La muñeca negociadora de Kicillof, el talento preferido de los acreedores de la Argentina

Con el fallo adverso por YPF, el gobernador suma u$s 37.000 millones perdidos para el país. Y algunos le adjudican más. Aun así, es el candidato de Cristina para mantener la caja bonaerense

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Axel Kicillof, gobernador de la provincia de Buenos Aires (Foto: Luciano González)
Axel Kicillof, gobernador de la provincia de Buenos Aires (Foto: Luciano González)

¿Qué es un salvavidas de plomo? El que en vez de ayudarte a sobrevivir, te hunde sin remedio y te deja sin salvación posible.

Enero de 2014. Axel Kicillof negocia en París con los directivos del Club de París. Lo acompañaba Hernán Lorenzino, aquel que había sido ministro de Economía pero decía imprudente que se quería ir. Ahora ya se había ido y disfrutaba del salario y los viáticos de la embajada argentina de la Unión Europea. Nada mal. La Argentina debía unos 5.000 millones de dólares. Todo el país pendiente de la muñeca del chico preferido de Cristina Kirchner. No salió bien.

El acuerdo fue por 9.700 millones de dólares a pagar en cinco años. Era la deuda con el Club, más 1.100 millones de intereses y 3.700 millones de punitorios. Un integrante del organismo europeo lo resumió así. Estaba contento. Se podía ir a esquiar.

Es increíble: no nos negociaron nada. Vinieron con esa oferta, la aceptamos y cerramos el acuerdo. Nunca había sido tan fácil”.

Dos años después, el economista Aldo Pignanelli definió aquellas negociaciones con un estilo más argentino. Peronista, respetado, presidente del Banco Central en el caliente 2002, lo entrevistaba en la tele Alejandro Fantino y se le soltó la cadena al hablar del negociador Kicillof: “Él dijo que fue al Club de París y todos lo felicitaron”, explicó sonriendo, y antes de volverse loco.

Axel Kicillof junto a Cristina Kirchner
Axel Kicillof junto a Cristina Kirchner

Lo felicitaron porque pagó el doble, porque es un boludo. Pagó el doble e hipotecó el futuro de los argentinos, como pasó con Repsol-YPF, nos entregó sin vaselina…”, ilustró Pignanelli. Murió en junio de 2019 y, por lo menos, quedó el consuelo de que no tuvo que enterarse de este fallo contra YPF. Lo que hubiera dicho.

Los acreedores financieros de la Argentina guardan, y guardarán para siempre, un gran recuerdo de Axel Kicillof. Lo llevan en el corazón, como dicen en las canchas de fútbol. Gracias a sus gestiones como ministro de Economía de Cristina Kirchner convirtió al Club de Paris en una fiesta y al empresario español Antoni Brufau en un hombre feliz para toda la eternidad.

Esta semana muchos argentinos volvieron a recordar las artes de negociador financiero internacional de Kicillof, después de que se conociera el fallo de la jueza de Nueva York, Julieta Preska, que obliga a la petrolera estatal YPF a pagarle 16.000 millones de dólares al fondo de inversión Burford Capital. Son los que le habían comprado la deuda al grupo argentino Petersen, uno de los accionistas a los que Kicillof no le pagó un solo dólar cuando estatizó la compañía sin hacer una oferta, aunque fuera irrisoria.

Ese solo gesto hubiera complicado el fallo adverso de la justicia de Nueva York, pero Kicillof lleva la bandera de la soberbia intelectual siempre en lo alto. Soberbia que le va costando a la Argentina unos 37.000 millones de dólares entre cash y bonos.

Para entender el costo de la soberbia histórica de Kicillof hay que remontarse a las negociaciones con los accionistas privados de Repsol-YPF (privatizada por Carlos Menem con los votos del kirchnerismo, y estatizada por ellos mismos) y a la que recordaba Pignanelli con los miembros del Club de París, un organismo prestamista integrado por 19 países poderosos de Europa.

En el caso de YPF, con la estatización a las trompadas de 2012 (“sin poner un solo dólar”, como se vanagloriaba entonces el hoy gobernador), se le terminó pagando a Repsol un monto en efectivo de 5.000 millones de dólares más un pago en bonos de otros 6.000 millones, con plazos que van hasta el año 2033.

Ese acuerdo, presentado como una epopeya similar a la recuperación de las islas Malvinas en 1982, convirtió al astuto catalán Antoni Brufau en un ejecutivo ejemplar para la petrolera española. Nadie conoce el valor exacto del bono que cobró por semejante intervención, pero deberá a agradecerle a Kicillof (y a Cristina, claro), cada vez que se despierte por las mañanas.

Si se suman los importes pagados por la estatización inexperta de Kicillof, se tendrán los 11.000 millones, mencionados de la primera fase de la operación, más los 16.000 que el Estado argentino deberá abonar tras el fallo de la jueza Loretta Preska.

