Con los anuncios de la semana que pasó, lo poco que le quedaba de ministro de Economía al candidato Massa desapareció.
Con su renuncia implícita al Ministerio de Economía para dedicarse de lleno a la campaña electoral, el candidato Massa le ha agregado a la macroeconomía de corto plazo una tensión adicional que puede consolidar, peligrosamente, el régimen de muy alta inflación en el que estamos.
Adicionalmente, y en esa búsqueda por seguir dando buenas noticias (¿se acuerdan de aquello de “¡qué lindo es dar buenas noticias!”?), el Gobierno está enviando al Congreso una modificación parcial del Impuesto a las Ganancias para los empleados en relación de dependencia, generando un nuevo parche a un sistema tributario que requiere una reforma integral y no demagogia barata.
Me explico.
Las medidas anunciadas para compensar parcialmente los efectos de la devaluación sin programa del 14 de agosto generan una expansión adicional del gasto público que, sin la creación de nuevos impuestos o la baja de otros gastos, será financiado, casi exclusivamente, por el Banco Central, es decir con emisión de pesos que nadie quiere.
Como ya sabe, todo exceso de pesos termina en demanda de dólares, presionando sobre las inexistentes reservas del Banco Central, sobre la brecha cambiaria, y sobre la tasa de inflación (“No me vayan a comprar dólares”, rogó el candidato).
Es más, ese exceso de pesos se concentra en el último trimestre del año, y se suma a la estacionalidad del gasto público de fin de año, con el pago de los aguinaldos en el sector público.
A este descontrol fiscal monetario, hay que sumar que, dentro de ese trimestre se realizará la primera vuelta electoral, que define la composición del futuro Congreso en la primera vuelta, y una Presidenta o Presidente en octubre o en noviembre.
Es decir que, a la debilidad económica agravada por estas medidas, hay que sumarle la incertidumbre sobre el futuro.
Todo esto en un contexto de reservas negativas en el Banco Central, de manera que el tipo de cambio fijo de 350 pesos, hasta supuestamente fines de octubre, en lugar de ser un ancla antiinflacionaria, es casi un anuncio de la nueva devaluación.
Por las dudas, y para no quedarse corto, el Gobierno impulsa crédito a tasa subsidiada con pérdidas para la banca oficial, para presionar más todavía la demanda de dólares.
Sin dólares en la caja, con una emisión de pesos adicional, crédito subsidiado, expectativas de inflación desancladas y debilidad política extrema, podemos entrar en un peligroso sendero de aceleración aún mayor de la tasa de inflación.
Dicho sea de paso, las devoluciones de IVA y los cambios en el Impuesto a las Ganancias (sobre esto vuelvo), les quita recursos a las provincias, dado que aproximadamente la mitad de lo recaudado se coparticipa.
A este fenomenal desorden de corto plazo (por ser suave), el candidato le está agregando más problemas de mediano plazo.
Muchas de las medidas instrumentadas en las últimas semanas implican adelantar impuestos que se hubieran recaudado el año próximo.
Por otra parte, la postergación de pagos de importaciones y de deudas financieras también está acumulando compromisos en dólares del Banco Central con empresas privadas.
Y ahora, el Ejecutivo envía al Congreso parches parciales al Impuesto a las Ganancias.
La Argentina claramente necesita una reforma impositiva integral que comprende no sólo impuestos nacionales, sino también provinciales (Ingresos Brutos) y Municipales (tasas de seguridad e higiene, por mencionar alguno), pero respecto al mal llamado impuesto a las Ganancias de las personas -se trata en realidad de un impuesto a los ingresos- los cambios que se proponen no sólo son regresivos -favorecen al 5% de los trabajadores que más ganan, en contra del resto que lo paga con el impuesto inflacionario- , tampoco contemplan la suma de los impuestos al trabajo junto al impuesto a las Ganancias y van a contramano de la tendencia internacional y regional.
Intentar hacer una reforma impositiva muy parcial, después de cuatro años de gobierno en dónde se pudo plantear un cambio amplio de toda la estructura impositiva muestra claramente que estamos ante una chicana electoral, en lugar de un verdadero intento de modificar el marco impositivo del país.
Es cierto que todo vale en una campaña, pero meterle tanto la mano en el bolsillo a los sectores de menores ingresos, y comprometer tanto el futuro, como diría la Vicepresidenta, es…too much.