El gobierno que asuma en diciembre de 2023 tendrá que afrontar múltiples crisis, incluida la de la principal economía del país, la agricultura. Enfocada en un modelo industrial que ya ha expulsado a 100 mil productores/as del campo, está atravesando una crisis climática sin precedentes con costos de producción dolarizados y rendimientos inestables. Una agricultura que viene degradando las condiciones ambientales básicas para su continuidad, con una alarmante pérdida de fertilidad de los suelos.
El sistema agroalimentario está en crisis porque el modelo industrial se basa en utilizar a la naturaleza como si fuera una máquina y no en comprenderla como un ser vivo complejo. Nuestras vidas dependen de esa complejidad: de las relaciones entre el suelo, el aire, el agua y la diversidad de seres vivos. Sin embargo, hoy prevalece una mirada simplificadora que pretende aumentar los rendimientos a partir del incremento en el uso de insumos químicos. De este modo, se degradan los bienes esenciales para la generación de alimentos, se profundizan las desigualdades socioeconómicas y la dependencia de insumos externos, y se genera una escasa diversidad de alimentos, de bajo valor nutricional, con una disminución de calidad que refleja la pérdida de vitalidad del suelo.
Según el Censo Nacional Agropecuario (2018), en los últimos 40 años ha desaparecido el 51,3% de los productores/as en la provincia de Buenos Aires; el 49,1% en Entre Ríos; el 48,6% en Córdoba y el 45,7% en Santa Fe, cifras que revelan el fracaso de este modelo de agricultura.
En la búsqueda de un camino que brinde soluciones a esta crisis, cada vez más experiencias se orientan a una producción basada en los principios de la agroecología. En el año 2016 nació RENAMA (Red Nacional de Municipios y Comunidades que Fomentan la Agroecología), integrada por cientos de agricultores/as nucleados en unos 50 grupos que suman más de 150 mil hectáreas en 45 municipios de 9 provincias de Argentina y un Departamento de Uruguay, organismos académicos y científicos y organizaciones sociales con el objetivo de intercambiar experiencias y conocimientos para lograr una transición del sistema agroalimentario hacia la agroecología.
La transformación de los sistemas productivos hacia la agroecología se realiza desde un enfoque integral, es decir, no alcanza con la simple implementación de algunas prácticas, la sustitución de insumos o el cambio de algunas tecnologías. Implica la aplicación gradual y sostenida de principios agroecológicos como la regeneración y cuidado del suelo, el reciclaje y resiliencia, salud y bienestar animal, la creación conjunta de conocimientos y diálogo de saberes, que son formulados de manera genérica pero en la práctica se aplican en función de cada territorio, por lo que se verifica una diversidad de prácticas agroecológicas adecuadas a las distintas circunstancias locales.
Aunque todavía la agroecología no ha sido incorporada como política de Estado, existen múltiples herramientas al alcance de los gobiernos locales y decisores políticos tales como sancionar ordenanzas de promoción y protección de la agroecología, promover la creación de ferias y mercados agroecológicos, acompañar y asesorar a los productores locales en una transición hacia la agroecología, generar grupos de aprendizaje, contratar técnicos/as especializados en agroecología, proteger la actividad apícola, facilitar el acceso a tierra y semillas, promover el agregado de valor de materias primas agroecológicas, entre otras medidas estratégicas que colaboran con un proceso complejo que es necesario sostener en el tiempo.
Esta transición hacia la agroecología para el logro de sistemas agroalimentarios sostenibles, requiere de transformaciones profundas del hacer político y de las instituciones. Es necesario partir de una decisión política clara, de la cooperación entre las instituciones y los productores/as y de un financiamiento acorde; pero sobre todo de una planificación integral del territorio que permita decidir en democracia con participación real, dónde y quiénes cultivarán nuestros alimentos, con qué relación con la naturaleza y, especialmente, para quiénes. Estos son algunos de los principales desafíos que necesitamos que un próximo gobierno asuma como propios más temprano que tarde.