El 11 de septiembre celebramos el Día del maestro en honor a quien es considerado el “padre del aula”, Domingo Faustino Sarmiento. Un día oportuno para reflexionar sobre la situación que viven hoy los docentes, y poner en valor a quienes tienen el imprescindible e irremplazable rol de transmitir conocimientos, acompañar a los niños y ser una contención para ellos, y cuya labor trasciende diariamente los límites de las escuelas.
Los suelen responsabilizar por la falta de rendimientos escolares, por los paros y los atrasos en los contenidos que eso genera, la mala conducta de los niños, el bullying y muchas otras cuestiones, pero la realidad es que los docentes son víctimas también de la crisis educativa que transitamos hoy en la Argentina. De la falta de políticas públicas, de la desinversión en educación, y hasta de la violencia que hay en la sociedad.
Un reciente informe del Observatorio Hacer Educación de la UBA, donde se consultó sobre educación al público en general, y a la comunidad educativa en particular; dejó en evidencia que la formación y capacitación docente son el principal problema y preocupación de la educación hoy. Sumamos que al maestro se lo reconoce más por la antigüedad que por la capacitación que recibe y los conocimientos que tiene, con lo cual eso desestimula el estudio y la dedicación, en un contexto poco favorable, donde la actividad docente es de las peores remuneradas en el país. Esto conlleva que más del 30% de los docentes argentinos de primaria trabajen en 2 o más escuelas, y el 14% en otras actividades (según datos del Observatorio Argentinos por la Educación), porque su trabajo como docente no les permite llegar a fin de mes.
Son víctimas no sólo de la situación económica, sino también de la violencia que se vive hoy día en las escuelas y en las calles, de la delincuencia, de los padres que descargan muchas veces responsabilidades en ellos. Sin embargo, son los únicos que pueden revertir la crisis educativa, el pilar fundamental que puede generar un retroceso en esta situación en la medida que se apoderen de conocimientos para detectar por qué los niños no aprenden y tengan herramientas para que ellos mismos puedan construir una forma de enseñar adaptada a las necesidades de quienes tienen dificultades.
Para ello es crucial ponerlos en valor, que autoridades y gobiernos trabajen en políticas en pos de cumplir con el financiamiento educativo previsto por ley, velen por la carrera docente, por un control de la formación de los maestros, por su seguridad física, económica y emocional. Cuando se sientan valorados por las familias, por la sociedad en su conjunto, ese día será un feliz día para el maestro.