Régimen y casta

El líder de la UCR introdujo un novedoso concepto para descalificar a los Presidentes que se sucedieron luego de Pavón

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Primera presidencia de Hipolito Yrigoyen
Primera presidencia de Hipolito Yrigoyen

Recomendación al lector. Por favor, no extrapole a la actualidad los hechos narrados a continuación. El autor de esta nota no lo pretende pues la historia no se repite, aunque ciertos aspectos se emparenten. Haga sí, un esfuerzo por comprender las dificultades del pasado de manera que la historia sirva como bálsamo, que alivie la carga de ansiedad que el presente genera. ¡Con eso alcanza y sobra!

El Régimen

La idea política de Régimen, como sistema corruptor de la República, fue introducida en nuestra historia por Hipólito Yrigoyen con el claro objetivo de descalificar a los Presidentes que se sucedieron luego de Pavón. Por cierto no fueron todos iguales, políticamente hablando algunos fueron peores que otros, y el caudillo de Balvanera lo sabía.

Yrigoyen no fue un alma bautismal, venía del Régimen, salió de ese vientre. Había participado en el partido Autonomista porteño de don Adolfo Alsina, impulsado por su tío Leandro Alem. Luego conformó el partido Republicano y más tarde al Autonomista Nacional de Roca. Sin embargo, luego de diez años de roquismo y negándose a formar parte de la oposición mitrista tomó una dirección independiente constituyendo la Unión Cívica Radical. No es éste el lugar para ampliar, sería muy extenso. Pero vamos directo al asunto. Desconocido por las masas, sin vínculos con las élites, sin medios de comunicación generalizada como existen hoy y con un nivel de analfabetismo muy alto que dejaba a las mayorías sin contacto con los medios escritos, Yrigoyen pergeñó un mecanismo que lo hiciera conocido. Un fuerte impacto político que alcanzara los rincones más alejados de la Patria. Planificó dos importantes levantamientos cívicos militares: 1893 y 1905, este último en todo el país. Hubo muertos de ambos bandos, presos y exiliados. La cosa fue tan grave que el Presidente Quintana exigió la pena de muerte. No pudo ser, el hombre falleció y al sucederlo Figueroa Alcorta, hubo amnistía y perdón. El objetivo de Yrigoyen no era la toma del poder como sí quería su tío Leandro, sino advertir las falencias de una República sin democracia. Donde el fraude y la violencia se imponían.

Las opiniones de Yrigoyen acerca de lo que para él era el Régimen falaz y descreído pueden tomarse de algunos de sus escritos: “Si la esencia y la misión del Estado consisten en hacer justicia y procurar el bien de todos, si las instituciones políticas no son otra cosa que medios y garantías para la obtención de esos bienes, ¿Quién puede desconocer que el “régimen” no fuera la negación de la esencia y de la misión misma del Estado? El régimen, degradando, humillando y envileciendo la representación electoral, se dio una estructura y un mecanismo, pero no un funcionamiento legal, minando con la licencia los poderes constitucionales que perdieron día a día su carácter y su fuerza. Bastará decir que, si las constituciones culpan de traidores a la patria a los que violan sus preceptos, ¿cuál sería la denominación que en este caso correspondería a quienes la han desnaturalizado, corrompido y mancillado?”

Finalmente, lo mejorcito del “régimen falaz y descreído” , los modernistas, sancionaron la Ley Saénz Peña pudiendo Yrigoyen llegar al poder. Pero tan débil que no había certeza sobre su suerte.

La Presidencia

Con un altísimo ausentismo, aproximadamente el 50%, Yrigoyen alcanzó la Presidencia porque hubo una conjunción de factores que se asociaron, generando un momento de suerte, esto independientemente de la capacidad política de don Hipólito.

Primero, los conservadores no concurrieron a la elección unidos Marcelino Ugarte, jefe del conservadurismo bonaerense, no estaba conforme con la fórmula presidida por Lisandro de la Torre, demasiado progre, de modo que se sustrajo a la campaña. Y otro hecho que merece un estudio aparte fue el caso de Córdoba. Allí se había aplicado la Ley Sáenz Peña en las elecciones a gobernador de 1914. Cuando todo indicaba que los radicales se impondrían, Ramón Cárcano, el célebre dirigente conservador y fino historiador, amigo, a posteriori, del Coronel Perón, se impuso derrotando a la novedad radical. Sin embargo en las presidenciales de dos años después los radicales duplicaron a la fórmula de Lisandro, en aquella provincia. ¡Qué bueno hubiera sido que Cárcano explicara que pasó!

Segundo, desvalorizaron la potencia de Yrigoyen. Conservadores y socialistas presentaron fórmulas separadas, siendo que Lisandro, como conservador, era cartón pintado. Su perfil progre le hubiera permitido una alianza. Lo que perdían por un lado lo ganaban por el otro. Hipótesis incomprobable, pero atendible. Muchos años después lo lograron.

Tercero, finalmente los electores radicales de Santa Fe, enojados con Yrigoyen, de todos modos se inclinaron por él.

Tuvo suerte; ciertamente fue un luchador infatigable y de una enorme constancia y fe en su ideario, pero, fue Presidente por errores del adversario.

Una Presidencia extremadamente débil

La fortaleza de ese gobierno descansaba en el prestigio personal del caudillo y su férrea voluntad política. Ahí concluía.

En 1916 el país atravesaba la peor crisis económica de toda su historia, incluyendo los años que corren. El PBI cayó un 14%. (Ver Gerchunoff-Roy Hora. La moneda en el aire) Las expectativas populares puestas en Yrigoyen chocaban con la realidad económica. La Cámara de Diputados, hasta 1918 estuvo en manos de la oposición. La de Senadores, también, durante todo su gobierno. Las provincias en manos adversarias. Cuando logró un gobernador en Buenos Aires, Camilo Crotto, luego de intervenirla y expulsar a Ugarte, comenzaron los problemas entre ellos.

¡Una alegría! En 1915 ingresó al radicalismo un sector del régimen falaz y descreído auténtico, Honorio Pueyrredón y un nutrido grupo de mitristas. En fin, el asunto da para una nota más extensa que abrumaría al lector. Lo principal está narrado. Sin nada, institucionalmente hablando, Yrigoyen gobernó seis años y se dio el lujo de elegir su sucesor. Claro, negoció con los gremios, ferroviario y portuario, e intervino diecisiete provincias. Lidió con el anarquismo en jornadas trágicas para nuestra patria. Pero la República se transformó en democrática. O al menos lo más parecido a ello.

Nota final

La Casta huele parecido a Régimen. Naturalmente no hay asociación ahí. Lo importante es que si una vez se pudo constituir un gobierno perecedero sin nada, cuyos descendientes aún deambulan por la patria sería bueno no continuar asustando con la gobernabilidad. Si antes se hizo, puede que se logre ahora. La historia y la calidad de los hombres lo dirá. Sólo hay que encontrarle la vuelta.

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