El subsuelo de la Patria devaluada

Cómo se configuró y cómo emerge la base electoral de La Libertad Avanza

Militantes de la La Libertad Avanza en el cierre de la campaña para las PASO de Javier Milei (Franco Fafasuli)

Uno ve, desde hace e semanas, a intelectuales progresistas extrañados, horrorizados, cómo habrán estado Borges y Cortazar en 1945, viendo lo que el diputado radical Ernesto Sammartino denominó entonces el “aluvión zoológico”. Emergió un -no tan- nuevo sujeto político a quien la política le dio la espalda los últimos diez años. ¿Qué ofrece él progresismo? En épocas de aspiracionismo, no habla de movilidad social ascendente sino que busca imprimir épica al pobrismo. Nadie quiere ser pobre, mucho menos, los pobres. La época es de individuos, no de colectivos. Aún no se encontró relato para interpretarla.

Así como el trumpismo no tiene de base de apoyos al viejo establishment del Partido Republicano y su base son los rednecks, gente del interior de clase media-baja, poco nivel educativo, y pierde por paliza en la América educada de la Ivy League y en Estados como New York, Boston, New Hampshire o California pero arrasa en los ex cordones industriales y en el sur profundo, con Milei pasa algo parecido.

Cuando presencié un acto de Milei entendí que había algo ahí. El público no estaba infestado de gente con cabezas rapadas y tiradores como en los mítines del Amanecer Dorado griego o el Vox español, pero nunca vi tantas mochilas de trabajadores de aplicaciones de delivery juntas. Los que tenemos años de movilizaciones con aparato nos damos cuenta de esas cosas. A los sectores de ingresos medios-altos nos es ajeno, no les hablamos, no los entendemos.

Y no sólo están en la ciudad de Buenos Aires -de hecho, allí La Libertad Avanza recibió mucho menos votos que en el resto del país-, sino, en todas las provincias. No importa realmente el nivel de ingresos, o si dependen o no del Estado -LLA ganó en Tierra del Fuego, por ejemplo- sino que se trata de una auto percepción de clase, paradójicamente, de gente que detesta cualquier atisbo de concepto marxista, sin conocerlo realmente, de manera instintiva. Es una cuestión “cultural” cómo tantas veces se escuchó durante los años dorados del kirchnerismo y hoy vuelve a escucharse de la boca del “león”.

El peronismo dejó ser la representación masiva de las clases trabajadoras y de menores recursos (Photo by Spencer Platt/Getty Images)

Esta nueva derecha es más plebeya y disruptiva que las derechas liberales tradicionales, no hay verdadera aristocracia ni oligarquía en el mileismo, tampoco en el trumpismo o bolsonarismo. Hay cierta aspiracionalidad a nuevo rico, pero también, como dice Adriana Carrasco, simplemente, poder llenar la heladera, pagar los gastos, alquilar, salir a bailar o a comer con la familia, tener un auto o moto para ir a trabajar, salir una semana de vacaciones, que no lo maten en la calle por un celular pagado en doce cuotas. A su vez, rechaza obedecer a referentes barriales o a punteros a la vieja usanza. Todo esto tiene razón de ser en un país roto, donde la política hace tiempo le dio la espalda a sus bases. Una nueva década perdida, donde la transición democrática sigue sin hacerse, no sólo porque seguimos sin moneda, sino porque tampoco hay certidumbres, de nada.

Hay un divorcio entre estos trabajadores pobres y el peronismo, que, por X o por Z, dejó de representar a quien, actualización doctrinaria mediante, debería haber sido su sujeto histórico. Si gobernar la Argentina es gobernar el dólar, entonces Milei descubrió la formula para hacerlo, dólares para todos, y, por ahora, le creyeron.

En la pandemia se repitió hasta el hartazgo aquello de que “te salva el Estado”, pero a ¿quien realmente lo “salva”? Cada vez a menos gente, eso está claro. “No puedo estar peor, así que, ¿qué tengo para perder?” Parece ser el razonamiento de muchos de los votantes de Milei, que no terminan, quizás, de entender que si, que siempre se puede estar peor.

El establishment también juega su partido. Este tipo de candidatos suele ser categorizado de “anti-establishment” o “contrario a las elites”. Y es cierto que un ala del circulo rojo, la más moderada, seguramente, debe estar preocupada ante este nueva irrupción. Sin embargo, hay otra que no, que está entusiasmada ante la posibilidad de romper todo y empezar de nuevo. Una tabula rasa, como soñaba Milton Friedman.

De acuerdo con los sondeos más respetados, hay una clara preponderancia del voto masculino por sobre el femenino. Una reacción visceral ante la marea verde que conmovió los cimientos mismos de la masculinidad, especialmente, en los sectores jóvenes, que se encontró sin la posibilidad ni la inventiva de generar cimientos nuevos. No es casual su adoración a gente como Jordan Belfort -magistralmente retratado por Leonardo DiCaprio en El lobo de Wall Street- en quienes mucho basan toda su personalidad dentro y fuera de redes. Cuando el dinero es un bien escaso, hacerlo fácil se convierte en el principal modelo aspiracional.

El mileismo es un fenómeno, en gran medida, plebeyo -y muy masculino-, a tal punto de que el gorilismo, la vieja alta alcurnia, y nuestro old money local, no apoya a Milei y ve con total ajenidad a los libertarios. Eso queda bastante claro cuando se ve dónde ganó y cual es el origen socioeconómico de sus votantes. Es la irrupción de una nueva Argentina amerindia frente al viejo país proto-europeo que ya no existe más. No necesariamente representa una “amenaza a la democracia”, como alertan muchos progresistas tan asustados como extrañados. Si tiene claras aristas proto autocráticas, que ya se vieron en las experiencias del trumpismo y el bolsonarismo, sólo por poner dos ejemplos concretos.

Raúl Scalabrini Ortiz se refirió al 17 de octubre de 1945 con una metáfora mucho más poética y bella que la de Sammartino: el “subsuelo de la Patria sublevado”. Un pujante palpitar que sacudía la entraña de la ciudad, uniendo por igual a peones de campo y trabajadores fabriles bajo la figura de un hombre que cambiaría para siempre la historia argentina. Hoy la situación es absolutamente diferente pero lo que si tienen en común gran parte de la enorme masa de trabajadores autónomos no sindicalizados con jóvenes de sectores bajos de sectores capitalinos como más periféricos del país, es la necesidad de verse representados en algo distinto.

El voto a Milei surge del enojo y el nihilismo pero también de cierta esperanza. Es responsabilidad del resto de la política de volver a reconstruir el vínculo con la sociedad y generar representaciones nuevas que puedan apelar a quienes hoy no se sienten interpelados. Hay un nuevo subsuelo que emergió, dispuesto a hacerse oír, y a “clavar el puñal” sobre la política, como escribió José Natanson el día después de las PASO. Un subsuelo de la Patria devaluada que merece y exige representación.