Pitanguy y su leyenda: el más célebre cirujano estético del mundo

Originario de Belo Horizonte, Brasil, el destacado médico revolucionó la cirugía plástica y se convirtió en un referente global. Además de tratar a celebridades, creó un centro gratuito para aquellos en necesidad

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El cirjuano Ivo Pitanguy, en una foto de 2013 (AFP)
El cirjuano Ivo Pitanguy, en una foto de 2013 (AFP)

(En recuerdo de Silvina Luna).

Había una vez, hacia la segunda mitad del siglo XX, en que Brasil era y se entendía en modo rápido por el carnaval, Pelé y Pitanguy: este último, médico nacido en Belo Horizonte y muerto en Río de Janeiro el 6 de agosto de 2016. A menudo se acude a la palabra leyenda, no en el significado primario sino en la gran fama de hombres y mujeres que dejaron personalidades excepcionales. Hay quienes viven y llevan su leyenda. No es obligatorio dejar de vivir: Bob Dylan es un caso, y hay bastantes.

El médico Ivo Helcio Jardim de Campos Pitanguy fue un hombre tradicional en sus manejos del vivir- su mujer, sus hijos, su deber, su responsabilidad-, sin dejar aparte el goce y la sensualidad que emana como un lugar común- y cierto, como suele ocurrir- del país caliente y gigantesco donde fue convocado al mundo.

Su padre fue médico general y cirujano. La madre, interesada en la filosofía y lectora omnívora, abandonó la indomable naturaleza de Brasil, su efervescente sincretismo-revelado en el fútbol y la música pero con poco acceso a cargos políticos: debe anotarse el hecho de que la mayoría es negra- dejó a su cirujano, los hijos y el aire tibio: se fue muy joven.

 Ivo Helcio Jardim de Campos Pitanguy, famoso cirujano estético
Ivo Helcio Jardim de Campos Pitanguy, famoso cirujano estético

Ivo se formó en la Católica de Belo Horizonte y viajó hacia las fuentes de una especialidad que empujaran trágicamente las guerras con sus mutilados, los rostros deformados, las bambalinas de lo que ocurría y ocurre en las películas de poco valor.

Un hombre de talento sereno y reflexivo, hizo de la cirugía plástica una práctica médica elevada y se llevó esa luz consigo: fue, pienso que sin proponérselo del todo, una estrella en la colmena humana que pudo divisarse desde cualquier lugar del planeta. Símbolo de Brasil en varios aspectos, desfiló en silla de ruedas y con la bandera verde amarilla en alto para abrir los juegos olímpicos de 2016 en Río, tenía una gran clínica- en vigencia con su estela-, una casa espléndida y su lugar en el mundo, la isla de Angra dos Reis donde recibía con frecuencia ricos y famosos, periodistas de todas partes y, en soledad, escribía: Pitanguy fue miembro de la Academia de Medicina y de la de Letras, como escritor estimado entretenido y culto que nunca dejaba la poesía exigente de la rima y el soneto.

Tenía una pinta espléndida, trajes desde luego Taylormade cortados por los mejores sastres de Saville Row en Londres y encajaba en lo que en algún momento fue llamada jet set.

Uno de los que lo visitó para atenderse fue el presidente norteamericano Jimmy Carter (AP Foto/John Bazemore, archivo)
Uno de los que lo visitó para atenderse fue el presidente norteamericano Jimmy Carter (AP Foto/John Bazemore, archivo)

Miles de argentinos, hombres y mujeres, fueron a atenderse con Ivo Pitanguy sobre todo a la pesca de conseguir un aspecto más juvenil, las regiones hermosura real o imaginaria: solo cada uno sabe de qué manera se mira en el espejo.

Al mismo tiempo empezaba el auge del cuerpo, del cuidado y un endiosamiento, deseo y tiranía que rige aún en nuestros días.

Dijo Pitanguy: Brasil es inconmensurable y en cada rincón hay sol. Los cuerpos se exhiben casi desnudos, y lo que se exhibe demanda satisfacción para las individualidades y para la atracción de los demás. Siempre ha sido, y es cada día mayor, un país narcisista y seductor. La belleza y la atracción sexual no pueden suprimirse, pero la cirugía ha de ocuparse en primer lugar de la reparación, de la restauración, de lo que promueve infelicidad y la angustia de quienes ni soporten llevarse consigo como se es y cómo se ve. Nosotros tenemos un equipo de psicólogos para las zonas en duda, en los casos que piden cirugía pero no se trata de urgencias ni de cargas estéticas imposibles de aguantar la carga que llevan: separar las cosas.

El reconocimiento sin reparos lo hizo rico pero nunca lo exhibió con grosería. Es que, claro, se produjeron las cremas Pitanguy, los antiarrugas Pitanguy, los artículos firmados por Pitanguy, varias intervenciones en películas.

A la par hizo un centro gratuito para quienes no tienen nada pero deben ser ayudados a modificar lo que hace falta para seguir la marcha, sin exceptuar los casos que aportaban cuerpos magníficos que podían ser espectaculares: democratizar la belleza. Existe aún, pudo verse.

Fueron visitados para atenderse los Rolling Stones, Gina Lollobrigida, Reza Pahlavi (Sha de Irán), el presidente norteamericano Jimmy Carter, muchos miembros de casas reales con discreción absoluta (las princesas dejaban de tener el curioso orgullo de una fealdad genética y querían competir). Negó la posibilidad de operar a Michael Jackson: “Es una idea horrible. Ninguna nariz, blanca o negra, es mejor. Solo que no se puede pretender y acceder a la locura quirúrgica”.

Un apunte singular es la obsesión por tener el renombrado porte de las brasileñas en la playa, la medida áurea que se divisa si se mira desde la espalda en primer lugar, un reflejo casi inevitable. Pitanguy lo sabría con firmeza: un asunto es lograrlo y otro morir en el intento.

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