadas no ha estado a la altura de las circunstancias y que en algún momento le deberá rendir cuentas a una sociedad que a pesar de todo tiene esperanzas de tener en algún momento un futuro mejor.

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