Los abogados argentinos apelarán la medida, pero solo con chances de demorar el pago. Los especialistas en derecho internacional creen que difícilmente pueda haber una disminución del monto establecido por el fallo en Nueva York.

Si a esos 27.000 millones de dólares del costo YPF se le suman los 9.700 de aquella negociación asombrosa con el Club de París, las pérdidas adjudicadas a la muñeca negociadora de Kicillof podrán calcularse en unos 37.000 millones de dólares. Hay que decirlo, en esas cifras son corresponsables los senadores y diputados peronistas y de la UCR que aprobaron por mayoría la estatización de la petrolera. Con ovación incluida como vergüenza adicional.

El exministro de Economía, Alfonso Prat-Gay, ha registrado el término “Kicicostómetro”.

El último acuerdo con el Club de París fue el que firmó Axel Kicillof en 2014
El último acuerdo con el Club de París fue el que firmó Axel Kicillof en 2014

Le suma a la foja negociadora de Kicillof las pérdidas por el acuerdo con los fondos de inversión, que compraron papeles vencidos de la deuda externa; los juicios perdidos por el cálculo erróneo del llamado Cupón del PBI por las cifras del crecimiento y el costo fiscal del arreglo con los bonistas acreedores de la deuda de la provincia de Buenos Aires. El economista eleva entonces el daño que Kicillof le habría provocado al patrimonio del país hasta 50.000 millones de dólares.

Lo más asombroso no es que Kicillof haya condicionado el futuro de la sociedad argentina como lo condicionó con su mala praxis, porque el país adolescente se ha acostumbrado a estos manejos turbios de sus dirigentes y ha transformado su impotencia en permisividad. Lo mismo que los jueces. Lo que resulta increíble para cualquier observador imparcial, es que el gobernador mantenga su competitividad electoral sin que estos números lo afecten de modo alguno.

La consulta a tres encuestadores de primera línea obtuvo en este caso el mismo resultado conceptual. Ninguno de ellos cree que la negociación fallida con YPF vaya a provocarle algún daño a la intención de voto, que Kicillof mantiene para lograr su reelección como gobernador. El voto duro del kirchnerismo en el Gran Buenos Aires alcanzaría para que pueda superar a sus rivales, como ya lo hizo en las PASO del 13 de agosto pasado.

La elección a gobernador bonaerense se define en primera vuelta (no hay balotaje) y esa sola condición, más el alto piso que el peronismo conserva en el electorado bonaerense, coloca a Kicillof ante una oportunidad inmejorable de repetir su mandato por otros cuatro años.

Los altísimos índices de inseguridad de la Provincia, la gestión inexistente de Sergio Berni y el abandono del Estado que se registra en todos los niveles de la infraestructura bonaerense no le parecen hacerle mella a la imagen del gobernador.

Kicillof cuenta, además, con la ventaja de no tener adversarios demasiado competitivos entre sus rivales. El candidato de Juntos por el Cambio, Néstor Grindetti, le ganó las primarias por estrechísimo margen a su rival, Diego Santilli (0,2%), y no logra remontar en su carrera hacia la elección del 22 de octubre. Es más, hay encuestas que lo ubican por debajo de la candidata de La Libertad Avanza, Carolina Píparo.

Tan fuerte es esa sensación, que Javier Milei le dedicará buena parte del tramo final de su campaña a recorrer el Gran Buenos Aires. Los libertarios creen que Píparo puede alcanzar a Kicillof, si consigue ser visualizada por los bonaerenses como la verdadera rival del gobernador.

Javier Milei recorrerá el Gran Buenos Aires junto a la candidata a gobernadora, Carolina Piparo, en busca de ganarle las elecciones a Axel Kicillof
Javier Milei recorrerá el Gran Buenos Aires junto a la candidata a gobernadora, Carolina Piparo, en busca de ganarle las elecciones a Axel Kicillof

También puede darse una de las mayores paradojas de la historia política argentina. Que Kicillof se convierta en uno de los candidatos a quedarse con el liderazgo del peronismo tras las próximas elecciones. Si el gobernador logra su reelección, hasta ahora muy factible, y pierden el candidato a presidente, Sergio Massa, y se suman a la debacle del oficialismo, otros dirigentes peronistas, ¿quién quedaría para pelear por la reconstrucción del espacio que en dos décadas lideraron Néstor y Cristina Kirchner?

Pero para trazar un mapa del escenario futuro del peronismo, todavía hay que esperar los resultados del 22 de octubre. Por ahora, la expectativa de Cristina y del kirchnerismo es resistir como sea la elección bonaerense para forzar una victoria pírrica del pupilo Kicillof y mantener las estratégicas cajas estatales que posee la Provincia más grande y más deficitaria de la Argentina.

La única verdad es la realidad, decía Perón. Y la realidad es que sin la estructura financiera bonaerense el kirchnerismo se caería a pedazos. Nada mejor entonces que acudir otra vez a la muñeca negociadora del Gobernador. La que hizo felices a los acreedores de la Argentina y la que siempre tiene contenta a Cristina.

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