¿A cuánto estamos de una hiperinflación?

Con el anuncio del IPC de agosto pasado del 12,4%, cuando en julio veníamos del 6.3%, (se duplicó en un mes), para los que ya tenemos algunos años, es imposible no recordar aquella dramática secuencia del primer semestre del ´89

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Los precios se duplicaron en promedio en agosto, luego de la devaluación (Imagen ilustrativa Infobae)
Los precios se duplicaron en promedio en agosto, luego de la devaluación (Imagen ilustrativa Infobae)

Una de las preguntas más escuchadas en cualquier tipo de programa de radio, televisión o nota escrita es: “¿a cuánto estamos de una hiper?”

Sometidos a tal cuestión, diversos interlocutores más o menos técnicos, suelen ensayar alguna o varias explicaciones que van desde citar parámetros que indican que se pisaría ese terreno a partir de índices de inflación mensuales iguales o superiores al 50% o bien que, tomando en cuenta la comparación con las inflaciones del resto de los países, ya estaríamos conquistando nuestra “tercera estrella” habida cuenta que las del ´89 y ‘90 las tuvimos bien ganadas.

Lejos de llevar al terreno deportivo un tema tan doloroso para una sociedad como lo es perder su moneda, pareciera interesante bucear un poco en nuestra historia económica para encontrar algunos indicios, como por ejemplo cómo se aceleró la inflación mensual en aquellos fatídicos años. En tal sentido, este enfoque no pretende identificar causas con efectos, ya que el fenómeno responde a múltiples razones, sino revisar la dinámica de aquel evento comparado con la situación actual.

Las circunstancias no son las mismas, pero hay algunas similitudes y ciertos agravantes en esta posible pendiente de aceleración

El año 1987 ya había mostrado un promedio de inflación mensual (IPC) levemente por debajo de los dos dígitos (8,4%), con picos y valles producto de sucesivas correcciones. Al año siguiente, se observaba una dinámica parecida, pero ya superado el umbral de los dos dígitos promedio de inflación mensual. Enero y febrero de 1989 transcurrieron con un 8,9% y 9,6% de inflación respectivamente lo que, para los parámetros del momento, no resultaba tan malo. Pero a partir de marzo de ese año se produce una escalada donde cada mes duplica al anterior: marzo 17%; abril 33,4%; mayo 78,5 por ciento. Ya estábamos en hiperinflación con un pico en julio de 1989 del 196% mensual.

Con el anuncio del IPC de agosto pasado del 12,4%, cuando en julio veníamos del 6.3%, (se duplicó en un mes), para los que ya tenemos algunos años, es imposible no recordar aquella dramática secuencia del primer semestre del ´89. Las circunstancias no son las mismas, pero hay algunas similitudes y ciertos agravantes en esta posible pendiente de aceleración.

Al igual que a finales de los 80s Argentina carece de acceso al mercado financiero normal al que acuden los países, por lo que los desequilibrios fiscales deben ser financiados a tasas siderales o simplemente con emisión monetaria. Los últimos anuncios del ministro/candidato Sergio Massa no cabe duda que producirán algún alivio de corto plazo a las economías domésticas, pero el incremento del déficit fiscal que generan, sumado a la forma de financiación del mismo, probablemente ocasionen una aceleración pronunciada de la inflación que neutralice, o aún perjudique más a los destinatarios de esas medidas.

El año 1987 ya había mostrado un promedio de inflación mensual (IPC) levemente por debajo de los dos dígitos (8,4%), con picos y valles producto de sucesivas correcciones

Por otra parte, a finales de los ochenta la tecnología –mayormente analógica– generaba una menor velocidad de los mecanismos de traslación de aumentos de costos a precios que lo que resulta hoy en día. A modo de ejemplo: todos los de mi generación recordamos la carrera en los supermercados contra las famosas pistolas remarcadoras… Hoy el proceso es tan instantáneo como la decisión de presionar “enter”. Existen otros tantos ejemplos en los que la tecnología actual logra correlacionar de manera perfecta costos con precios y hasta generar cierta autocorrelación que es mucho más dañina que operar analógicamente.

No pretendo con esta reflexión volver a la época de las cavernas ni promover controles ineficientes que lo único que producen son mayores distorsiones a las que ya tenemos y debemos solucionar. Simplemente el objetivo de estas líneas es tomar conciencia que estamos caminando no ya cerca del precipicio, sino con uno de los dos pies en él.

Volviendo a las repuestas de los interlocutores entrevistados, no es posible aventurar la velocidad ni la intensidad de la inflación que viene y mucho más si es una hiper. Son eventos parecidos a los fenómenos climáticos extremos: los científicos pueden conocer las condiciones para que se forme un tornado, pero no se sabe exacta-mente en qué momento ni dónde tocará el piso. Todo es cuestión de probabilidades y la mayoría de las veces se los ve cuando ya están encima.

Las condiciones actuales tienen muchos puntos en común con aquellas dos explosiones inflacionarias de finales de los 80s. Si no aprovechamos la experiencia para aprender algo sobre el fenómeno que enfrentamos, al menos los de mi generación, estaremos en deuda con los que no conocieron qué sucedió en la Argentina hace 34 años.

El autor es Director de la Maestría en Finanzas de la Sede Rosario de la Universidad Austral

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