Tal como muchos esperábamos que ocurra, se lanzó finalmente el nuevo “plan platita”. Mejoras en el impuesto a las ganancias para trabajadores en relación de dependencia, bonos a jubilados y pensionados, devolución del IVA en la compra de alimentos para 9 millones de personas y pases a planta permanente de cientos de empleados públicos son parte del combo que preparó el gobierno para intentar revertir la paliza recibida en las urnas el pasado 13 de Agosto.
El anterior “plan platita” nos remonta al año 2021 donde el gobierno vivió una situación similar: una derrota en las elecciones PASO de aquel momento que derivó en la decisión oficial de expandir el gasto público a niveles astronómicos en pos de intentar revertir el magro resultado electoral de aquellas elecciones PASO. La situación sin embargo era algo diferente: 2,5% de inflación registraba el mes de Agosto de 2021 donde la inflación interanual era en ese momento del 50,4%. Hoy la inflación se ha multiplicado por 5, al menos en lo que registró la última medición del INDEC en materia inflacionaria.
El nivel de expansión del gasto público que se generará con las últimas medidas resulta difícil de estimar con precisión. En principio, solo con la modificación en el mínimo no imponible del impuesto a las ganancias –el que se elevó por decreto hasta $1.770.000- el costo fiscal ascenderá a un billón de pesos ($1.000.000.000.000) anuales. Lo más llamativo de esta medida ha sido el festejo oficial en virtud de que a partir de ahora solo el 1% de las personas en relación de dependencia que ganan hoy más de $1.770.000 pagarán impuesto a las ganancias, casi sin darse cuenta que lo que en realidad estaban festejando es que solo 80.000 personas ganan más de 2.400 dólares mensuales (el equivalente a $1.770.000), salario que gana cualquier empleado que recién ingresa a trabajar a un McDonald’s en países como EEUU. El pobrismo parece habernos acostumbrado a todo.
La otra medida de gran impacto fiscal es sin dudas la devolución del IVA en la compra de alimentos a “más de 9 millones de personas” (según las propias expresiones del gobierno). El tope de reintegro mensual será de 18.800 pesos y si bien no todos tendrán la oportunidad de aprovechar el beneficio (es solo para aquellas compras realizadas con tarjeta) lo cierto es que el golpe a las arcas con esta decisión podría llegar hasta los 676.800 millones de pesos de aquí a fin de año.
Toda baja de impuestos debe festejarse: es más dinero en los bolsillos de la gente y por consecuencia, mayor libertad para decidir en qué gastar el dinero propio sin un Estado elefantiásico que decida por nosotros. Lo inconsistente de este “plan platita” es que en un contexto de 124,4% de inflación anual la reducción de impuestos implicará mayor emisión monetaria y mayor presión inflacionaria ya que todas estas medidas no fueron acompañadas con su correlato en una baja de magnitudes similares en el gasto del Estado.
El fracaso de años de gestión no se puede resolver con medidas electoralistas cortoplacistas cargadas de populismo. La inflación y la destrucción del salario real son la consecuencia de un gobierno perdido sofocado por su propia mala praxis. Creer que luego de las últimas medidas conseguirán torcer la intención de voto de un puñado es no entender que es lo que verdaderamente está ocurriendo hoy en la Argentina.
Lo más extraño de todo es que a pesar de la evidencia, la culpa de toda la impericia parece seguir siendo del propio FMI. . Si se sigue sin reconocer las causas de nuestra decadencia, jamás podremos pensar en un país con futuro.