La Quinta Presidencial recibirá un nuevo inquilino

Durante la gestión de Cristina Fernández, la casa que está dentro del predio fue declarada lugar histórico nacional mediante el decreto 1.842,

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Quinta de Olivos (Foto: Nicolás Stulberg)
Quinta de Olivos (Foto: Nicolás Stulberg)

Cuando el 11 de junio de 1580 Juan de Garay fundó por segunda vez la ciudad de Buenos Aires hizo el tradicional loteo y reparto de tierras, correspondiéndole al militar Rodrigo de Ibarrola el predio en el que hoy está ubicada la Quinta Presidencial en Olivos.

Poca importancia le asignó Ibarrola a las parcelas que le tocaron, y es difícil saber cuál puede haber sido la sucesión de dominios de ese predio en los años subsiguientes, ya que los sistemas registrales eran por entonces muy precarios. Lo cierto es que transcurrieron casi dos siglos, y en 1774 el predio fue adquirido por quien entonces ocupaba el cargo de Administrador de Correos en Buenos Aires, Manuel de Basavilbaso.

Al fallecimiento de éste lo recibió su única hija, Justa Rufina de Basavilbaso, prima hermana y esposa de Miguel Ignacio de Azcuénaga, uno de los nueve integrantes de la Primera Junta de Gobierno formada el 25 de mayo de 1810.

El matrimonio construyó, en ese predio, una casona sencilla que utilizaba como residencia de fin de semana. Justa Rufina falleció en el año 1818, mientras que el deceso de su cónyuge, Don Miguel Ignacio de Azcuénaga, se produjo quince años más tarde, en 1833, justamente en el interior de esa casona, mientras era legislador en la legislatura de la provincia de Buenos Aires.

Así entonces, el predio y la casa quedaron en manos de uno de los hijos de la pareja: Miguel José de Azcuénaga, quien comenzó a utilizar el predio para criar caballos. Mientras tanto le encargó a su amigo y famoso arquitecto Prilidiano Pueyrredón, que diseñara y construyera una casa de campo más sofisticada que la que habían levantado sus padres.

Miguel José de Azcuénaga no tuvo descendientes y falleció en el año 1873, pasando el inmueble a manos de su sobrina María Rosa Olaguer Feliú Azcuénaga, cuyo fallecimiento en 1903 hizo que la propiedad quedara en poder de su único hijo: Carlos Villate Olaguer, bisnieto de Miguel Ignacio de Azcuénaga.

Perón contando la historia del árbol que plantó en su primer mandato en la Quinta de Olivos
Perón contando la historia del árbol que plantó en su primer mandato en la Quinta de Olivos

Carlos Villate Olaguer era un joven soltero y adinerado, amante de los barcos y viajes a Europa, quien en 1918, al igual que su bisabuelo, también falleció dentro de la casona de la actual Quinta Presidencial, a los cuarenta y seis años de edad.

Pues fue este personaje quien, testamento mediante, donó la propiedad al gobierno nacional con la condición que sea utilizada como “residencia veraniega” de los presidentes argentinos. Por entonces ejercía la primera magistratura Hipólito Yrigoyen, quien a pesar de haber aceptado la donación mediante un decreto publicado en el Boletín Oficial el 5 de abril de 1919, jamás visitó la Residencia.

El sucesor de Yrigoyen, Marcelo T. de Alvear, si bien utilizó esporádicamente la casona de Olivos, encargó su amoblamiento a “Casa Thompson”; y en 1933, siendo presidente de la Nación Agustín P. Justo, se le asignó un rol social al inmueble donado por Villate Olaguer, instalándose allí una colonia para niños débiles denominada “General San Martín”.

La mítica Quinta Presidencial continuó funcionando como colonia, hasta que Juan Domingo Perón, luego del fallecimiento de su esposa Eva Duarte, ocurrido el 26 de junio de 1952, decidió ceder parte del predio a la U.E.S. (Unión de Estudiantes Secundarios) para que desarrollen allí actividades deportivas y culturales exclusivamente para mujeres.

A tal fin se reformó uno de los salones de la Casona para instalar un cine-teatro, y hasta se construyó, por entonces, un túnel para acceder al Río de la Plata, que pasa por debajo de la vía por la que circula el tren ramal Mitre, la avenida del Libertador y el Centro Naval.

Producido el golpe de Estado que derrocó a Perón, el presidente de facto Gral. Pedro Eugenio Aramburu, se convirtió en el primer presidente argentino en utilizar la Quinta como residencia permanente, costumbre que desde entonces adoptaron todos los mandatarios que lo sucedieron, a tal punto que, en la década del sesenta, el chalet de la quinta presidencial fue remodelado y ampliado, para que los presidentes pudieran alojar allí a sus familias.

En 1974, tal como había ocurrido con Miguel Ignacio de Azcuénaga y con Carlos Villate Olaguer, en pleno desarrollo de su tercera presidencia, Juan Domingo Perón fallecía en el interior de la emblemática Quinta.

Finalmente, en el año 2013, durante la gestión de Cristina Fernández, la casa que está dentro del predio fue declarada lugar histórico nacional mediante el decreto 1.842, lo cual significa que el histórico inmueble ha quedado sometido a la custodia y conservación del Estado nacional; que no puede ser vendido, embargado ni hipotecado; y que no debe ser gravado impositivamente.

La mítica residencia presidencial de Olivos, que ya ha tenido casi treinta inquilinos en ciento cinco años, se prepara para recibir a uno nuevo, el próximo 10 de diciembre de 2023.

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