Es sabido que la construcción es uno de los motores que impulsa el crecimiento de un país, tan solo con pensar la cantidad de personas y gremios que intervienen en la construcción nos muestra lo esencial que es esta industria.
Hace pocos años, pasamos por un momento llamado la época dorada del real estate y no fue hace mucho, fue en el 2017. A veces cuesta creer que fue hace tan poco que la gente hacía cola en las inmobiliarias para reservar, o que los edificios que se construían no llegaban a terminar el subsuelo y estaban vendidos en más de un 80 por ciento. Pero cuando miramos hoy, con un 2023 totalmente diferente, nos preguntamos qué fue lo que pasó.
Si bien la pandemia produjo a nivel mundial un desaceleramiento de la producción y el consumo, siendo muy pocos los rubros que se vieron beneficiados, también debemos hacer foco en que todo incentivo a nuestro rubro hoy es menor.
Los créditos hipotecarios fueron indudablemente los principales impulsores de una gran demanda: hoy escasean. Por otro lado, el blanqueo a la construcción anunciado por el Gobierno no termina siendo atractivo para el consumidor y este así lo percibe, dando por resultado una demanda muy por debajo de la oferta. Por último y más importante, la situación que atraviesa hoy el país en materia económica, con un dólar que crece producto de la inflación y en paralelo con uno de los salarios más bajos en la historia, explican la situación en la que nos encontramos. Hay muchos oferentes con diferentes propuestas de mercadería, pero una demanda que no responde de igual manera.
Hace pocos años, pasamos por un momento llamado la época dorada del real estate y no fue hace mucho, fue en el 2017
Por otro lado, la diferencia cambiaria hace lo suyo para agrandar esta brecha entre la oferta y la demanda.
Con todo esto, quedó demostrado que la construcción tiene un gran poder de adaptación, y la pregunta que nos hacemos todos es qué podemos hacer en este contexto para potenciar al sector, y si no podemos traccionar sobre la demanda con incentivos más claros para que el consumidor se sienta seguro y pueda percibirlos, deberíamos tratar de hacerlo sobre la oferta. Es muy importante que se pueda trabajar sobre todos los eslabones de la cadena, desde el más chico hasta el más grande, poder generar una red donde no se vea la obra desabastecida, o que tenga que recurrir a una suba de precios por que no puede comprar materiales o insumos.
Es vital para el crecimiento del rubro y así el del país que se empiece por llevar a todos los proveedores que intervienen en la industria, materiales, servicios, insumos pequeños, etc. Una estrategia que los acompañe, para que ellos mismos puedan seguir apostando al país y a la industria, armando nuevos canales de distribución, fijar nuevas metas y armar nuevas estructuras con nuevas tecnologías, pero siempre acompañándolos.
Y para hablar un poco de la obra pública, si bien se presentan escenarios diferentes, al no ser un privado, los recursos no son para nada parecidos.
Muchas veces la toma de decisión no es sólo sobre los costos, ya que no hay que potenciar un producto para su reventa. Si por ejemplo hay que armar una plaza de barrio, algo que se comparten con la obra privada es como tracciona en las fuentes de trabajo, pero qué pasa si al momento de ir a comprar insumos para esa plaza nos encontramos con que hacer el arenero para que los chicos jueguen representa un 10% más de lo proyectado. Si estuviésemos hablando de un privado, automáticamente modificará los precios de venta, incluso quizá analiza no hacerlo y ver la forma de sustituirlo, pero en este caso el objetivo no está centrado en una venta o ganancia, está pensado en la gente, en cómo mejorar la forma de vivir.
Debería haber un sistema 100% transparente y que ayude no solo a mantener los costos sino a unificar a la cadena de valor para generar una sana competencia
El verdadero problema es si el aumento del arenero y de todos los costos restantes en el armado de esa plaza suman más que el presupuesto asignado. Si eso lo llevamos a cada una de las obras públicas, termina impactando en que las últimas proyecciones llegan sin caja. Ahí es donde se frenan los proyectos, donde empieza el verdadero problema para todos los que intervienen, de forma directa e indirecta.
Al igual que la obra privada, debería haber una estructura basada en los costos, con precios promedios históricos que sirvan para poder comparar.
Por otro lado, la obra pública tiene una injerencia lo suficientemente grande para replantear cómo esta armada: debería haber un sistema 100% transparente y que ayude no solo a mantener los costos sino a unificar a la cadena de valor para generar una sana competencia y, sobre todo, que los que proveen a esa plaza que es parte del sector privado sean competentes.
El autor es Ceo Grupo 8.66