Aníbal Lotocki es médico. Ese médico es una de las personas más conocidas del país. No se trata de un benefactor de la ciencia aplicada, la artesanía quirúrgica con uso de agregar o quitar según las modas y cánones de cada momento, sino de un cirujano, aunque no formado en la especialidad. Es un cirujano que emplea su grado - operar-, aunque no como plástico, con excepción de cierto instituto norteamericano dedicado al embellecimiento por bisturí, reconocido en muy pocas y tambaleantes fuentes autorizadas con prestigio.
Muchísimas personas, con todo lo que hay que hacer en el oficio de sobrevivir, supieron del doctor Lotocki cuando se produjo la muerte de Silvina Luna. Fue el 31 de agosto, después de ser tratada con metacrilato, una operación a cargo del doctor Lotocki que produjo la dispersión aplicada y afectó la función renal al punto de ser aplicada con diálisis hasta tres veces al día. La intervención había sido en 2011, y el metacrilato, tanto como la silicona o la parafina son conocidas por los riesgos en las post operaciones. Modelo, actriz –en pequeños pero difundidos programas–, y como una buena cantidad de emisores de atracción erótica, engrosaba su economía con participaciones en Diva Play donde pueden encontrarse con generosidad famosas de distinto rango en situaciones audaces y explícitas. Es un peculiar entretenimiento y trabajo laboral donde se exponen con mucha respuesta a Florencia Peña, Barby Silenzi y la desdichada Silvina cuando se fue de este mundo a los 43 después de penosos días en el Hospital Italiano, en la sala de terapia intensiva.
El nombre del médico se hizo popular - que hay popularidad buena y popularidad mala- cuando murió Silvina con casos graves atribuidos al cirujano: sin difusión, Lotocki era, y en cierto modo todavía es, el cirujano de las famosas- también famosos o más o menos- se conoció una sentencia a cuatro años más inhabilitación que se ha apelado, de manera que puede operar y en ocasiones da la cara para defenderse por televisión con inesperada serenidad y argumentos tenaces.
Asume cuanto atañe a la muerte y las consecuencias del caso Silvina, Fernando Burlando, peso pesado, doctor y mediático, amigo personal de quien define como una mujer dulce, bondadosa y optimista, quien pide detención de Lotocki, un pedido de ley- La ley Silvina- que obligara a ser debidamente historias clínicas, lugares apropiados con arreglo a las normas de un quirófano y la urgencia de cualquier inconveniente durante el procedimiento.
Hay un video – se asegura, aunque no ha sido visto- que a lo largo de una operación puede verse caminar un gato que daba vueltas por allí, con cierta probabilidad en un departamento de la modelo Pamela Sosa y no en un centro médico dotado de un quirófano, lugar de seguridad extrema. No sobra agregar que también Sosa se expresa como dañada por presunta mala praxis- algo extraño por la proximidad y lo que, por increíble que pudiera ser, el lugar para hacer una operación-, a quienes se suman Iliana Calabró y Stefy Xipolitakis.
Puede agregarse mucho a lo que ocurre y a lo ocurrido, pero la información minuciosa y milimétrica la encontraremos en este medio con rigor y profusión – informar, una regla áurea- , pero puede decirse, que las cirugías plásticas generadas por bocas deformes de labios enormes, caras convertidas en máscaras, maniobras de estiramiento o como se diga que proponen ojos reducidos a líneas oblicuas, nalgas redondas y de apariencia firme no es, no debe ser el objetivo de la cirugía plástica, reparadora, arte y destreza de sanar lo que impide una salud mejor.
Sin embargo, se ha construido un negocio: ‘haceme como Taylor Swift y Angelina Jolie’. Y. claro, las operadas sin necesidad real- el legendario Pitanguy tenía en Brasil un equipo de psicólogos para ahondar en si una cirugía plástica era razonable, posible, necesaria o no- pasan a un mercado diferente para una clientela especial.
Lo que pasa con Lotocki, no es una cuestión banal. Si se utilizara el poder dictatorial del cuerpo – miles y miles de gimnasios- , podrán hacerse transacciones por pocos honorarios y en intercambio por moneda sexual. No se diga que sea, se dice que podría ser, perdida la brújula del juramento médico mientras maúlla el gato de un quirófano infame.